miércoles, 19 de octubre de 2011

Cuando tu propio idioma se te olvida

Parece extraño, pero puede pasar. Yo llevo en Alemania  tres años casi seguidos, digo lo de casi seguidos, porque hice una pausa de 5 meses para poder organizar el Erasmus estando es España. Era bastante difícil organizarlo todo desde el extranjero, tener que cominacarme via Email con mi universidad española tenía más desventajas que ventajas.

Después de 3 años es Alemania, puedo decir que haciendo una  inmersión lingüística profunda, el idioma se mejora mucho. Claro, hay situaciones en las que sigue resultándome algo más complicado comunicarme,  a pesar de casi tener nivel de nativo. Un no-nativo, siempre será un no-nativo.

Lo no tan gracioso viene cuando es tu propio idioma, tu lengua materna, la que se te empieza a olvidar. Suena raro, y las personas que sean hablantes nativas de castellano y vivan en España, lo creerán solo a medias. Sucede que cuando te comunicas el 90% del tiempo en otro idioma, estudias en ese otro idioma, ves la televisión en ese otro idioma, los carteles de las calles, la publicidad etc. están en otro idioma, si a su vez se reduce drásticamente la influencia del Español,esto, trae consecuencias.

Yo siempre he dicho que no hay mejor, y manera más rápida de aprender un idioma que hacer una inmersión en el país. Al principio, cuanto menos nos relacionemos con españoles mejor, mucho más rápido evolucionará nuestro aprendizaje.

La cosa cambia cuando uno ya tiene un muy buen nivel del idioma y sigue estando en contacto diario e intensivo con el mismo. Eso de, leerse media página de una novela en inglés al día, no cuenta como "contacto intensivo y diario". Llegado a ese punto, puede que nuestra lengua materna sea la que se vea afectada e influenciada por la otra lengua.

Como ya he escrito más arriba, un no-nativo, siempre será un no-nativo, pero un nativo puede parecer no serlo si no cuidamos y utilizamos de manera correcta nuestra lengua materna.

lunes, 17 de octubre de 2011

¿Quién me lee?

Cuando uno escribe un blog es porque quiere que la gente lo lea, si no escribiría todo en documentos word y los guardaría de forma superultramega encriptda (creo que se dice así) en el ordenador, o si fuera una persona  tipo yo "miss-paranoia-que-alquien-acceda-a-mi-ordenador" escribiría en papel y guardaría las hojas bajo llave, en un baúl sepultado por una montaña de objetos varios, teniendo la persona que quiera leer que superar varias pruebas, siendo estas más duras que los 12 trabajos de Hércules.

Sé que hay gente que me lee, más que nada porque el contador de visitas es un chivato que no para de soplarme cada vez que entro cuánta gente me ha leído. Mola mucho cuando de un día para otro ha habido 10 visitas.

Es verdad que comentarios no hay muchas, de hecho desde hace semanas no comenta nadie. De todas maneras agradezco a todas las personas que en un momento dado han comentado y también a las personas que me leen.

¡Gracias a todos!

P.D: Que no se diga....que de bien nacidos es ser agradecidos

jueves, 13 de octubre de 2011

...quizá un centrifugado...


...Desde que decidió exiliar de su vida a la única persona a la que había confesado cada uno de sus secretos...al día siguiente de festejar su cumpleaños se disponía a lavar sus trapos sucios...se afanaba en ocultar lo que florecía tras cada lavado...los tendía al sol en un intento frustrado de conseguir la calidez suficiente...aquellos trapos gastados y agujereados por el uso eran reflejo de su alma...cada año triplicaba su edad...los secretos iban creciendo y pesaban en su interior silencioso...la conciencia (o lo que quedaba de ella) le gritaba y escupía sus hechos pasados...deseaba sincerarse con aquellos que, presumiblemente, amaba...pero, ¿Cómo compartir lo que has ocultado durante años?...Temía ser rechazada por quienes amaban la imagen expuesta y proyectada...cada cumpleaños la misma rutina...por más que se esforzaba en limpiar su imagen aquellos trapos estaban demasiado desgastados y su mente excesivamente cansada...persistía en la búsqueda de la felicidad y ésta le consumía el alma que hacía tiempo vendió al diablo...éste, pacientemente, le acechaba tranquilo esperando su momento...y al levantar los ojos mantuvieron la mirada...

