miércoles, 9 de mayo de 2012

Molestan los ninnos?

Ayer leí una entrada de uno de los varios blogs que sigo. En ella la escritora contaba lo que le había sucedido en el avión al volar con sus hijos. Después de leer la entrada estuve pensando sobre si los ninnos molestan o no.

Hay gente que opina que los ninnos molestan siempre. Yo, particularmente, no creo que esto sea así. Hay (muchas) veces en las que los ninnos molestan, y mucho, pero no podemos decir que toooodooos los ninnos molesten siempre. Eso sería una exageración y una generalización absurda, de igual manera es también un absurdo decir que toodos los ninnos son monísimos y da gusto verlos. No nos pasemos, ni toodo de lo uno, ni toooodo de lo otro.

Hay ninnos que tienen por naturaleza la habilidad de darporculete siempre que la situación requiera un comportamiento específico. Es decir, si tienen que ir tranquilos, se moverán, y si tienen que estar participativos y receptivos para algo, misteriosamente se abstraeran en su mundo interior.

Lo curioso de esta habilidad es que, no solo es propia de los ninnos. Hay muchos adultos porculeros, que hablan cuando deben callar, y gritan cuando deben ser silenciosos.

Que vaya por delante que me gustan mucho los ninnos, pero si me preguntan si los ninnos molestan en un avión, pues muy posiblemente responda que sí. Es verdad que hay muchos adultos insoportables que molestan también, pero lo que yo no voy a tolerar es que un ninno me de un mal vuelo mientras sus padres le ríen las gracias, de igual manera que llegado el caso me dirijiré a un adulto para decirle lo que estime oportuno.

Viajar con ninnos es una prueba de estrés brutal, los que no tenemos ninnos debemos tratar de ser tolerantes con ciertos comportamientos de ninno, vease un bebé que llorá porque le duelen los oídos o está cansado, un ninno que de vez en cuando alza la voz más de lo deseable. Los que son padres/madres/tutores de esos ninnos deben tratar de hacer todo lo posible por no molestar a los demás, y si eso requiere algún método de distracción, vease gusanitos, juguetes etc. deben utilizarlo.

Yo creo tener mucha empatía, pero lo que nunca hare será mirar con una sonrisa de oreja a oreja a la madre/padre/tutor de los ninnos que me acaban de dar en vuelo horrible, de igual manera que no sonreiré al adulto que me haya dado un vuelo horrible.

jueves, 3 de mayo de 2012

Me voy a Berlín a trabajar de lo que sea, a buscarme la vida. ¡Con dos cojones!

A continuación viene la versión ampliada de la frase de marras. Me voy a Berlín, con 500 euros, sin papa de alemán pero con buen nivel de inglés. Voy a trabajar de lo que sea y con dos cojones me me voy a comer Berlín. 

 Hay mucha gente que se quiere venir a Berlín, sin saber alemán y con un "buen nivel de ingles", a buscarse la vida (cosa que en principio no me parece mal), a trabajar de lo que sea. Para todo esto le echan "muchos cojones" que dicen ellos tener. Como ya he puesto entre paréntesis, en principio no me parece mal.

El problema viene, cuando este gente llega aquí con su "buen nivel de inglés" (lo pongo entre comillas porque este tema da de por sí mucho para hablar) y pretenden comerse el mundo, cuando en realidad tienen todos los boletos para comerse una buena hostia, así como suena.

La Alemania de ahora, no es la Alemania de los años 60, del "vente pa'Alemania Pepe". Ahora es más bien un "si te viene p'Alemania Pepe te vamos a dar bien por cule...." Si eres Pepe, y no tienes una ingeniería hecha, ni estudios informáticos, ni dominas el alemán y/o el inglés, es posible que te lleves una gran decepción con este país.

En España están las cosas mal no, lo siguiente a mal, multiplicado por dos. Pero esperar a que tu prestación de paro esté a punto de acabarse, y que sea este momento justo cuando decidas irte, no  es que sea una decisión muy inteligente que digamos.  Yo me vine para acá cuando me olí que todo se iba a poner muy mal, y de eso hacen casi tres años. Sabía alemán y me vine con una ocupación para varios meses, con alojamiento, seguro y comida, y aún así las pase putas.

Si tienes veintipocos, cero responsabiliades en España, vease, sin hipoteca ni hijos, pues bueno, juégatela si quieres. Pero, sinceramente, no esperes que "sin alemán y trabajando de lo que sea," muy posiblemente sin seguro ni cotizando, te vaya a ir muy bien por aquí.

