martes, 17 de septiembre de 2013

La dura vuelta al cole



Volver a la rutina estudiantil es duro. Hay niños que los llevan mejor, otros lo llevan peor. Hay padres que sufren al separarse de sus hijos, otros en cambio están encantados de librarse de las fierecillas un par de horas al día. Todo depende de las personas y sus circunstancias personales e intransferibles.
A parte de los madrugones diarios, otro de los aspectos que se hace duro, en este caso especialmente para el bolsillo de los padres, es la compra de libros.  Yo que vengo de una familia humilde, para la que los años 90 fueron muy duros, tengo un claro recuerdo de la agonía que era tener que hacerse con todos los libros, cuadernos y demás parafernalia. Por supuesto todo ello debía de ser de marcas muy concretas y nada económicas.
Como ya es sabido por todos nosotros, el (des)gobierno actual ha metido la tijera en temas sagrados. Este año son miles las familias que se han quedado sin beca para los libros, y sin la cual no podrán hacer frente al desmesurado gasto que supone para una economía familiar, en muchos casos más que precaria, la compra de los libros y el material escolar.
En estos tiempos que corren, la opción general debería ser el préstamo de libros. Es decir, los libros de texto pertenecen al centro y cada alumno paga un alquiler de, digamos 20 euros por curso para todos los libros. Cada alumno es responsable de lo que  suceda con esos libros, por lo tanto debe cuidarlos mucho, para que otro alumno pueda utilizarlos el curso próximo.
El material escolar, debería ser de marca blanca y cada centro debería facilitar a los padres comprarlo a un precio más económico. No de recibo que en material haya que desembolsar cerca de los cien euros (dependiendo del curso académico).
Alquilar, prestar y compartir, deben ser las palabras claves. Y no sólo en época de crisis.