Hoy he tenido la suerte de asistir a una conferencia de Francisco Álvarez Molina, uno de esos hombres magnéticos.
Desde la última fila del auditorio, apenas puedo divisar una nariz angulosa en un hombre trajeado que conversa con la Vicerrectora. Se acercan las siete y media así que, poco a poco, el personal va callándose y poniendo los móviles en silencio. La introducción no tuvo mayor originalidad de la esperable en actos similares: agradecimiento por su asistencia, su conferencia, su magnífica trayectoria profesional... A ella sigió una breve referencia al currículum del ínclito, en la que sonaron cosas como: "director adjunto con cargo de vicepresidente de la Bolsa de París", "actual director general del Banco Inversión", articulista en el periódico económico español de más tirada ("Expansión") o colaborador de Ondacero.
Puede que la Vicerrectora no le hubiera dorado tanto la píldora como parecía, a veces los comienzos aburridos esconden tramas sorprendentes. Desde luego parecía un tipo listo además de inteligente. Pronto tomó la palabra el protagonista, mucho más cercano de lo que cabía esperar, no sólo por tratar un tema aparentemente frío, como es la economía, sino también por la formalidad del auditorio.
Francisco Álvarez habló de Bolsas, de errores periodísticos, de economía, de inversiónde y también comunicación; respecto a este último punto, defendió una teoría muy llamativa. Según él, vivimos en un mundo global, donde la información fluye 24 horas inundando nuestras vidas de tal forma que nuestro cerebro no tiene tiempo de absorber todos los mensajes; quizás por eso hoy me he perdido con el telediario y la OPA.
En fin, gracias a él ahora entenderé un poco más esas hojas color salmón que esconden algunos periódicos y puede que descubra que se vive bien sin conocer la Bolsa, pero se vive mejor conociéndola.