No conocí al abuelo de mirada austera
y tibio corazón de peregrino,
no pude acariciar sus toscas manos
ni su frente cargada de esperanza
que se adentró despacio en otro siglo.
Pero sé que mi abuelo, el emigrante,
el que cerró los sueños con postigos,
se ancló en la isla llena de promesaspara
erguirse con todo su donaire
y forjar un hogar para sus hijos.
Villafranca del Bierzo fue su cuna
y la trajo escondida en algún sitio
bajo su piel humilde de labriego,
donde le fecundaron la nostalgia
y le marcaron todos los caminos.
No conocí al abuelo pero a veces
siento su corazón en mi latido,
y me llega de golpe la añoranza
cuanto cae en el alma de repente
la ingrata certidumbre del exilio.
no pude acariciar sus toscas manos
ni su frente cargada de esperanza
que se adentró despacio en otro siglo.
Pero sé que mi abuelo, el emigrante,
el que cerró los sueños con postigos,
se ancló en la isla llena de promesaspara
erguirse con todo su donaire
y forjar un hogar para sus hijos.
Villafranca del Bierzo fue su cuna
y la trajo escondida en algún sitio
bajo su piel humilde de labriego,
donde le fecundaron la nostalgia
y le marcaron todos los caminos.
No conocí al abuelo pero a veces
siento su corazón en mi latido,
y me llega de golpe la añoranza
cuanto cae en el alma de repente
la ingrata certidumbre del exilio.