martes, 24 de enero de 2012

Ocho preguntas sobre el anarquismo: una entrevista a Enrique Falcón de Arturo Borra




1) Al menos en la Europa de la última década algunos movimientos sociales –tal como ocurre con el movimiento 15-M- han reactivado de forma más visible un cierto espíritu libertario. ¿Qué factores inciden en este retorno del anarquismo? De forma inversa: ¿por qué ese espíritu libertario no cuenta con apoyos sociales más amplios?

Si quieres que te diga la verdad, yo no percibo un especial “regreso del anarquismo”, ni siquiera queriéndolo observar a través de la experiencia colectiva con que entendemos el 15-M. Me imagino que desde esta apreciación habría que hablar entonces de la crisis del keynesianismo en occidente, de la caída del régimen soviético, de la rendición de los estados nacionales a las familias más ricas y a los mercados, o de la incompatibilidad acuciante que existe entre expansión capitalista y naturaleza.

Es cierto que el “No nos representan” del 15-M podría hacernos pensar en esa supuesta vuelta del anarquismo. Sin embargo, hay dos hechos que podrían llevarnos a repensar esto con otros matices. El primero es que ese mismo movimiento también se alimenta de elementos propiamente socialdemócratas que no estarían del todo dentro de sus supuestas filiaciones libertarias. En segundo lugar, sería quizá deshonesto pensar en un “regreso del anarquismo” cuando las prácticas sociales del movimiento libertario vienen de bien largo, desde hace décadas, expresándose históricamente en diferentes circunstancias concretas.

Existe además un tercer hecho sobre el que creo no podemos pasar de puntillas una vez entrados en este nuevo ciclo histórico. El aparente desmantelamiento actual del estado en manos de la voracidad de los mercados pareciera correr paralelo a un regreso del anarquismo, cuando estoy más que convencido que no es más que un espejismo cuidadosamente tramado: el estado, en fin, sigue siendo hoy una de las mejores instituciones con las que poder canalizar los intereses de clase de los más poderosos. El parlamentarismo con el que se pretende legitimar ese estado “recortado” no hace más que actualizar la necesidad de prácticas sociales reivindicadas desde hace tiempo por el mundo libertario. Y ese mundo no podrá recibir apoyos sociales más amplios mientras se siga creyendo que, ante las llamadas “fuerzas del mercado”, es imprescindible apuntalar la arquitectura de lo estatal.

Es decir, en el actual estado de cosas la pregunta que cabría hacerse es: ¿hasta cuándo seguiremos creyendo que la “la fuerza de nuestros votos” cambiará de veras la actual alianza entre estado y mercado? ¿Cuántas catástrofes seremos capaces de acumular para desvelar por fin el rostro actual que se enmascara en ese espejismo de pactos?


2) Admitamos que no hay garantías para la promesa de otro mundo posible. En esas condiciones de incertidumbre, ¿cómo movilizar a diferentes sujetos colectivos en la construcción de un porvenir deseado?

Tenemos un pánico tremendo a ser auténticamente libres y, al mismo tiempo, somos más que conscientes de que ese miedo existe, tanto en nosotros como en nuestra propia biografía de educación y formación. Lo realmente complicado es desear empoderarnos de nuestra historia, y hacerlo en común. Precisamente la experiencia acumulada del anarquismo nos muestra cómo se ha podido vencer esa lógica de encierro y de dejación de nuestra propia libertad: un hombre o una mujer diciendo “No” es un hombre y una mujer “posibles”, claro que sí. Si no nos creemos eso, deberíamos entregarnos ya a la resignación que se nos predica, a la destrucción mutua, o al fascismo.

