...como cada noche, al sentir las doce campanadas de la iglesia de Santa María, abrió la puerta de su confortable hogar y salió a pasear...le gustaba compartir con los gatos el silencio de la fábrica en la noche...escuchar el eco de sus pasos...admirar las grandes ventanas...imaginar el trabajo que se desarrollaba en el interior de esos muros...disfrutar de la solitud...ser consciente de cada uno de sus sentidos...ponerlos a prueba...vaciaba su mente en cada paso...sin rumbo...se dejaba llevar...era su momento...el momento de deshojarse...hasta quedarse desnuda...puede que alguna noche...pasadas las doce...te la encuentres en el silencio de la fábrica...entre esos grandes ventanales que la observan...puede que, por un momento, abandone su solitud y permita que la acompañes...
...infinitos besos para vuestros bolsillos...