Si a los que se plantean venirse tratando de hacer las cosas bien, les surgen dudas, que no duden en preguntar, que en tanto en cuanto yo pueda echar una mano, lo hago encantada

domingo, 29 de abril de 2012

Diez preguntas sobre el anarquismo: una entrevista a Emilia Moreno de Arturo Borra



1) Al menos en la Europa de la última década algunos movimientos sociales –tal como ocurre con el movimiento 15-M- han reactivado de forma más visible un cierto espíritu libertario. ¿Qué factores inciden en este retorno del anarquismo? De forma inversa: ¿por qué ese espíritu libertario no cuenta con apoyos sociales más amplios?

El deseo de las personas por vivir en libertad, de forma solidaria y en sociedades donde la solidaridad, el comunitarismo y el apoyo mutuo rijan es tan antiguo como la de dominar e imponerse; es una dialéctica que siempre ha estado presente y, en este último siglo, no sólo el 15M, sino los movimientos okupa, los antiglobalización y otros han sido la cara de la primera. ¿Por qué no son más quienes se suman? Quizás sea una pregunta para quienes no comparten el ideal libertario como el que impulsa la mejor de las organizaciones humanas; lo que sí es cierto, es que son muchas y muchos quienes lo vienen buscando de una u otra manera, y el que sea difícil encontrarse no debe ser un obstáculo para seguir intentándolo.

2) Admitamos que no hay garantías para la promesa de otro mundo posible. En esas condiciones de incertidumbre, ¿cómo movilizar a diferentes sujetos colectivos en la construcción de un porvenir deseado?

Pienso que el error está en intentar movilizar; eso ya lo hace el poder.  Dirigir y decir a las personas qué es lo que deben hacer no tiene por qué ser  el objetivo. Es lógico el temor a los cambios profundos, es más fácil irse adaptando a las circunstancias e intentar mejorar desde dentro,  es fácil caer en el buenismo; y de este temor se vale el poder para someter. Por ello, admitiendo la dificultad de alcanzar ese “mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones” lo mejor es echar a andar y demostrar andando sus posibilidades. Y hoy en día son muchos y muchas quienes han comenzado a caminar.

3) La frontera entre marxismo heterodoxo y anarquismo no siempre resulta nítida, aunque sus diferencias con respecto al estado son conocidas. En este punto, ¿qué puede aportar ese discurso marxista al movimiento libertario?

No me siento muy autorizada a contestar sobre el marxismo heterodoxo, entre otras cosas porque para mí son un enorme crisol de organizaciones y siglas muy diversas y heterogéneas.
En sus bases existe mucho de ideal utópico, y por ello, al igual que en el anarquismo, es imprescindible el encontrar puntos de encuentro para en la diversidad ser capaces de construir en positivo.

4) ¿De qué forma podría concebirse la transición desde los actuales estados-nación a una sociedad sin estado, dando por sentado que los grupos hegemónicos ya despliegan todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener su régimen de privilegios? ¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?

Está claro que el poder no va a ceder sus privilegios. La actual organización, regida por entes netamente económicos y ultra nacionales, donde los conceptos de Estado y Nación sirven como instrumentos desde los que someter,  tiene un enorme aparato represor, en el que la propaganda y el control intelectual es una de sus mejores herramientas; consigue con ella convencer a buena parte de la sociedad del peligro que supone cualquier intento de cambio y que ésta le haga el trabajo sucio de su neutralización en la mayoría de las ocasiones.

Es necesario que seamos capaces de combatir esta propaganda, y aunque con dificultad, internet se está demostrando una buena herramienta tanto en la transmisión de la información, como en la difusión de las ideas y su debate. Sólo se precisa ir despertando el hambre de saber y conocer, y últimamente tanto recorte y tanta restricción está llevando a muchas personas a buscar. Hemos de ser capaces de tener las respuestas.

Y en cuanto a la última cuestión: sólo la experiencia nos podrá responder a estas preguntas, será maravilloso poder contestar algún día, pero como decía Lucía Sánchez Saornil, serán otras quienes alcancen el sueño, nosotras bastante hacemos con caminar hacia él.

