jueves, 22 de diciembre de 2011

Diez preguntas sobre el anarquismo: una entrevista a Antonio Orihuela de Arturo Borra



1)      Al menos en la Europa de la última década algunos movimientos sociales –tal como ocurre con el movimiento 15-M- han reactivado de forma más visible un cierto espíritu libertario. ¿Qué factores inciden en este retorno del anarquismo? De forma inversa: ¿por qué ese espíritu libertario no cuenta con apoyos sociales más amplios?
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El anarquismo no retorna por que en realidad nunca se fue. Sus prácticas y su funcionamiento son tan simples que forman parte de la razón común de cualquier comunidad o colectivo que emprenda el camino del autogobierno, otra cosa es que la razón común se subleve o se quiera o necesite ejercitarse a través de estas prácticas que es a lo que estamos asistiendo ahora.
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No entiendo qué entiendes tú por apoyos sociales más amplios, de todas formas lo libertario, aún estando latente en todo ser humano, es una exigencia difícil de cumplir, no todo el mundo quiere ser libre, autónomo; no todo el mundo quiere participar en la construcción de lo colectivo, de lo asambleario, etc. Mucha gente es feliz bajo sistemas autoritarios, censitarios, delegacionistas, fuertemente jerárquicos... y desgraciadamente nuestro sistema de democracia formal y de fascismo sociológico tiene mucho de todo esto, con estos mimbres yo creo que las multitudinarias adhesiones y el éxito de las movilizaciones  en tanto tales ha sido indiscutible.

2)      Admitamos que no hay garantías para la promesa de otro mundo posible. En esas condiciones de incertidumbre, ¿cómo movilizar a diferentes sujetos colectivos en la construcción de un porvenir deseado?
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Si este mundo es imposible, ¿cómo no va  a haber garantías de que cualquier otro mundo es posible? Lo que no hay es voluntad, ganas, empuje de otro mundo en lo libertario. Ahí está el ejemplo de “Juventud Sin Futuro” y su discurso socialdemócrata para confirmar hasta dónde quiere caminar una parte importante y nada despreciable del movimiento 15-M.
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Los sujetos colectivos, desde una perspectiva no dirigista, no partidista al uso, no jerárquica, primero se crean por adición, es decir, son fruto de la suma de sujetos individuales que, desde el punto de vista libertario, se juntan y deciden conformar un sujeto colectivo por afinidad y porque consideran que ese sujeto colectivo encarna o puede funcionar como motor de un proyecto social determinado.

3)      La frontera entre marxismo heterodoxo y anarquismo no siempre resulta nítida, aunque sus diferencias con respecto al estado son conocidas. En este punto, ¿qué puede aportar ese discurso marxista al movimiento libertario?
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El marxismo heterodoxo no es ninguna teoría cerrada, habría que considerar a qué te estás refiriendo para poder saber si ese marxismo aporta algo o nada a la “teoría” libertaria, si es que eso existe porque lo libertario no es ninguna teoría sino una práctica social.

4)      ¿De qué forma podría concebirse la transición desde los actuales estados-nación a una sociedad sin estado, dando por sentado que los grupos hegemónicos ya despliegan todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener su régimen de privilegios? ¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?
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No tengo ni idea, de todas formas el movimiento libertario es pésimo para plantear maximalismos. Sin renunciar a ese horizonte de vida buena sin dominantes ni dominados, empecemos ahora, aquí, por cosas simples: la deserción del sistema, la auto contención, el cooperativismo, la extensión de los centros sociales autogestionados, la ocupación, el antimercantilismo, el don, el apoyo mutuo, etc.
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Los conflictos, a medida que fuéramos dejando atrás los valores mercantilistas y los asociados a la propiedad privada y fueran siendo sustituidos por el don, el intercambio, la gratuidad, el compartir, el apoyo mutuo, etc. se reducirían considerablemente. Una organización social de tipo municipalista, vinculada al territorio y que en lo posible tendiera a la autarquía y a lentitud se opone a todo tipo de injerencia, ataque o depredación de recursos lejanos o ajenos y al aprovechamiento integral de lo local. Los conflictos de la vida privada se resolverían en la vida privada o bien si fuera necesario en los tribunales populares o los jueces de paz, estas instituciones tampoco nos deben parecer extrañas.