Las prácticas compartidas de liberación (bien reales en nuestra historia y lejos del misticismo de la conversión individual) alimentan esa posibilidad común de resistencias y desobediencia, allí donde se ejercen, y son precisamente esas prácticas sociales (el anarquismo, creo, es más una práctica social viva que una teoría meticulosamente preestablecida) las que nos pueden demostrar que no es un absurdo “educarnos” desde otras lógicas posibles. Sé que aquí deberíamos sacar algo de artillería de los manuales de antropología, pero reconozco que yo me manejo muy mal con la teoría; con la palabra poética en la mano (quizá me desenvuelva algo mejor ahí) quise expresar esto mismo, no hace mucho tiempo, con este poema, por si sirve de algo:


           CANCIÓN DEL LEVANTADO

No adoptes nunca el nombre que te dé la policía
No acerques tu caricia a la piel del invasor
No comas de su trigo, no bebas más su leche
No dejes que tu alberca la vuelvan lodazal

No esperes casi nada de su magistratura
No reces en su lengua, no bailes con sus ropas
No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes
Ni alojes en su boca la sal de tu sabor

No guardes en el sótano más bombas incendiarias
No firmes con tu letra los presagios del poder
No tiendas más cadáveres en la comisaría
No esperes nunca nada de la voz del ataúd

No entregues tu camisa a ninguno de sus bancos
Ni viertas en tu vientre el pozal de una bandera
No lleves a tu amigo a los pies del impostor

No dejes que su lengua fructifique tras tu casa

No dejes a tus hijos,

no permitas a tus hijos
correr por su jardín.


Valdría entonces el poemita de marras. O, mejor aún, aquello que solía repetir nuestro Fermín Salvochea: «Los pobres son los más y tienen la razón y la fuerza de su parte. ¿Qué necesitan para vencer? Solamente quererla».

3) La frontera entre marxismo heterodoxo y anarquismo no siempre resulta nítida, aunque sus diferencias con respecto al estado son conocidas. En este punto, ¿qué puede aportar ese discurso marxista al movimiento libertario?


Las fronteras entre esos dos mundos –el “marxista” y el “libertario”– son más nítidas y cerradas en la teoría que lo que en realidad ocurre en las calles, donde el transvase de intuiciones y prácticas es más fluido de lo que cabría imaginar. Dicho esto, y reconocida la transfusión recíproca entre esos dos discursos (¿realmente son solamente dos?), la pregunta a lo mejor no sería tanto cuáles podrían ser las mejores aportaciones del marxismo al anarquismo (o a la inversa), sino qué aportan ambos, y cada uno, en el frente de las resistencias comunes al sistema de poder actual, cómo cuestionarlo de manera más eficaz y visible.

En todo caso, se me ocurre que de un marxista un buen anarquista podría aprender algunas cosas acerca de la gestión de la fuerza; y que, de un modo inverso, de un anarquista un buen marxista podría aprender también alguna cosa acerca de la gestión de las decisiones verdaderamente colectivas.


4) ¿De qué forma podría concebirse la transición desde los actuales estados-nación a una sociedad sin estado, dando por sentado que los grupos hegemónicos ya despliegan todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener su régimen de privilegios? ¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?


Sería muy ingenuo dar una respuesta sencilla a esa pregunta cuando ni siquiera está del todo claro que aún estemos manejándonos en las coordenadas de los estados-nación. Lo cierto es que asistimos a un despliegue asombroso del capitalismo en el que este necesita tanto del “político clientelista” (que se siente cómodo en los entresijos de las administraciones nacionales) como del “tecnócrata” (especialmente hábil cuando se maneja en las redes más globalizadas de los mercados financieros).

En cualquiera de los dos casos, ambos se han estado apoyando sobre un acto general de dejación por parte de las poblaciones gobernadas, y ese acto les confiere a ambos un enorme poder de continuidad y legitimidad. No es otra cosa que una especie de pacto delegacionista por el que transvasamos sobre el político nuestras propias capacidades de decisión (acerca de qué prioridades políticas hay que tomar en cada momento) y, en caso de fracasar aquel, nuestra propia capacidad de movilizar ideas (acerca de cómo se vuelven efectivas sus formas concretas de organización social).

Lo que todavía me parece aún más preocupante es si deberemos esperar la emergencia (hablo de Europa) de una tercera “figura delegada”, la del político caudillista, a la que el capital no dudará en recurrir en caso de que incluso el tecnócrata también resulte insuficiente. ¿También entonces la gente delegará en él su propia capacidad de fuerza, en un nada improbable escenario de sociedades administradas según corte fascista?

