Que vaya por delante que no soy la más fashion del grupo. Y como fashion, entiendo persona que va vestidísima a la ultimísima y siempre súper monísima de la muerte.
No voy con ropa a la última, porque paso de comprarme ropa de temporada, para sólo ponérmela esos tres meses. Y además correr el riesgo de ver mi prenda de vestir en el cuerpo serrano de otra. Y lo que aún sería peor…que a ella le quede mejor.
Mis humildes orígenes me impiden derrochar dinero en cosas absurdas. Pero hay veces en los que me convenzo a mí misma y salgo a pasear mi cuerpazo latino por alguna zona peatonal alemana, plagaíta de tienduchos textiles.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando aún era una joven cándida e inocente, creía…pensaba… suponía que la ropa en España y en Alemania sería, cuanto menos similar. ¡Ja! Ríanse de mi inocencia juvenil. Similar…similar, lo que viene siendo similar…pues bueno, la ropa en España y en Alemania se compone de las mismas prendas: Pantalones, camisetas, vestidos etc.
Mas la forma y el color es otro mundo. La percepción cromática en Alemania es algo que me fascina y aterra a la vez. Ni siquiera en mi imaginación sin fin, hay cabida para esas combinaciones cromáticas y estampados imposibles, imposibles de ver sin que te de un principio de ataque epiléptico. O ganas de arrancarte la cabellera.
El sábado pasado mi mitad teutona y yo volvimos a casa con la firme conclusión de que debo ponerme a aprender corte y confección a marchas forzadas, porque señores, nosotros nos negamos a ir vestidos como payasos fuera de temporada.