...infinitos besos de bolsillo...

martes, 11 de octubre de 2011

15 de octubre: por la internacionalización de la revuelta



Sobran razones para movilizarse el 15 de octubre. La significación misma de «crisis» está en crisis: no remite ya a una desestructuración transitoria dentro de un sistema determinado, sino a un proceso regular de concentración de riqueza entre las oligarquías financieras, económicas y políticas trasnacionales y la distribución de las pérdidas en amplias franjas sociales. Lo que antaño se concibió como una excepción constituye ahora la regla. No es que esta excepcionalidad sea novedosa: históricamente, la han usado los estados para justificar masacres diversas. Lo que en cambio sí es novedoso es la extensividad que ha adquirido el estado de excepción: se invoca, de facto, para tomar de forma habitual decisiones antipopulares diversas, como por ejemplo, en el caso de España, la reforma express de su constitución, la reforma de pensiones, la reforma laboral o, en un sentido más amplio, la instauración de un escudo antimisilístico tan delirante como oneroso.


La idea misma de «catástrofe» ecológica y social entra a escena no ya como un acontecimiento estrictamente incontrolable sino como un coste que esas oligarquías asumen como efecto de sus políticas de concentración económica y devastación planetaria. Lo que podría concebirse tiempo atrás como una circunstancia eventual forma parte de nuestra crónica diaria. Lo más terrible e infame es que encima nos lo presentan como una realidad inevitable y necesaria, como la única posibilidad que nos toca vivir a nosotros porque, desde luego, ellos se sitúan a distancia, en ese régimen de excepcionalidad que han institucionalizado para eximirse de dar cuenta de sus actos.

A la heterogeneidad de esa multitud que somos, la homogeneidad de “ellos” es flagrante: los unifica la ambición desmedida de lucro, el deseo voraz de deglutir al otro, con tal de asegurar el goce prometido en la apropiación de los bienes convertidos en mercancías. No les importa que, dentro esa lógica aberrante, tanto los otros seres humanos como la naturaleza en su conjunto sean tratados como cosas.



Prueba de su concepción positiva de la crisis -que cosifica lo humano y humaniza las cosas, en un proceso de inversión al que Marx se refirió como el «fetichismo de la mercancía»- es la retórica oportunista de una casta empresarial que vive a resguardo el naufragio colectivo. De sobra conocemos ese discurso que enfatiza el carácter de «oportunidad» de la crisis, minimizando su costado más perverso y destructivo. Es cierto que una crisis abre la posibilidad de una reestructuración o de nuevas decisiones, pero nada señala de antemano la dirección específica que pueden adquirir o el sujeto que, en efecto, “capitalizará” dicha oportunidad. En suma, para los millones que se hunden cada día –desahuciados, parados, marginados, harapientos, urgidos- la desfinanciación del estado de bienestar y la financiación del estado policial y de la banca no constituyen, en sí mismas, ninguna oportunidad, ni mucho menos en términos inmediatos.



A pesar de lo dicho, no deja de ser cierto que la movilización colectiva permanente puede transformar esos obstáculos en una ocasión para una nueva fase de lucha política, mejor autoorganizada y con mayor coordinación a nivel internacional, que permita la producción de un poder popular constituyente. Los damnificados, cada vez más, constituimos una multitud que implica y rebasa, simultáneamente, los antagonismos de clase. «Indignados» es el nombre de una multiplicidad social despojada de parte de sus logros históricos y sus derechos fundamentales, tanto económicos, como sociales y culturales (como por ejemplo el acceso a la vivienda, a un trabajo relativamente digno, a un sistema sanitario y educativo satisfactorio, a unos procesos judiciales justos o a unas prestaciones sociales indispensables para reducir las desigualdades intrínsecas al capitalismo.



Nada de eso reduce el devenir de ese movimiento social a unas luchas puramente defensivas (1), ni mucho menos habilita a una lectura reduccionista que lo reduce a un sujeto juvenil pequeño-burgués. Porque si algo caracteriza ese movimiento es la carencia de uniformidad ideológica y social. Más bien, se trata de una pluralidad de grupos sociales orientados por un diagnóstico crítico, aunque variable, con respecto a la realidad actual. Eso supone una deriva que con razón puede inquietar, pero no hay forma de resolverla a priori, puesto que su estructuración programática no viene definida de arriba, sino que es producto de una negociación simbólica constante, esto es, de un debate de carácter asambleario y horizontal.



