martes, 18 de marzo de 2014

Al borde

Hace un año empecé a caer cuesta abajo, sobre ruedas y con el viento a favor...
Algo no funcionaba como debía y me vi acompañada por dolores muy intensos y constantes. Desgraciadamente llegó un momento en el que no pude llevar mi vida normal, pero antes de llegar a ese punto, un año antes, fue cuando empezó todo. De la manera más tonta me di cuenta de que algo no iba como siempre. Al ir a dormir, no podía ponerme en la postura de siempre sin tener un pinzamiento en la espalda. De ahí en adelante fue como una bola enorme que cuanto más rueda cuesta abajo, más crece. Aquello era imparable y nadie parecía poder decirme por qué, ni qué hacer contra ello.

Llegó un momento en el que no podía dormir más de 2 horas seguidas. No podía vestirme ni moverme con normalidad. La pierna derecha se me dormía y llegué incluso a caerme varias veces. Estaba helada todo el tiempo porque los dolores eran tan masivos, que estaba constantemente bañada en sudor. La espalda me dolía tanto y los pinzamientos eran tan molestos que la mano derecha empezó a fallar, ya no podía coger las cosas con tanta fuerza como antes.

No obstante seguí trabajando y metiendo horas extras, para durante el semestre no tener que trabajar tanto. Escribí el trabajo final de carrera y lo entregué. Y todo esto antes de que me operaran.

Si alguien me pregunta cómo lo hice, no sabría responder. A día de hoy, un año después de aquella pesadilla y seis meses después de la operación, empiezo a sentirme como la yo de antes. Vuelvo a reconocerme en el espejo, una sonrisa me acompaña allá donde voy.

Pero sobre todo, en este año he aprendido que todo bosque tenebroso tiene un fin. Queda mucho camino por recorrer. Y no sé cómo me encontraré en el futuro, la endometriosis es una compañera que no abandona con facilidad, sin embargo me quedo con mi bonito presente.