5) Uno de los reproches más repetidos con respecto a la izquierda es su dificultad de construir frentes de lucha en común. ¿Qué responsabilidades históricas tiene el anarquismo en la fragmentación de esos movimientos que buscan activamente una transformación social radical?

Bueno, cada uno tiene su versión en cuanto a responsabilidades a lo largo de la historia, pero tanto en la primera internacional, como en la guerra civil española no hay muchas dudas de quién fue la damnificada, y cómo a su costa y por perseguir meramente el poder se perdió la oportunidad de hacer realidad una utopía que podría haber cambiado la historia del mundo.

Y en cuanto a la actualidad, una buena amiga dice que todo partido u organización de izquierda, por pequeña que sea, es susceptible de dividirse por dos. Siempre me ha hecho sonreír la ocurrencia, pero no deja de ser una de las grandes lacras con la que nos hemos de enfrentar. Quienes nos decimos herederos y herederas de organizaciones nacidas a finales del siglo XIX y principios del XX, nos hemos aferrado en muchas ocasiones a la literalidad de sus planteamientos, creados para una sociedad muy diferente a la actual, con medios y condiciones de vida inimaginables entonces, y nos hemos olvidado de aplicar su espíritu. La rigidez ha propiciado desencuentros en ocasiones absurdos, provocando un fundamentalismo diametralmente opuesto al objetivo y el pensamiento de las organizaciones originarias.

6) ¿Por qué deberíamos renunciar a abrir un frente de lucha también (aunque no solamente) en las instituciones del estado, considerando que sus políticas nos afectan de forma directa? ¿Qué posibilidades reales hay de articular «representación parlamentaria» y «democracia directa»?

Representación parlamentaria y democracia directa son términos absolutamente opuestos e irreconciliables; participar en las instituciones es reconocerlas, reconocer su poder para decidir sobre nuestras vidas. Pretender incidir en ellas es legitimarlas y como dice  Ricardo Flores Magón “las revoluciones fracasan porque, una vez triunfan, los hombres delegan el poder en el gobierno revolucionario”. Nunca nadie debe delegar en un gobierno.

7) Una lectura habitual de la célebre expresión “pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas” es que ese pasaje equivale a una clausura de lo político, esto es, a una sociedad reconciliada, libre de antagonismos. En caso que resulte válida esa lectura, ¿hasta qué punto no se reintroduce un principio teológico en la historia humana, esto es, una dimensión mesiánica en la que el Otro es plenamente integrado a la comunidad?

Nunca he compartido esta expresión, al margen del valor que pueda tener por el momento y la voluntad del Saint-Simon, creo que el gobierno nunca puede pasar de las personas a las cosas, dado que quien tiene capacidad de incidir sobre el mundo son las personas y para su bien y provecho es que se han de tomar las decisiones. Las propuestas de Saint-Simon, reconociéndole el mérito de lo novedoso en su momento, han quedado totalmente sobrepasadas. Es obvio que la organización industrial por sí sola no redistribuye la riqueza, y por tanto es necesario algo más, o diferente, al gobierno de las cosas.

8) En algunas variantes ácratas, de modo similar a lo que ocurre en el liberalismo, la noción de «poder», circunscripta al estado, es concebida en términos negativos y represivos. Ahora bien, ¿qué implica desistir de toda forma de poder? ¿Qué puede hacer el antipoder ante poderes imperiales globales, despreocupados de la injusticia cotidiana y de la violencia que ejercen sobre millones de seres humanos?

El anarquismo no defiende el anti-poder o la falta de poder, sino su ejercicio responsable y colectivo, defiende la autoridad de quien la tiene desde el conocimiento y el respeto, defiende el poder de las personas y su coherencia, y su única forma de luchar contra el poder constituido es la justicia, la coherencia y la suma de la mayoría a la que defiende;  una utopía quizás, pero también el motor que mueve a muchas personas.

9) La abolición de todo principio de jerarquía a menudo choca contra el reclamo de autoridad por parte de una subjetividad que con Guattari podemos denominar  «capitalística». ¿Cuáles serían los espacios estratégicos fundamentales para cambiar esa subjetividad dominante y qué papel deberían jugar los intelectuales en este proceso de cambio?