Creo que es precisamente sobre esa continua acta de delegaciones sobre la que deberíamos actuar, dinamitando nuestro miedo a la libertad y deslegitimando toda práctica con que la gente renuncia a su empoderamiento en tanto ciudadanos. Es decir, dejar de delegar en los extraños (el político clientelista de siempre, el tecnócrata de ahora, el caudillo de pasado mañana) nuestra decisión, nuestra creatividad y hasta nuestra propia fuerza. De otra manera seguiremos asistiendo a cómo el capital moviliza sus propios intereses (que no son, ni de lejos, los de la ciudadanía) a partir de esa triple dejación.

En fin: a ese “No nos representan” debería seguir la recuperación de espacios comunes –lo más autogobernados posibles– de decisión colectiva, los presupuestos participativos, la banca ciudadana, los tribunales populares para los conflictos del ámbito común, el control sobre el armamento nacional, la territorialización sostenible de nuestros recursos, la socialización de todo medio de producción, la mesura sobre la productividad y el consumo, la emergencia de las asambleas locales, y todas cuantas prácticas de empoderamiento horizontal sea capaz la gente de movilizar libremente. Pese a ello, mucho me temo que tras el “No nos representan” nos podamos llegar a contentar con la conquista de alguna que otra reforma electoral, con Sarkozy celebrando ahora una Tasa Tobin, o con una ciberdemocracia tipo Facebook (esas “plataformas simpáticas para seducir a millones de usuarios a los que colocar publicidad personalizada”, ha escrito Isaac Rosa en su última novela), ... y que ahí se quede todo.


5) Uno de los reproches más repetidos con respecto a la izquierda es su dificultad de construir frentes de lucha en común. ¿Qué responsabilidades históricas tiene el anarquismo en la fragmentación de esos movimientos que buscan activamente una transformación social radical?


Seguramente que muchas, como también ocurrió desde otros lados de ese frente de lucha común. Rastrear esas fracturas –sobre todo las que se produjeron en esos momentos de nuestra historia en que la rebelión fue realmente decisiva– es un campo minado del que deberíamos aprender muchísimo. Pero no es fácil decir esto y quedarse tan pancho cuando se recuerda a los rebeldes de Kronstadt o a los anarquistas españoles durante la guerra civil.


6) ¿Por qué deberíamos renunciar a abrir un frente de lucha también (aunque no solamente) en las instituciones del estado, considerando que sus políticas nos afectan de forma directa? ¿Qué posibilidades reales hay de articular «representación parlamentaria» y «democracia directa»?



No creo que sean articulables de modo alguno «representación parlamentaria» y «democracia directa», sinceramente. Es lo que no acabamos de asumir. El pasado año 2011 se saldó con un hecho devastador (entre los muchos que cabe contabilizar en la memoria del capitalismo): la inconveniencia de que el pueblo griego hablara a través de una cosa tan sencilla como es un referendo. Lo que no interesaba a los mercados se ratificó mediante un acto de decisión por parte de los representantes estatales del pueblo griego. ¿Habría sido una alternativa una lucha en las instituciones del estado para intentar abrir allí una salida “a la islandesa”? Probablemente, pero sabemos en qué suele acabar todo eso.

Para que un partido pueda realmente utilizar con fuerza y eficacia las instituciones del estado, con el deseo de pararles los pies a las fuerzas del mercado, es preciso dotar a ese partido de unas dimensiones tales y de unas dinámicas organizativas tales que acabarán inhabilitándolo como vehículo de democracia directa, aunque fuera precisamente esa su vocación inicial. Nuestra historia está jalonada de dinámicas como esta (ahora estoy recordando el registro que sobre algo parecido hizo Belén Gopegui en su última novela). Basta asomarse a los entresijos de poder que maneja cualquier partido medianamente capacitado para obtener una destacada fuerza en los parlamentos, para comprobar –no sin cierta dosis de desolación– sus traiciones de clase y sus alianzas con los sectores estratégicos de poder en las sociedades que pretenden administrar. Creo sinceramente que las estructuras de partido actúan de manera impermeable ante cualquier posibilidad medianamente seria de democracia directa; las estructuras de partido ni son asambleas ni generan asamblea a su alrededor.


