Cuánto tiñoso habría.
Triste pero cierto, este refrán resume una verdad como un templo. Y es que parece que no se puede tener un poquito de éxito sin tener que justificarse o esconderse. Claro está que no debemos restregar nuestros logros a nadie, ni pavonearnos. La soberbia es una cosa muy mala.
Si bien es cierto, que aunque creo normal sentir cierta envidia de la buena, cuando alguien de nuestro entorno logra algo, y nosotros parecemos estar sumidos en el valle del “me empeño pero no alcanzo”. Lo que no consigo comprender es que alguien que se supone cercano a nosotros, una persona de esas escogidas, la familia no sanguínea, no pueda mostrar alegría por nuestros logros.
¡Qué pena que la invidia pueda muchas veces más que la alegría!