lunes, 29 de octubre de 2012

Comida sana



Somos  lo que comemos, o eso dicen los especialista, y yo, aún siendo un poco iconoclasta, o eso me dicen a veces, en este caso sí que les doy la razón a los especialistas. Una alimentación sana es la base fundamental de una vida sana, si es que ya lo decían los romanos con su “[…] mens sana in corpore sano” y nuestras madres con su “acábate todo hombre, que tienes que comer bien”.

Cuando uno es intolerante al gluten, vamos celíaco, aprende qué, o comes es casa y te lo haces tú mismo, o las opciones para comer fuera de casa son bastante limitadas y a veces bastante frustrantes. Eso de ser la única del grupo de gente que no puede comer ni (llegado a este punto yo cojo aire y recito de memoria todo lo que no puedo comer, tal y como me lo enseñó mi madre de pequeña): trigo, avena, centeno, malta, cebada y triticale.  Hay veces que todos esos cereales que yo no puedo tomar, además de estar en su forma más evidente, tipo rebozado, también están escondidos de forma perversa en forma de salsas y aliños, así que siempre hay que mirar todo lo que un celiaco va a consumir. 

El hecho de estar más obligado que otras personas a comer más sano por el mero hecho de ser celíaco tiene las ventajas de que la dieta de la persona tiende a ser más sana que la dieta de una persona no celíaca.  Yo procuro comer sano, pero sé que no sigo al pie de la letra las recomendaciones de la dieta mediterránea, eso de 5 piezas de frutas y verduras al día, creo que no lo he conseguido nunca.
A mí alrededor veo a gente que come francamente mal, mucho bollo industrial, mucho picoteo en forma de patatas y cosas dulces, poca verdura, y muchísima comida precocinada. 

A pesar de que en España la gente cada vez se alimenta peor, y no me refiero sólo a los estragos que hace la crisis económica, sino a que la gente joven, sobre todo, consumen muchos productos congelados y precocinados y mucha comida basura, me da la sensación de que en Alemania la alimentación aún peor. Aquí casi todo lleva salsazas a base de nata, frutas y verduras más bien pocas y pescado menos aún. Los alemanes no tienen la costumbre que hay/había en España de sentarse a la mesa y comer “como Dios manda y como mandan nuestras madres”.