viernes, 25 de febrero de 2011

Llegando a mi límite

Aunque no lo parezca a simple vista soy una persona que para según qué cosas suelo tener bastante paciencia y creo que también bastante manga ancha. Claro, no soy para todas las cosas igual de paciente. Si tiene que ver con la universidad o con algún trabajo soy más impaciente, procuro controlarme pero no siempre lo consigo.

Hay personas con las que tengo más paciencia que con otras. Con la gente a la que quiero suelo ser muy exigente, pero también paciente. Si hacen algo que me molesta, duele o enfada en vez de explotar procuro controlarme, morderme la lengua y tratar de calmarme. Ya cuando estoy más tranquila es cuando hablo con ellas.

Con mi compañera de piso, paradojas de la vida alguien que no me importa en absoluto, estoy teniendo una paciencia que ni el santo Hop. Debo decir que estoy orgullosa de mi por no haberle estirado ya de lo pelos o haberle estampado una sarten en la cara...sí, lo sé, dicho así suena muy fuerte, pero creedme que si hubierais traspasado ya el límite de vuestra paciencia hace tiempo, tendríais las mismas ganas que yo de estamparle algo.

Yo ya no puedo más, hablar con ella no sirve de nada, dejarle notas tampoco. Ella es así y nunca cambiará y a mi bien que me joderá ( con permiso hago un guiño a Alaska).

Que me quiero marchar de aquí es evidente, pero claro hasta que llegue el momento en el que deje el piso falta algo de tiempo. Y yo en estos momentos me pregunto: ¿Seré capaz o no seré capaz? e ahí la cuestión