Para mayor dificultad, los obstáculos a los que nos referimos no son de carácter local. La mundialización capitalista es también campo propicio para que unas pocas corporaciones se muevan con total impunidad entre diferentes territorios, según las condiciones de explotación y rentabilidad comparativas de cada uno de ellos. A esas corporaciones, como su contrapartida necesaria, hay que sumar unos poderes financieros absolutamente descontrolados que invierten en las “oportunidades de la crisis”, esto es, que multiplican sus beneficios a fuerza de una especulación que incluye la «especulación alimentaria» (en breve: almacenar alimentos para que se encarezcan, incluso si ello supone la inanición de millones de humanos) o la especulación con la deuda mal llamada soberana (la obtención de dinero por parte de entidades financieras con una tasa de interés baja y la recolocación en los mismos estados prestamistas con una tasa de interés notoriamente mayor).



Esos poderes económico-financieros globalizados hacen manifiesta la insuficiencia de cualquier lucha que se despliegue solamente a nivel local. Incluso los estado-nación muestran una soberana impotencia con respecto a decisiones fundamentales, tomadas en ámbitos interestatales como es la Comisión Europea que, a su vez, muestra ante los operadores de mercado una servidumbre indiscutida. En esas condiciones, la internacionalización de la revuelta es, estratégicamente, impostergable. La única forma de afrontar una arremetida global es responder globalmente, lo que no significa en absoluto que se pierdan de vista las peculiaridades locales.



El 15 de octubre cada uno de nosotros puede y debe sumarse a un grito colectivo que no quiere limitarse a constatar el desastre sino a construir otro mundo social posible. Ese grito será cada vez más común, a pesar de la hegemonía del neoconservadurismo en España y de las probables políticas de ajuste que sobrevuelan nuestro futuro inmediato.

No se trata de tomar la calle solamente para defendernos ante una de las peores ofensivas del capital en los últimos dos siglos o de un sistema político con nula credibilidad para muchos de nosotros, por no hablar de sus evidentes déficits democráticos, como es el caso vergonzante de la ley electoral en España (que blinda el bipartidismo a nivel nacional) o a la creciente tendencia a criminalizar un movimiento pacífico de protesta que se extiende más allá de las fronteras, legítimo para cualquier sociedad que se precie de pluralista o que respete mínimamente el derecho constitucional a manifestarse y reunirse libremente. Más bien, la apuesta política fundamental del 15O es alentar un proceso de cambio global, esto es, seguir impulsando una revuelta pacífica en todo el mundo que muestre que la lucha no sólo es posible y deseable sino absolutamente irrenunciable si no queremos habitar entre las ruinas. En otros términos, es comenzar a tomar la iniciativa política para erosionar, a corto plazo el neoliberalismo y a largo plazo el capitalismo. Confluir en diferentes partes del mundo es empezar a configurar un contrapoder global que la más brutal de las represiones policiales puede desacelerar pero no evitar.


            Si algo resulta claro en el presente es que este antagonismo popular está determinado por unas condiciones estructurales que seguirán afianzándose si no articulamos unas resistencias colectivas y no elaboramos un proyecto de sociedad diferente. La repolitización de estas prácticas sociales está en curso y abre camino a la posibilidad de una política democrática radical. Nada garantiza que esa política termine siendo hegemónica, pero lo que sí es seguro es que sin acciones colectivas articuladas a nivel mundial el horizonte que se avizora se parece cada vez más a una pesadilla colectiva.



           Al menos en lo inmediato, seguiremos moviéndonos en el riesgo elevado de una restauración autoritaria del control por parte de los guardianes del orden. Pero nuestra salida sólo puede forjarse a fuerza de erosionar las políticas del miedo. Más que resignarse ante la crisis, tenemos que poner en crisis la resignación.

        Una diversidad de razones nos movilizan: desde el autismo del sistema político ante las reivindicaciones ciudadanas como las falencias democráticas del sistema electoral, desde una política fiscal regresiva hasta la escandalosa transferencia de pérdidas del sistema financiero a la ciudadanía, sin olvidar el desmembramiento de lo que queda del “estado de bienestar”, el insostenible nivel de desempleo o la precarización laboral generalizada, así como la expandida corrupción institucional y empresarial, la actuación delictiva de la banca, la mala complicidad mediática ante la violencia sistémica o el uso demagógico de la xenofobia y el racismo, por mencionar algunos puntos nodales entre tantos otros.