7) En algunas variantes ácratas, de modo similar a lo que ocurre en el liberalismo, la noción de «poder», circunscripta al estado, es concebida en términos negativos y represivos. Ahora bien, ¿qué implica desistir de toda forma de poder? ¿Qué puede hacer el antipoder ante poderes imperiales globales, despreocupados de la injusticia cotidiana y de la violencia que ejercen sobre millones de seres humanos?

No, los anarquistas no negativizan el poder. De modo alguno. Ni siquiera creo que sea admisible que los neoliberales hayan renunciado al ejercicio de poder, vaya que no. Lo que ocurre es que estos desean ejercerlo (y repito: vaya que lo ejercen) minimizando las dimensiones del estado y arrodillándolo ante las fuerzas del mercado, cuyos intereses –sería bueno que no lo olvidáramos– no suelen ser nunca los de la mayoría de la gente.

Los anarquistas desean minimizar el dominio del estado a través de procesos participativos de empoderamiento popular: la gente ejerciendo su capacidad de decisión (y no seamos ingenuos: esto es poder) en todo lo que afecta a las cosas comunes, sin mediación de representantes ni de agentes externos del orden. Las prácticas sociales libertarias no desisten, pues, de poder decidir juntos acerca de la vida en común. La asamblea, de hecho, no se constituye nunca como una fuente de antipoder (aunque este término sea desde luego útil a la hora de juzgar las posiciones en conflicto): es, de facto, una fuente de poder.

La segunda parte de tu pregunta introduce en todo esto una cuestión ya clásica dentro del pensamiento anarquista, el “problema de las escalas”: ¿cómo escalar el poder de las dinámicas asamblearias a dimensiones globales sobre territorios cada vez más complejos? Es esta, de hecho, la misma cuestión que estarían planteándose hoy los ideólogos que confían en la fuerza de los estados, acerca de los posibles modos de construcción de un estado global capaz de hacer frente a la internacionalización de los mercados financieros y de la ya intensísima comunicabilidad de los espacios tradicionalmente regionales. Desde luego, no es nada fácil manejarse en esas escalas –al menos a mí me resulta más que dificultoso– y es aquí donde se suele acusar al anarquismo de acabar siendo no más que una buena idea “para pasado mañana”.

En cualquier caso, a pesar de la tradicional dificultad que el anarquismo muestra para las arquitecturas sociales a gran escala, hay que reconocer –quizá hasta con urgencia– que los primeros frentes de lucha y contestación han de partir de lo local, en el ámbito de territorios de alcance seguramente más pequeño. Si las personas somos incapaces de romper jerarquías y delegaciones en nuestra vida social más cotidiana, ¿cómo plantearnos hacerlo sobre escalas todavía más gigantescas?


8) La actual arremetida del capitalismo mundializado, facilitada por la institucionalización del estado de excepción, parece estar conduciéndonos a un punto de no retorno en el que el desastre ecológico y social es una posibilidad cierta, nada remota. ¿Cómo reinventar las luchas libertarias en el siglo XXI, considerando esta dinámica económico-política que nos enfrenta a una situación inédita en nuestra historia?


Si te soy sincero, cuando pienso en el futuro de Europa, soy cada vez más pesimista: puede que a la postre el fin del capitalismo arrase, efectivamente, con todo. No deberíamos menospreciar la posibilidad de estar llegando a ese punto de no-retorno absoluto.

La dinámica autodevoradora del capital es a todas luces imparable y ella misma parece precipitarse al colapso, independientemente de si se reactivan o no fuerzas antagonistas de resistencia. La gran pregunta de nuestro tiempo es si ese colapso dejará –justamente antes o justamente después– algún espacio verdaderamente respirable en términos humanos, o si habremos de asistir en Europa a la emergencia de comunidades humanas refeudalizadas de corte fascista. La figura del caudillo no es, a mi modo de ver, una reliquia del pasado.

Es en ese momento donde será deseable comprobar el grado de sentido común acumulado en la memoria histórica de la gente: la experiencia acumulada de prácticas sociales saludables, contenidas, esperanzadoras y autogestionadas podrá ser más que útil para hacer creíble, entonces, la supervivencia de los pueblos. Y el anarquismo –junto con otras fuerzas emancipatorias de resistencia y liberación– tendrá entonces mucho que decir.


