Hace unos días escribí sobre las distintas visiones que parecemos tener hombres y mujeres en cuanto a la limpieza se refiere. Ya lo dije, y lo repito, limpiar no es una cosa que me guste hacer, es una cosa que tengo que hacer.
Me toca mucho la mora, la gente, en la mayoría de los casos, mujeres que van chuleando de lo mucho que ayudan sus maridos/novios/ajuntaos en casa, cuando muchas veces se nota que el otro no mueve ni un dedo. Se trata de que seamos un equipo, para mí, en todos los aspectos de la vida, y como equipo trabajamos juntos, por y para nosotros. Y esto incluye limpiar. No se trata de que el hombre limpie más que la mujer, para compensar no sé qué años de opresión vividos por las generaciones de mujeres anteriores a la nuestra. Tampoco se trata de que la mujer limpie todo para que el hombre pueda descansar. Se trata de repartir equitativamente, a parte iguales, como compañeros, compañeros de equipo.
Si tú no llegas, voy y te echo una mano, y si yo no puedo con lo mío, tú me ayudas a mí. Una ayuda, que debe ser algo puntual, porque si no, siempre habrá una parte que siempre haga más. Ayudar de manera puntual está bien, somos un equipo, nos ayudamos. Pero de lo que, desde mi punto de vista se trata, es de que trabajemos los dos por igual, tú en unas tareas y yo en otras.
Yo no me pego a la espalda de mi mitad teutona mirando cómo hace X tarea. Él las hace como las hace, y yo las hago a mí manera. Se trata de quede hecho y de que el piso esté medianamente limpio y ordenado. Pero sin exagerar eh, que ver un piso o casa tipo revista de decoración, todo tan bien, todo taaaan limpio, taaan colocado, me da taaaanto mal rollo, que prefiero ver algo por el medio.
Si todos ponemos de nuestra parte y estamos dispuesto a aprender y mejorar, es posible vivir en mediana armonía.