           Nuestro “derecho a soñar” se fundamenta en la pesadilla que este sistema significa, cada día, para la inmensa mayoría de la población. Forma parte de nuestro deber ético seguir elaborando ese sueño colectivo con sentido crítico, sin autocomplacencias. Estamos lejos de lo que deseamos, pero marchar hacia ese horizonte -que no preexiste a la marcha- es nuestro camino. En esa incertidumbre insoslayable nos movemos. No sabemos dónde llegaremos, pero arrastramos con nosotros la convicción apremiante de que necesitamos construir una alternativa en la que la moneda de cambio no sea la injusticia presente.

       
           El 15 de Octubre es una oportunidad histórica para mostrar nuestro deseo colectivo de cambiar el mundo, en un sentido radical, para que «democracia» no sea el nombre de una farsa. No es punto de arribo a ninguna parte, sino un momento crucial para hacernos visibles a nosotros mismos y mostrar así, también a ellos, cuán decididos estamos a seguir luchando. Lo que está en juego, en pocas palabras, es la promesa de otra vida en común. Concretar esa promesa forma parte de nuestro devenir.


Arturo Borra


(1) Para una reflexión centrada en el movimiento 15M remito a  http://www.kaosenlared.net/noticia/democracia-revuelta-experiencia-ruptura-15-m

sábado, 8 de octubre de 2011

España se vacía


La gente se va de España, españoles y no españoles cogen la maleta y se van. He leído que el País Vasco perderá unos 120.000 habitantes en los próximos 10 años. ¿Qué queréis que os diga? No me sorprende para nada, tal y como pinta la cosa allí, mal...

El otro día hablando con mi amiga N yo le decía que el mayor problema que le veo a España es que no se reconoce el mérito de las personas y no se valora ni respeta el tiempo de trabajo. En España se da por sentado que harás horas extra porque sí y de manera gratuíta, ¡así por amor al arte! No se valora el curriculum de las personas y se genera muy poco trabajo para personas con titulaciones superiores.

Para mi son tan importantes el arquitecto y el ingeniero que trabajando juntos diseñando una obra, como la señora de la limpieza que se ocupa de que todo esté limpio en la facultad, o como el cajer@ que me cobra en el super. Si todos ellos no funcionaria el sistema. Estamos de acuerdo en que no hacen falta la misma cantidad de ingenieros que de cajeros, pero ambas profesiones se merecen el mismo respeto y unas condiciones dignas de trabajo.

Si no se generan puestos de trabajo acordes a muchas de las titulaciones, gente con carrera, con máster, con FP, trabajan de lo que salga, que puede ser de cajero, por poner un ejemplo. Si alguien que tiene estudios y tiene teóricamente la oportunidad de optar a un trabajo acorde a lo estudiado trabaja de cajero, le está quitando la oportunidad de trabajar a alquien que quizás no tengas estudios y sólo pueda trabajar de cajero.

O las cosas cambian en España o no es que la gente se vaya, es que los que se van no querrán volver.

martes, 4 de octubre de 2011

La educación pública a debate (I)


I. El giro neoliberal de las políticas educativas

Que el giro neoliberal de los gobiernos europeos ponga a debate el sentido de la educación pública -invocando una retórica de la austeridad que ni siquiera cuadra con las cuantiosas subvenciones que proveen a la educación concertada y religiosa, por no mencionar subvenciones de otra índole- no resulta sorprendente: antes incluso del Plan Bolonia, la tendencia a la hiperespecialización universitaria en España sólo podía conducir a un modelo educativo de corte profesionalista que, a la vista de la alta tasa de paro juvenil, no es precisamente una garantía de inserción profesional.

De forma similar, la instauración generalizada de la formación profesional como alternativa al bachillerato apuntó a la producción de sujetos laborales con una cualificación básica que permitiera su acceso rápido a mercados laborales entonces en crecimiento. Aunque esa producción a la carta de miras estrechas, enfocada a dar pronta salida laboral a miles de jóvenes, puede ser interpretada como un fracaso notable desde la perspectiva del empleo, no ocurre lo mismo si lo consideramos desde la perspectiva del capital, que dispone de una fuerza laboral mínimamente cualificada a la que puede contratar de forma temporal, en condiciones laborales precarizadas, con niveles salariales irrisorios y despedir con la misma facilidad ante las fluctuaciones de la demanda. Así considerada, la presente crisis capitalista tiene como uno de sus beneficiarios principales a las grandes empresas que mantienen (o incrementan) su rentabilidad sobre la base, entre otras cuestiones, de la precarización del empleo, las reducciones salariales y el subsidio indirecto a sus necesidades formativas.