Enero 2012

miércoles, 18 de enero de 2012

Soraya, el esfuerzo se lo pides a ellos.

Esta es la última frase de un artículo de opinión que ha sido publicado hoy en El País. Estando en el extranjero no puedo permitirme comprar la edición impresa de los periodicos, pero no por ello dejo de ojearlos todos los días.

He leído este artículo de opinión y debo decir que estoy de acuerdo con él. Es verdad que ha habido muchas personas que sí que han vivido por encima de sus posibilidades, vieron que los bancos les daban dinerito a "mansalva" y sin hacer demasiadas preguntas. Lo de mansalva por pongo entrecomillado, porque ambas partes, tanto los dadores como los receptores, creyeron que la vida económica era así de fácil.

Si bien es verdad que esta situación arriba comentada se dio en una gran parte de la población en la península, también es verdad que hubo otra parte que no se dejo llevar por la codicia y siguió haciendo las cosas con cabeza.

Nadie aprende en cabeza ajena y de los errores se aprende, pero en esta crisis están pagando, como siempre, justos por pecadores. ¿Qué culpa tengo yo de que apesar de tener buenas notas no haya trabajo? ¿Qué culpa tengo yo de que el gobierno de turno (que los hemos tenido de gaviota y de flor) no hayan hecho nada para proteger medianamente a sus ciudadanos antes los abusos desproporcionados de la banca?

Yo también he ahorrado, no me he metido en un prestamos cero para poder pagarme la carrera y salir de juerga, yo trabajaba como una mula 25 horas entre semana, de las cualos sólo eran remuneradas 20, sin contrato, sin seguro, dejandome la piel y los riñones con productos de limpieza industriales. Yo, no tengo el carnet de conducir porque no me parecia prudente meterme en tal gasto, porque, ¿para qué el carnet sin coche? El coche conlleva, seguro, gasolina etc. Yo, no me he ido de vacaciones a Viena, ni a Londres y mucho menos a china. Yo iba guardando las escasas monedas que podía juntar. Yo he caminado 7 Km para ahorrar 4 euros de autobus. Podría seguir ennumerando infinidad de cosas, pero no es necesario.

Me uno al artículo y digo: Soraya, el esfuerzo se lo pides a ellos.