Solo hay un espacio de cambio posible: la base; para que haya un cambio sólido y real, que no acabe en una nueva decepción y en una operación de maquillaje es imprescindible comenzar desde abajo, desde cada una de las personas, su familia, su entorno…No podemos construir otra sociedad si cuando volvemos a casa repetimos los roles mercantilistas y patriarcales que denunciamos; sólo comenzando por uno mismo podemos aspirar a otra sociedad y en esta tesitura cada cual ha de ser coherente en su ámbito, incluido el intelectual

10) La actual arremetida del capitalismo mundializado, facilitada por la institucionalización del estado de excepción, parece estar conduciéndonos a un punto de no retorno en el que el desastre ecológico y social es una posibilidad cierta, nada remota. ¿Cómo reinventar las luchas libertarias en el siglo XXI, considerando esta dinámica económico-política que nos enfrenta a una situación inédita en nuestra historia?

Se está reinventando cada día en las asambleas de barrios, en las plazas tomadas, en las cooperativas autogestionadas, en los huertos ecológicos…Es mucha la tarea que hay que hacer para conseguir detener el desastre ecológico. La primera de todas: asumir que este estilo de vida absurdo al que nos han acostumbrado es imposible de mantener y que la austeridad no tiene por qué aportarnos menos felicidad, sino al contrario hacernos sentir mucho mejor con nosotros y nosotras mismas.

martes, 24 de abril de 2012

¡Adios liante, adios!

Lo primero de todo pedir perdón por no haber publicado nada en los últimos meses. La crisis pseudoexistencial y puñetera por la que pasé absorvió todas mis energías y dejó a mi cerebro en estado vegetal. ¡Una fatalidad!

La última entrada trataba sobre mi compañero de piso, bueno, compañero de piso por llamarlo así, porque yo ya vivo con mi maromen desde finales de Enero. En este país teutón hay que renunciar al piso por escrito y con tres meses de antelación, así que hasta finales de Abril seguire llamando a ese individuo "compañero de piso".

Tengo unas ganas inmensas de darle las llaves y perderle de vista por siempre jamás. Es un liante inaguantable, hace que sabe, sin saber, y hace que no sabe, sabiendo. Entre nosotros la relación es nula y decir que no me fio de el ni un pelo. Él tampoco quiere verme, claro, ha visto que a mi no me la cuela tan facilmente.

Después de infinitud de viajes al piso compartido y cargar mis, en teoría dos trastos de nada, está todo en proceso de acabar. ¡Qué agusto se está en casa!

En la próxima entrada os cuanto cómo se me vino una puerta de casi 40 kilos encima.....

jueves, 19 de abril de 2012

La democracia devaluada: sobre la política del miedo en España




El giro policial del estado español hacía prever lo peor. Lo previsible de una estrategia de criminalización orientada a la represión de la protesta social no le resta en lo más mínimo su gravedad institucional y política. Utilizar métodos de guerra sucia (infiltrando policía secreta en las movilizaciones a efectos de incentivar los enfrentamientos con la policía uniformada y justificar lo que de antemano ya estaba decidido), ampliar las detenciones arbitrarias, convertir en moneda corriente el uso de gases lacrimógenos, efectuar disparos con balas de goma a mansalva y a corta distancia contra los manifestantes, repetir como rutina policial las cargas indiscriminadas, multar a cientos de ciudadanos por protestar de forma pacífica e imputar a decenas de ellos con acusaciones tan graves como falsas, por mencionar sólo las modalidades más llamativas, se han convertido en prácticas habituales de la policía española que, de forma creciente y con total impunidad, apela al abuso de autoridad como parte del ejercicio regular de la misma.

El incumplimiento del derecho por parte de quienes deben preservarlo presagia un período de convulsión. Ni siquiera las prácticas policiales abusivas bastan para atemperar una conflictividad social creciente. De ahí que en su escalada autoritaria el gobierno español quiera imponer el miedo en los cuerpos; instaurar un régimen de criminalización que mantenga, dentro de ciertos límites más o menos controlados, cualquier atisbo de protesta social. La actual voluntad gubernamental de sancionar leyes antidemocráticas que conviertan el ejercicio público de la disidencia en una “práctica terrorista” no sólo va en serio: ahonda en el deterioro de una democracia de por sí devaluada, convertida en un procedimiento (tendencialmente vacío) de alternancia bipartidaria en las instituciones de gobierno, sometidas al dictado de los agentes financieros y económicos más concentrados.

