Mi hogar, el lugar donde me siento en mi casa, cómoda, agusto, feliz, está en Alemania. Es verdad que „sólo“ llevo 4 años en tierras germanas, pero poco a poco uno va formando una vida en el lugar.
Ese lugar, sea Alemania o sea el país que sea, tiene como todo sus ventajas y sus desventajas. No me cansaré nunca de repetir que es mejor quedarse con las ventajas, con las cosas positivas que nos ofrece el lugar donde estemos.
Ningún país es la panacea, y por supuesto que no es oro todo lo que reluce, pero es verdad que a veces nos dejamos llevar por lo que hemos oído, o leído de ese país, sin haber vivido en el. En Alemania hay muchas cosas que mejorar, pero desde mi punto de vista se puede vivir bien. Claro que el concepto de „vivir bien es muy subjetivo“.
Berlín es una ciudad increíble. Es como Nueva York, una ciudad que nunca duerme. La oferta cultural es inmensa, y la multiculturalidad está presente en cada esquina. Mas no es oro todo lo que reluce; Berlín también tiene su lado oscuro. Es una ciudad muy dura para vivir. Los inviernos son muy largos, y la calles están cubiertas por gruesas capas de hielo varios meses al año. La tasa de paro en Berlín es la más alta de toda Alemania, y los trabajos que se aspiran a conseguir cuando uno acaba de llegar, sin idioma y sin ejercer una profesión demandada, suelen ser precarios. Los tres trabajos más comunes son: Ser Minijobber, es decir ganar un máximo de 450 euros al mes, haciendo algún trabajo que no requiera formación concreta; trabajar como profesor de español, con unas condiciones de trabajo lamentables. O ser guía turístico, con unas condiciones de trabajo no mejores que siendo profesor de español.
Con ésto no quiero desanimar a nadie, pero que la gente vea que eso de “yo me apaño. Ya encontraré algo” puede ser un camino muy duro de recorrer.
No obstante, sigo diciendo que mi hogar está aquí. Soy feliz, ahora empiezo a ser feliz de verdad. Es ahora cuando empiezo a recoger los frutos de todo el esfuerzo sembrado.
Seguiré sembrando...