Una política educativa así formulada reserva de facto el acceso a la educación universitaria a unas elites sociales técnicamente funcionales a los mandatos empresariales. En este contexto, la actual arremetida contra la educación pública no es meramente una política de recorte del “gasto educativo” (ligada a un presunto ahogo de las cuentas públicas), sino parte de un proyecto educativo neoliberal que acentúa la dualización sociolaboral: por un lado, disponer de una elite altamente cualificada para ejercer funciones directivas y gerenciales y, por otro lado, de una masa de trabajadores con una cualificación básica para ocupar puestos de trabajo precarios e inestables. Ante la falta de alternativas de mejores empleos, esa masa termina ingresando, si puede y en condiciones desfavorables, a un mercado en el que, crecientemente, se incrementa la “flexo-explotación” (por tomar una expresión de Bourdieu).

Dicho lo cual, el giro en política educativa que se está produciendo y que con toda seguridad se acentuará en los años venideros (incluso cuando se plantee en términos puramente económicos) responde a un proyecto más amplio de sociedad, en el que las desigualdades no sólo no quedan abolidas, sino completamente legitimadas en función de un supuesto mérito diferencial entre los “actores económicos”. Aunque esa política educativa sea completamente regresiva, no debería extrañarnos que la justifiquen en términos de “modernización cultural y económica”.

Así lo han hecho en América Latina y, puesto que se trata de los mismos patrocinadores internacionales (empezando por el FMI y el BM), no hay razones para suponer que no vaya a repetir su discurso modernizante (de racionalización económica y disciplinamiento social).


II. La restauración del neoconservadurismo educativo

En la década de los 90, en algunos países de Latinoamérica -como es el caso de Argentina- las políticas educativas oficiales procuraron instalar un modelo universitario privatizado y orientado ideológicamente por el neoconservadurismo: no sólo las autoridades gubernamentales propusieron el arancelamiento universitario, sino además la restricción en el ingreso, la superación de “pruebas” o “exámenes de acceso” por parte de los estudiantes universitarios –realizada por el ministerio de educación, sin ningún criterio de especialidad-, la externalización de los controles de la mentada “calidad educativa”, la tendencia a transferir del ciclo básico a los postgrados ciertos saberes técnicos, convertidos en bienes intelectuales comercializables, la incentivación de carreras orientadas a la ingeniería y la industria y la instauración de un sistema de distribución en los que los centros beneficiados serían aquellos que más implantaran estas políticas elitistas promovidas por los organismos financieros internacionales.

El proyecto, desde luego, no sólo apuntaba a “rentabilizar” un espacio que no tiene por qué ser rentable; también instituía la mercantilización de los saberes, la instrumentalización profesionalista de las carreras universitarias y la creciente despolitización de la formación, reduciéndola a un producto económico, más allá de sus dimensiones políticas e intelectuales. El corolario de todas esas medidas nefastas fue la impugnación de una educación reflexiva y crítica que no aceptara su subordinación unilateral a un mercado capitalista que reduce a los sujetos educativos a mera fuerza de trabajo (calificada) o, para citar al actual presidente chileno S. Piñera, a un “instrumento al servicio de la economía” (sic).

Una década y media después, las mismas injerencias político-culturales y las mismas estrategias de selectividad económica se repiten en Europa, en buena medida, como método de afianzar la alianza entre mercado y educación pública y como forma de dar acceso sólo a aquellos que de antemano ya están alineados a una sociedad que no cuestiona las relaciones de propiedad ni mucho menos la existencia misma de las clases sociales. Otra vez, la centralización dogmática de la “economía de mercado” tiene como contracara la pretensión de reducir el sistema educativo (y la universidad en particular) a un espacio de adoctrinamiento acrítico y despolitizado.

Tomar nota de lo ocurrido en algunas regiones de América Latina puede ayudar al momento de elaborar respuestas colectivas mejor articuladas y políticamente más eficaces. No es propósito de esta reflexión ahondar en esa dirección pero en cualquier caso, por tomar el caso de Argentina, los logros pírricos de la comunidad universitaria ante el embate neoliberal de los 90 no se consiguió sino a fuerza de movilización del profesorado y de diferentes movimientos estudiantes. Que se haya impedido el arancelamiento universitario -pese a la aprobación gubernamental de la “Ley de Educación Superior”- sólo pudo conseguirse a fuerza de una activa resistencia por parte de los distintos sujetos educativos. Simultáneamente, uno de sus límites más claros fue no haber articulado esas luchas políticas con las de otros trabajadores (intelectuales o manuales), de modo de poder combatir con mayor eficacia política esa nueva ofensiva a la educación pública.