La retórica neoliberal de justificación del saqueo planificado a decenas de millones de ciudadanos españoles -incluyendo desde luego a buena parte del electorado cómplice que los votó- se aproxima al delirium tremens: hagan lo que hagan, seguirán insistiendo con un discurso de salvación carente de cualquier conexión con la política del pánico que están institucionalizando, a partir de la operación de armar su violencia de derecho. Bien podría compadecerse a quien padece sus síntomas, producto de este síndrome de abstinencia, si no fuera porque en este caso se trata de una pantomima del delirio: la que pretende convertir cualquier disidencia organizada en una organización criminal. Que el delirio alucinatorio convertido en ley sea compartido por los principales responsables de un orden internacional (ahora sí, auténticamente criminal) no hace más que reafirmar la convicción de que estamos gobernados por oligarquías que han perdido, en nombre de la razón de estado o de la razón económica, cualquier posibilidad de tomar decisiones democráticas en los asuntos más decisivos para la convivencia humana. La restricción radical del derecho de manifestación y reunión, así como la censura prevista en el uso de las tecnologías de la comunicación y la información cierran el círculo de la propaganda oficial, vehiculizada a través de medios masivos de comunicación cada vez más marcados por la falta de pluralidad ideológica y por la censura institucional.

La razón delirante del actual gobierno español hace manifiesta la locura homicida que es la lógica latente del sistema. No faltan, desde luego, racionalizaciones para esta inversión autoritaria. En última instancia, esta locura no es lo otro a la razón de estado (policial), sino su fundamento: no importa lo que ocurra, a condición de salvar la fachada. En este caso, sin embargo, son perfectamente conscientes de lo que hacen. A diferencia de quien ha perdido toda razón, el gobierno encarna la razón cínica. Como diría Sloterdijk, lo saben y aún así lo hacen. De ahí que erijan en ley su sinrazón, arremetiendo contra derechos cívicos fundamentales en nombre del derecho. Esta peculiar clase de violencia, tan paradójica como efectiva, recuerda la pesadilla totalitaria que denunciara H. Arendt en la que todo es posible a plena luz del día. 

Si todo derecho asienta en una clase específica de violencia, la violencia actual del gobierno quiere ampararse en la construcción de nuevos delitos referidos a prácticas que hasta fechas recientes resultaban indiferentes a su dominio, como ocurre por ejemplo con la pretendida tipificación penal de las convocatorias realizadas a través de Internet (especialmente, en los llamados “medios y redes sociales”) que deriven en actos violentos. La instauración de una culpabilidad metafísica, en la que el sujeto es culpable por algo que objetivamente no puede saber (esto es: el devenir de la movilización que convoca) se asemeja a la gramática de acción de las dictaduras, en la que preventivamente se condena a alguien por un delito que no cometió.

Incluso si el gobierno nacional no llega al punto de equiparar “violencia callejera” con “kale borroka”, tal como se pretende en Cataluña, igualar la “alteración del orden público” con la comisión de un "delito de integración en organización criminal" tal como pretende el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, tiene una dimensión demencial, completamente inverosímil, si no fuera porque su instauración, salvando los escollos técnicos y sociales, constituye un proyecto firme del gobierno. A menos que en los próximos meses se produzca una movilización no menos firme por parte de distintas organizaciones civiles, que debe incluir juristas y movimientos defensores de los derechos humanos, ese proyecto podría plasmarse en leyes que atenacen las protestas colectivas pacíficas que no dispongan de autorización previa.

En suma, el desprecio por la democracia alcanza un punto sin precedente en las últimas décadas en España (sólo comparable al período franquista), correlativo al debilitamiento de la hegemonía del neoconservadurismo. Es cierto que los escollos legales y sociales no son menores y que la eficacia de estas leyes previstas está en relación inversa al grado de aceptación que dispongan. Sin embargo, dan pie a una política de amedrentamiento de los movimientos sociales disidentes e inauguran una nueva fase en las luchas sociales.

Si bien la ampliación de los instrumentos legales para restringir la libertad de disenso puede forzar un desplazamiento en las modalidades de la protesta social, es claro que no bastará para sofocarla. Más bien, las condiciones económicas, políticas y sociales hacen pensar lo contrario: una intensificación de otro tipo de prácticas contestatarias que, de alguna manera, dinamiten los diques represivos que pretenden alzar a fuerza de judicializar una pluralidad de conflictos de carácter político y social. 

