Estaba todo hablado. No fue una sorpresa.
Una vez tomada la decisión, sólo teníamos que decidir cómo llevarlo acabo.
Cuando ya tuvimos claro cómo y cuándo, decidimos compartirlo con el mundo. Y como siempre hubo quien nos ofreció su apoyo incondicional sin reservas ni preguntas indiscretas. Y por su puesto hubo personas que no supuieron estar a la altura de las circunstancias.
Sea como fuere, lo hemos hecho como hemos creído adecuado y como hemos querido nosotros.
Dicho todo lo anterior, bautizo a mi hasta ahora "mitad teutona" como Don Ehemann.