martes, 17 de enero de 2012

Diez preguntas sobre el anarquismo: una entrevista a Ferran Aisa de Arturo Borra


1) Al menos en la Europa de la última década algunos movimientos sociales –tal como ocurre con el movimiento 15-M- han reactivado de forma más visible un cierto espíritu libertario. ¿Qué factores inciden en este retorno del anarquismo? De forma inversa: ¿por qué ese espíritu libertario no cuenta con apoyos sociales más amplios?
La situación política y económica actual es propicia para que se produzca la aparición de fenómenos de aspecto o movimiento social, como ya fueron los de signo antiglobalizador de los primeros años del siglo XXI, el movimiento Okupa y otros de signo más o menos libertario que han fomentado o fomentan aspectos como la solidaridad o el soporte mutuo. En este aspecto hay que añadir al movimiento 15-M, que ha puesto en su haber la práctica libertaria asamblearia. Que el anarquismo no haya desaparecido del planeta tierra es todo un fenómeno sociológico; a pesar de todo, el anarquismo, aunque sea en pequeñas dosis, continúa presente en el nuevo siglo. La falta de un apoyo social se debe sobre todo a la fuerza motriz del Estado y de sus soportes para combatirlo directamente de maneras muy sutiles basadas en calumniarlo o ignorarlo, incluso tergiversando los hechos históricos o la memoria colectiva. Por otra parte, la falta de una organización potente, dígase sindicatos o una coordinadora de movimientos sociales y libertarios, constituye el gran hándicap para encontrar apoyos sociales más amplios.
2) Admitamos que no hay garantías para la promesa de otro mundo posible. En esas condiciones de incertidumbre, ¿cómo movilizar a diferentes sujetos colectivos en la construcción de un porvenir deseado?
Las dificultades para crear un gran movimiento son muchas, pero la historia enseña que cuando las voluntades diversas quieren luchar para cambiar algo han de unirse, la fragmentación solo sirve para dar continuidad al sistema que se pretende derribar. Otro mundo es posible pero hay que construirlo desde el presente, creo que la movilización ha de pasar por tender puentes de diálogo entre las distintas maneras de pensar o de obrar con el fin de conseguir la construcción de un movimiento lo más amplio posible.
3) La frontera entre marxismo heterodoxo y anarquismo no siempre resulta nítida, aunque sus diferencias con respecto al estado son conocidas. En este punto, ¿qué puede aportar ese discurso marxista al movimiento libertario?
Las diferencias que existen entre el marxismo heterodoxo y el anarquismo, que son muchas, pueden limarse en la unión por la base, a través de la acción y la autogestión, por aquí se podría avanzar y ésta quizá es la aportación más clara que puede presentar el movimiento libertario. Es decir: un planteamiento de libertad y descentralización por encima de la autoridad y el centralismo.
4) ¿De qué forma podría concebirse la transición desde los actuales estados-nación a una sociedad sin estado, dando por sentado que los grupos hegemónicos ya despliegan todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener su régimen de privilegios? ¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?
Romper la hegemonía de los Estados-Nación con sus poderes fácticos (nacionales e internacionales) es realmente una proeza de titanes, pero imperios igual de grandes han caído… En todo caso si existiese una transición hacia otra sociedad diferente de la actual se habría de tener en cuenta los valores libertarios, creándose colectividades de individuos libres. Las comunidades libres se tendrían que organizar bajo los preceptos de federalismo, apoyo mutuo, solidaridad y, entre otras cosas, autogestión. La regularización de los conflictos habrían de decidirlo las comunidades en su respectivo momento.
5) Uno de los reproches más repetidos con respecto a la izquierda es su dificultad de construir frentes de lucha en común. ¿Qué responsabilidades históricas tiene el anarquismo en la fragmentación de esos movimientos que buscan activamente una transformación social radical?
Todos los movimientos de izquierdas tanto marxistas como libertarios son responsables de sus victorias y de sus fracasos, que, en realidad, han sido también las victorias y los fracasos de la sociedad en pos de su emancipación. Para recuperar un movimiento unido o frente de lucha común quizá tendríamos que volver a los rasgos comunes de la Primera Internacional, anterior a la separación de Marx y de Bakunin.
6) ¿Por qué deberíamos renunciar a abrir un frente de lucha también (aunque no solamente) en las instituciones del estado, considerando que sus políticas nos afectan de forma directa? ¿Qué posibilidades reales hay de articular «representación parlamentaria» y «democracia directa»?
Las posibilidades de que un movimiento revolucionario de izquierdas o de signo libertario participen en los organismos del Estado no son sinónimo de garantía emancipadora, todo al contrario, creo que –como la historia demuestra- participar en la política burguesa significa quedar integrado en el sistema que se quiere destruir. Pero tampoco hay que olvidar que el anarquismo ibérico ya ha participado en el poder a todos sus niveles, en otras circunstancias claro, pero el fruto real conseguido fue contrario al anhelo revolucionario perseguido. También hemos visto como los partidos llamados de izquierdas (PCE-PSOE) cuando han llegado al poder no han hecho otra cosa que cejar en su ideología y dedicarse a apuntalar el Estado burgués.