La reforma legal prevista no escatima en recursos para atenazar a diversos sujetos políticos (que desbordan claramente toda política de representación): la criminalización de la “resistencia pasiva” hasta la imputación a quien ocupe establecimientos públicos, obstaculice el acceso a los mismos o interrumpa cualquier servicio público, pasarían a engrosar la tipología de los “crímenes” contra la autoridad pública, penalizables con hasta dos años de cárcel. Según este discurso, se trataría de corregir un marco legal “buenista”, confundiendo de forma tan deliberada como escandalosa «garantías constitucionales» con «permisividad estatal». La dicotomía que pretenden instaurar es clara: movimientos de protesta contra la sociedad, como si esos movimientos fueran una suerte de cuerpo extraño que agrede un organismo homogéneo. Que ese organismo no existe se hace manifiesto en la proliferación de antagonismos sociales contra los presuntos “representantes de la sociedad”. Reafirmando la evidencia de que sólo representan los intereses de los grandes capitales empresariales y financieros, en consonancia a las recomendaciones de la Unión Europea, la política gubernamental se convierte en un mero instrumento de gestión de poderes que lo controlan.

Sin embargo, el efecto disuasorio e intimidatorio que pudieran generar medidas legislativas de esta calaña es dudosa y está por verse. En esta nueva fase de las luchas sociales, es probable que semejantes medidas no tengan la eficacia esperada e inciten más medidas en la misma dirección autoritaria. Apenas tenemos noticias de qué podría ocurrir en esa otra coyuntura, pero no cabe descartar un efecto paradójico en el que se multipliquen formas imprevistas e imaginativas de la protesta social, que erosionen los diques legales erigidos. Dicho de otra manera, la intensificación de la represión policial y la consolidación de un marco jurídico restrictivo no garantizan nada. Pueden socavar más aún una ya endeble hegemonía política del neoconservadurismo y suscitar nuevas prácticas de resistencia.

El intento de encauzamiento del malestar social a través de un paquete de medidas antidemocráticas muestra ante todo una base consensual débil en las decisiones gubernamentales, a pesar de los gestos de autoridad en sentido contrario. La apuesta efectuada por su parte no sólo tiene final abierto –pudiendo desembocar en la aceleración de su descrédito y eventual caída ante el escenario nada disparatado de una revuelta social-, sino que traspasa el umbral históricamente legitimado con respecto a las actuaciones de los estados europeos, presuntos garantes –junto a EEUU- de un cada vez más devaluado sistema democrático. La impunidad absoluta que tienen sus intervenciones con respecto a países periféricos no puede trasladarse sin más a sus periferias interiores, al menos no sin un radical descrédito de sus regímenes parlamentarios, incluso si el despliegue de la maquinaria propagandística de los medios masivos alcanza una alta intensidad.

No podemos saber adónde conduce esta escalada. Excluidas las guerras y los golpes de estado, primordialmente reservados para terceros, ni los golpes de mercado ni el llamado al orden a partir de una estrategia de amedrentamiento parecen bastar para atemperar la proliferación de los conflictos sociales. Una coyuntura histórica así se convierte, en este sentido, en un campo de experimentación política, tanto para los portavoces de las clases dominantes como para los sujetos colectivos subalternos. Contra cualquier fatalismo pesimista, esa coyuntura abre posibilidades de intervención histórica significativas, en la que lo “imposible” vuelve a hacerse posible. En este sentido, la capacidad de anticipación e iniciativa por parte de un frente extrapartidario de izquierdas resulta decisiva. Limitarse a incitar contestaciones sociales puntuales a una ofensiva global sin demasiados precedentes sería un error estratégico. De ahí que el trabajo de la imaginación utópica, en este contexto, resulte imprescindible: constituye una especie de portulano dinámico para orientar las luchas sociales que están por venir. De ese trabajo depende, en buena medida, la reescritura práctica de la historia del capitalismo.


Arturo Borra

jueves, 12 de abril de 2012

Felicidades Moni...


...hace ya algunos años que se cruzaron nuestros caminos...desde el primer instante desnudaste tu alma sin ningún pudor...mujer de mirada inquieta...mujer valiente que se entrega sin pedir nada a cambio...tu sonrisa es capaz de dar luz al día más oscuro...madre ejemplar...amiga incomparable...sensible como un poema de Gioconda Belli...sencilla y bella como una amapola...jovial como la fragancia del jazmín...me faltarían adjetivos para describirte...

...gracias por formar parte de mi vida...felicidades...

...infinitos besos para tus bolsillos...