El Papa nos recibe en su hotelillo humilde de cinco estrellas en pleno centro de Valencia, y nos abre personalmente el portalón plateado de la suite papal. Con una copichuela en una mano, un platillo de caviar en la otra y disfrazado de fallera para no desentonar, nos comenta lo bien que se lo ha pasado jugando al golf y comprobando lo que llama “milagro español”: que haya sequía y al mismo