En ese sentido, subestimar las implicaciones ideológicas y políticas de las actuales reformas educativas en España, tanto a nivel secundario como universitario, constituye un grave error: hace perder de vista que los cambios propuestos no sólo afectan los presupuestos y las plantillas docentes sino también, y de modo fundamental, el tipo de educación que se está institucionalizando, orientada a la producción de sujetos económicos dóciles y útiles -como hubiera dicho Foucault-, subordinados a los imperativos sistémicos.

No se trata aquí de repetir el tópico de la ignorancia como condición de la dominación –aunque sea cierto hasta cierto punto-; lo que se discute, en primer lugar, tampoco es un modelo de financiación. Lo que está en juego, en términos más radicales, es el tipo de conocimientos y valores que deben producir las instituciones educativas y, en particular, la institución universitaria. Porque si hay algo que estas políticas neoconservadoras están poniendo en jaque es la legitimidad misma del espacio educativo como espacio crítico. La educación reducida a formación profesional elimina, sin más, la centralidad de la producción de un sujeto reflexivo capaz de intervenir políticamente en la vida social e institucional.

Deberíamos señalar que contra ese discurso modernizador y esas prácticas reaccionarias no alcanzan las movilizaciones ni los pronunciamientos públicos. Hay que dar batalla, simultáneamente, en un nivel técnico, mostrando las consecuencias sociales y culturales profundamente negativas del modelo educativo que se pretende instaurar. Ese modelo es, de forma indisociable, un modelo de sociedad que consagra la competencia económica como vínculo prioritario entre los seres humanos. Aunque el término mismo de «ciudadanía» esté depreciado dentro de algunas perspectivas teóricas –por considerarlo eufemístico y abstracto-, hay que enfatizar la centralidad de una formación pública que no se desentienda de la producción de una ciudadanía inclusiva y democrática.

En cualquier caso, la tarea de combatir el modelo socio-educativo excluyente y sectario que se quiere institucionalizar es parte de un desafío mucho más radical: que las políticas educativas contribuyan a formar una ciudadanía responsable de la construcción de una sociedad justa e igualitaria.


Arturo Borra

domingo, 2 de octubre de 2011

Menu infantil (Opinión)


Son mucho los blogs que leo, cada uno suele tratar de temas diferentes. Leo desde las experiencias de españoles viviendo en otros países, hasta blog sobre maternidad, pasando por blogs de manualidades. Como véis cada uno trata de algo completamente distinto. Suelo leer pero no comentar, aunque alguna vez si el tema me parece más interesante o choca mucho con mi manera de ver las cosas suelo participar.

Ayer leí en uno de los blogs que sigo una entrada sobre el menú infantil . Normalmente suelo estar de acuerdo con las personas que exigen que a los niños se les trate como debe ser y que se respeten las necesidad de los niños. La idea del artículo en cuestión no me parece mala.En principio se trata de concienciar a los hosteleros de que los niños también son clientes y de que como tales tienen derecho a una buena comida.

Para mí las pegas aperecen cuando en el artículo se protesta porque el menú infantil en muchos locales suele ser normalmente pasta con tomate de primero, y escalope o filete rebozado con patatas fritas de segundo, dando a entender que la mayoría de los niños si pudieran elegir elegirían otra cosa. Pues que me disculpen, pero elegir, pueden elegir igual que los adultos. Si los padres no consideran ese menú una buena opción para sus hijos, que pidan un entrante y que compartan sus platos de comida con sus hijos.

Puedo entender que se proteste porque pasta y escalope no sea el manú más original, pero la frase "
¿pero como me puede estar zampando yo una ensalada mezclum con queso de cabra, reducción de módena y frutos secos mientras mis hijos se pelean con la sosería de unos macarrones pasados de cocción y una salsa de pote?."  Me parece un poco exagerada. ¿Que niño le pide a su madre o padre para comer una ensalada con queso de cabra? ¡ah sí, que ahora me acuerdo, cuando yo tenía 8 años soñaba con que cuando fueramos a comer fuera me sirvieran una ensalada o un plato de verdura! 

En mi casa siempre se ha comido más o menos sano, sin llevar a extremos la dieta sana, pero sin comer todos los días carne. Un poco de todo y mucha variedad. Ese me parece que debería de ser el principio de una buena alimentación, y porque un niño se coma un sábado un plato de pasta con salsa de bote y escalope con patatas de segundo no se va a morir.  Se supone que son los padres los encargados de que la alimentación del niño sea la adecuada de manera constante