Es mío y de nadie más. Soy yo la que vive en él y la que soporta las consecuencias cuando algo sale mal. Y precisamente porque sé qué es, que tu propio cuerpo parezca volverse loco y te las haga pasar canutas, precisamente por eso no puedo estar de acuerdo con la nueva ley.
No voy a entrar a dar mi opinión extendida, en la que comentar que me parece una ley arcaica, anacrónica e injusta. Una ley que pretende complacer a los sectores más rancios y peligrosos de la sociedad española. Una ley que no sólo limita la libertad de decisión de las mujeres, si no que la supedita a la de los hombres. Porque señoras y señores, hombres y mujeres no somos iguales y ¡ni falta que hace! Somos tan distintos en ciertos ámbitos como la noche y el día y eso no debe suponer problema ninguno, ya que la vida necesita de la noche y del día.
En el momento en el que hombres y mujeres tengan las mismas capacidades fisiológicas y/o físicas para reproducirse, entonces me parecerá bien que los hombres tengan tanto que decidir como las mujeres. Hasta llegar a ese punto, porque nosotras somos, las que sin poder de decisión propia, llevamos la responsabilidad y las consecuencias de estar embarazadas, somos nosotras las que debemos decidir libremente.
Con la ley anterior estaba la inmensa mayoría de la población de acuerdo y no subió el porcentaje de abortos. Con la nueva ley sí que subirá el porcentaje de abortos clandestinos. Y que eso tenga que pasar en “un país europeo, moderno y avanzado”, es demencial…