domingo, 29 de abril de 2012

Diez preguntas sobre el anarquismo: una entrevista a Emilia Moreno de Arturo Borra



1) Al menos en la Europa de la última década algunos movimientos sociales –tal como ocurre con el movimiento 15-M- han reactivado de forma más visible un cierto espíritu libertario. ¿Qué factores inciden en este retorno del anarquismo? De forma inversa: ¿por qué ese espíritu libertario no cuenta con apoyos sociales más amplios?

El deseo de las personas por vivir en libertad, de forma solidaria y en sociedades donde la solidaridad, el comunitarismo y el apoyo mutuo rijan es tan antiguo como la de dominar e imponerse; es una dialéctica que siempre ha estado presente y, en este último siglo, no sólo el 15M, sino los movimientos okupa, los antiglobalización y otros han sido la cara de la primera. ¿Por qué no son más quienes se suman? Quizás sea una pregunta para quienes no comparten el ideal libertario como el que impulsa la mejor de las organizaciones humanas; lo que sí es cierto, es que son muchas y muchos quienes lo vienen buscando de una u otra manera, y el que sea difícil encontrarse no debe ser un obstáculo para seguir intentándolo.

2) Admitamos que no hay garantías para la promesa de otro mundo posible. En esas condiciones de incertidumbre, ¿cómo movilizar a diferentes sujetos colectivos en la construcción de un porvenir deseado?

Pienso que el error está en intentar movilizar; eso ya lo hace el poder.  Dirigir y decir a las personas qué es lo que deben hacer no tiene por qué ser  el objetivo. Es lógico el temor a los cambios profundos, es más fácil irse adaptando a las circunstancias e intentar mejorar desde dentro,  es fácil caer en el buenismo; y de este temor se vale el poder para someter. Por ello, admitiendo la dificultad de alcanzar ese “mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones” lo mejor es echar a andar y demostrar andando sus posibilidades. Y hoy en día son muchos y muchas quienes han comenzado a caminar.

3) La frontera entre marxismo heterodoxo y anarquismo no siempre resulta nítida, aunque sus diferencias con respecto al estado son conocidas. En este punto, ¿qué puede aportar ese discurso marxista al movimiento libertario?

No me siento muy autorizada a contestar sobre el marxismo heterodoxo, entre otras cosas porque para mí son un enorme crisol de organizaciones y siglas muy diversas y heterogéneas.
En sus bases existe mucho de ideal utópico, y por ello, al igual que en el anarquismo, es imprescindible el encontrar puntos de encuentro para en la diversidad ser capaces de construir en positivo.

4) ¿De qué forma podría concebirse la transición desde los actuales estados-nación a una sociedad sin estado, dando por sentado que los grupos hegemónicos ya despliegan todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener su régimen de privilegios? ¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?

Está claro que el poder no va a ceder sus privilegios. La actual organización, regida por entes netamente económicos y ultra nacionales, donde los conceptos de Estado y Nación sirven como instrumentos desde los que someter,  tiene un enorme aparato represor, en el que la propaganda y el control intelectual es una de sus mejores herramientas; consigue con ella convencer a buena parte de la sociedad del peligro que supone cualquier intento de cambio y que ésta le haga el trabajo sucio de su neutralización en la mayoría de las ocasiones.

Es necesario que seamos capaces de combatir esta propaganda, y aunque con dificultad, internet se está demostrando una buena herramienta tanto en la transmisión de la información, como en la difusión de las ideas y su debate. Sólo se precisa ir despertando el hambre de saber y conocer, y últimamente tanto recorte y tanta restricción está llevando a muchas personas a buscar. Hemos de ser capaces de tener las respuestas.

Y en cuanto a la última cuestión: sólo la experiencia nos podrá responder a estas preguntas, será maravilloso poder contestar algún día, pero como decía Lucía Sánchez Saornil, serán otras quienes alcancen el sueño, nosotras bastante hacemos con caminar hacia él.

5) Uno de los reproches más repetidos con respecto a la izquierda es su dificultad de construir frentes de lucha en común. ¿Qué responsabilidades históricas tiene el anarquismo en la fragmentación de esos movimientos que buscan activamente una transformación social radical?

Bueno, cada uno tiene su versión en cuanto a responsabilidades a lo largo de la historia, pero tanto en la primera internacional, como en la guerra civil española no hay muchas dudas de quién fue la damnificada, y cómo a su costa y por perseguir meramente el poder se perdió la oportunidad de hacer realidad una utopía que podría haber cambiado la historia del mundo.

