Tener a la familia lejos, como casi todo en la vida, tiene sus ventajas y sus desventajas. Yo valoro mucho más esos días que paso en el norte desde que vivo todo el año fuera. Me alegro mucho más de volver a ver esas caras familiares, esos gestos conocidos, y no nos engañemos, llevo mucho mejor las cosas que me enervan de los demás. Es mucho más fácil no discutir si sólo nos vemos dos veces al año.
Cierto es que es muy bonito el reencuentro, pero el ir dos veces al año, supone que me quedo sin más vacaciones. No sólo no hay posibilidad económica, si no que nos hay días. El primer año no es molesto. El segundo tampoco me cuestionaba nada distintos. El quinto año es distinto. Yo quiero mucho a todo el mundo, pero este año ya digo “Santo Tomás, una y no más”. El año próximo iremos una vez. Ya veremos si en invierno o en verano, pero yo no sacrifico más todas mis vacaciones para visitar a nadie. Si alguien quiere verme, que venga, que cuesta lo mismo en ambas direcciones.
Me parece increíble que haya gente que espere y exija que sea yo la que va y viene, la que de vueltas como una noria. Porque claro, es que yo tengo que cumplir….