5)      Uno de los reproches más repetidos con respecto a la izquierda es su dificultad de construir frentes de lucha en común. ¿Qué responsabilidades históricas tiene el anarquismo en la fragmentación de esos movimientos que buscan activamente una transformación social radical?
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Tal vez su responsabilidad ha sido el negarse siempre a transigir, a hacer concesiones, a hacerle el juego a la burguesía bajo la forma del partidismo o el sindicalismo socialdemócrata, del nacionalismo periférico, etc. y tal vez su responsabilidad esté también en haberse negado a desgajar y compartimentar lo que considera demandas integrales del ser humano en nuevos ismos: feminismo, pacifismo, ecologismo, vegetarianismo, nudismo, espiritualismo, naturismo, etc.  pero no hay que olvidar que ninguno de esos movimientos desea una transformación radical de la sociedad o al menos está claro que por el camino se han ido conformando a un programa de mínimos, en el peor de los casos a algún gesto del que manda, o a que los compren y los conviertan también en mercancía electoral o publicidad con la que seguir justificando sus desmanes. 

6)      ¿Por qué deberíamos renunciar a abrir un frente de lucha también (aunque no solamente) en las instituciones del estado, considerando que sus políticas nos afectan de forma directa? ¿Qué posibilidades reales hay de articular «representación parlamentaria» y «democracia directa»?
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El cuento de vamos a meternos dentro del sistema para destruirlo desde allí tiene ya una larga tradición en occidente. La practicaron todos los partidos comunistas y mira, terminaron defendiendo a la pequeña burguesía y las clases medias y propietarias. Eso no funciona.
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Representación parlamentaria y democracia directa son términos que no casan. Jugando con las reglas del Estado a su propio juego solo podemos perder. Ese es un camino no sólo equivocado sino estéril para todos nosotros, por ahí no vamos a ninguna parte.

7)      Una lectura habitual de la célebre expresión “pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas” es que ese pasaje equivale a una clausura de lo político, esto es, a una sociedad reconciliada, libre de antagonismos. En caso que resulte válida esa lectura, ¿hasta qué punto no se reintroduce un principio teológico en la historia humana, esto es, una dimensión mesiánica en la que el Otro es plenamente integrado a la comunidad?
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La lectura no es válida, no hay un “gobierno de los hombres y una administración de las cosas” en la perspectiva libertaria, sino acuerdo colectivo sobre lo que afecte más allá de lo individual.

8)      En algunas variantes ácratas, de modo similar a lo que ocurre en el liberalismo, la noción de «poder», circunscripta al estado, es concebida en términos negativos y represivos. Ahora bien, ¿qué implica desistir de toda forma de poder? ¿Qué puede hacer el antipoder ante poderes imperiales globales, despreocupados de la injusticia cotidiana y de la violencia que ejercen sobre millones de seres humanos?
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No es una cuestión de renunciar al poder (ya lo he dicho en la respuesta anterior), sino de renunciar al dominio, de no dominar y no ser dominado. Si tú te aplicas estas dos máximas en tu vida, si las aplicamos todos, el poder sólo cabe ya reclamarlo como una categoría que se disuelve en lo colectivo y que tiene más aspectos vinculativos que coercitivos, al contrario de lo que sucede hoy día.
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El antipoder puede hacer lo más difícil, decir NO, NO SERVIRÉ, frente a este gesto tan sencillo se derrumban todas las violencias e injusticias globales, todos los poderes militares y nucleares del mundo.

9)      La abolición de todo principio de jerarquía a menudo choca contra el reclamo de autoridad por parte de una subjetividad que con Guattari podemos denominar  «capitalística». ¿Cuáles serían los espacios estratégicos fundamentales para cambiar esa subjetividad dominante y qué papel deberían jugar los intelectuales en este proceso de cambio?
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El espacio de cambio es la mente individual y las prácticas que individual o colectivamente se concreten, se desarrollen y se expandan.
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El papel de los intelectuales suena demasiado a IIIº Internacional, los intelectuales, así vistos, ya están jugando su papel contrarrevolucionario en los medios de falsinformación capitalistas, mejor dejarlos ahí. El 15-M tuvo lugar a pesar de los intelectuales y felizmente contra ellos, si lo queremos repetir, extender y practicar como hasta ahora dejémosles en donde están y continuemos desconfiando de ellos.

10)  La actual arremetida del capitalismo mundializado, facilitada por la institucionalización del estado de excepción, parece estar conduciéndonos a un punto de no retorno en el que el desastre ecológico y social es una posibilidad cierta, nada remota. ¿Cómo reinventar las luchas libertarias en el siglo XXI, considerando esta dinámica económico-política que nos enfrenta a una situación inédita en nuestra historia?
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La pregunta está contestada a lo largo de la entrevista, no es una cuestión de inventar nada sino de poner en práctica lo que siempre ha estado ahí: Ejercitar la razón común, no dominar ni ser dominados, practicar la desobediencia civil, el apoyo mutuo y la autocontención, negarse a jugar su juego en el ámbito que sea: político, económico, ideológico, etc., construir espacios de socialización y producción al margen del sistema y tratar de realizar la vida buena que nos debemos aquí y ahora, sin más.