Y en cuanto a la actualidad, una buena amiga dice que todo partido u organización de izquierda, por pequeña que sea, es susceptible de dividirse por dos. Siempre me ha hecho sonreír la ocurrencia, pero no deja de ser una de las grandes lacras con la que nos hemos de enfrentar. Quienes nos decimos herederos y herederas de organizaciones nacidas a finales del siglo XIX y principios del XX, nos hemos aferrado en muchas ocasiones a la literalidad de sus planteamientos, creados para una sociedad muy diferente a la actual, con medios y condiciones de vida inimaginables entonces, y nos hemos olvidado de aplicar su espíritu. La rigidez ha propiciado desencuentros en ocasiones absurdos, provocando un fundamentalismo diametralmente opuesto al objetivo y el pensamiento de las organizaciones originarias.

6) ¿Por qué deberíamos renunciar a abrir un frente de lucha también (aunque no solamente) en las instituciones del estado, considerando que sus políticas nos afectan de forma directa? ¿Qué posibilidades reales hay de articular «representación parlamentaria» y «democracia directa»?

Representación parlamentaria y democracia directa son términos absolutamente opuestos e irreconciliables; participar en las instituciones es reconocerlas, reconocer su poder para decidir sobre nuestras vidas. Pretender incidir en ellas es legitimarlas y como dice  Ricardo Flores Magón “las revoluciones fracasan porque, una vez triunfan, los hombres delegan el poder en el gobierno revolucionario”. Nunca nadie debe delegar en un gobierno.

7) Una lectura habitual de la célebre expresión “pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas” es que ese pasaje equivale a una clausura de lo político, esto es, a una sociedad reconciliada, libre de antagonismos. En caso que resulte válida esa lectura, ¿hasta qué punto no se reintroduce un principio teológico en la historia humana, esto es, una dimensión mesiánica en la que el Otro es plenamente integrado a la comunidad?

Nunca he compartido esta expresión, al margen del valor que pueda tener por el momento y la voluntad del Saint-Simon, creo que el gobierno nunca puede pasar de las personas a las cosas, dado que quien tiene capacidad de incidir sobre el mundo son las personas y para su bien y provecho es que se han de tomar las decisiones. Las propuestas de Saint-Simon, reconociéndole el mérito de lo novedoso en su momento, han quedado totalmente sobrepasadas. Es obvio que la organización industrial por sí sola no redistribuye la riqueza, y por tanto es necesario algo más, o diferente, al gobierno de las cosas.

8) En algunas variantes ácratas, de modo similar a lo que ocurre en el liberalismo, la noción de «poder», circunscripta al estado, es concebida en términos negativos y represivos. Ahora bien, ¿qué implica desistir de toda forma de poder? ¿Qué puede hacer el antipoder ante poderes imperiales globales, despreocupados de la injusticia cotidiana y de la violencia que ejercen sobre millones de seres humanos?

El anarquismo no defiende el anti-poder o la falta de poder, sino su ejercicio responsable y colectivo, defiende la autoridad de quien la tiene desde el conocimiento y el respeto, defiende el poder de las personas y su coherencia, y su única forma de luchar contra el poder constituido es la justicia, la coherencia y la suma de la mayoría a la que defiende;  una utopía quizás, pero también el motor que mueve a muchas personas.

9) La abolición de todo principio de jerarquía a menudo choca contra el reclamo de autoridad por parte de una subjetividad que con Guattari podemos denominar  «capitalística». ¿Cuáles serían los espacios estratégicos fundamentales para cambiar esa subjetividad dominante y qué papel deberían jugar los intelectuales en este proceso de cambio?

Solo hay un espacio de cambio posible: la base; para que haya un cambio sólido y real, que no acabe en una nueva decepción y en una operación de maquillaje es imprescindible comenzar desde abajo, desde cada una de las personas, su familia, su entorno…No podemos construir otra sociedad si cuando volvemos a casa repetimos los roles mercantilistas y patriarcales que denunciamos; sólo comenzando por uno mismo podemos aspirar a otra sociedad y en esta tesitura cada cual ha de ser coherente en su ámbito, incluido el intelectual

10) La actual arremetida del capitalismo mundializado, facilitada por la institucionalización del estado de excepción, parece estar conduciéndonos a un punto de no retorno en el que el desastre ecológico y social es una posibilidad cierta, nada remota. ¿Cómo reinventar las luchas libertarias en el siglo XXI, considerando esta dinámica económico-política que nos enfrenta a una situación inédita en nuestra historia?

Se está reinventando cada día en las asambleas de barrios, en las plazas tomadas, en las cooperativas autogestionadas, en los huertos ecológicos…Es mucha la tarea que hay que hacer para conseguir detener el desastre ecológico. La primera de todas: asumir que este estilo de vida absurdo al que nos han acostumbrado es imposible de mantener y que la austeridad no tiene por qué aportarnos menos felicidad, sino al contrario hacernos sentir mucho mejor con nosotros y nosotras mismas.