7) Una lectura habitual de la célebre expresión “pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas” es que ese pasaje equivale a una clausura de lo político, esto es, a una sociedad reconciliada, libre de antagonismos. En caso que resulte válida esa lectura, ¿hasta qué punto no se reintroduce un principio teológico en la historia humana, esto es, una dimensión mesiánica en la que el Otro es plenamente integrado a la comunidad?
Los planteamientos libertarios no son ajenos a la crítica, ni tampoco pueden librarse de contrasentidos porque son realizados por seres humanos. Nadie tiene la verdad absoluta, por tanto nadie puede monopolizarla para imponerla. Suponer que un mundo libre de poderes fácticos el ser humano sea capaz de constituir un gobierno que no gobierne sobre los hombres y mujeres, sino solamente se dedique a administrar las cosas sería el máximo exponente de anarquía. Pero de aquí a creer que esta célebre expresión tiene que ver con la fe o con aspectos mesiánicos me resulta difícil de responder. Considero que el anarquismo no es un dogma, sino un conglomerado de ideas y de conceptos que resultan más filosóficos que prácticos, por tanto en una hipotética sociedad libertaria, serían los individuos de las distintas colectividades o comunidades los que desarrollarían la política correspondiente para el bien común de la sociedad.
8) En algunas variantes ácratas, de modo similar a lo que ocurre en el liberalismo, la noción de «poder», circunscripta al estado, es concebida en términos negativos y represivos. Ahora bien, ¿qué implica desistir de toda forma de poder? ¿Qué puede hacer el antipoder ante poderes imperiales globales, despreocupados de la injusticia cotidiana y de la violencia que ejercen sobre millones de seres humanos?
El anarquismo es mucho más una ética de comportamiento, que no un compendio de instrucciones de organización social. Por tanto la ética o la moral anarquista, definida perfectamente por Kropotkin, considera toda clase de poder una obstrucción al libre albedrío de los seres humanos. La lucha contra el poder ha sido uno de los grandes objetivos  de los movimientos libertarios, así como la lucha contra la injusticia con el fin de concienciar a los individuos para avanzar hacia la emancipación. Por lo menos eso fue lo que se hizo en España mientras hubo un movimiento libertario popular encauzado sobre todo en la CNT.
9) La abolición de todo principio de jerarquía a menudo choca contra el reclamo de autoridad por parte de una subjetividad que con Guattari podemos denominar «capitalística». ¿Cuáles serían los espacios estratégicos fundamentales para cambiar esa subjetividad dominante y qué papel deberían jugar los intelectuales en este proceso de cambio?
Sabemos de las grandes dificultades que existen hoy en día para luchar contra las jerarquías autoritarias que dominan el mundo, y también del papel irrelevante que juegan los intelectuales en este proceso de cambio. Unos porque están a lado del poder que los alimenta, otros porque son silenciados directamente por la jerarquía autoritaria que domina el mundo. A pesar de ello los intelectuales de izquierdas, comprometidos o libertarios deben de buscar las vías propias para intentar llevar su mensaje no solamente a los “fieles”, si no saltar todas las barreras posibles, a través de todos los medios, para llevar su mensaje al resto de la sociedad.
10) La actual arremetida del capitalismo mundializado, facilitada por la institucionalización del estado de excepción, parece estar conduciéndonos a un punto de no retorno en el que el desastre ecológico y social es una posibilidad cierta, nada remota. ¿Cómo reinventar las luchas libertarias en el siglo XXI, considerando esta dinámica económico-política que nos enfrenta a una situación inédita en nuestra historia?
La fuerza del capitalismo globalizado actual con su ideología neoliberal y con su capitalismo salvaje, sólo puede ser contestada desde la unidad de acción de todos los movimientos que creen en un cambio radical y profundo del mundo. Díganse estos movimientos marxistas heterodoxos, libertarios, anarcosindicalistas, 15-M, etc. Precisamente las ocupaciones de plazas y el funcionamiento de las asambleas de barrio han venido a demostrar la viveza del anarquismo (aunque el adjetivo no se nombre) en sus valores fundamentales: Acción directa, solidaridad, federalismo, apoyo mutuo, autogestión y democracia directa. Todos éstos conceptos, en mayor o menor medida, se han aplicado (o aún se aplican) en la mayoría de las relaciones asamblearias del 15-M. Por tanto las luchas libertarias, por encima incluso, de organizaciones continúa viva en medio de la sociedad.

Barcelona, enero de 2012

jueves, 12 de enero de 2012

JA, JA, JA ¡Pringada!

Ilusa de mi, yo que me había creído, o mejor dicho, que me había querido creer, que este invierno iba a ser suavecito, que quizás no tenían por qué llegar las temperaturas bajo cero, ni las heladas.

Yo, que este es mi tercer invierno por tierras teutonas. Yo que tengo una botas para el hielo que no me sientan estrepitosamente mal cuando quiero ponerme un vestido. Yo, que se supone debo tener algo de experiencia en lo que al clima germano se refiere. Yo, que me he recorrido siendo Au Pair 3'5 KM con nieve por las rodillas, sólo para poder tomarme un café con una amiga. Yo, que he vivido temperaturas de -23ºC. Yo que soy chicarrona del norte y valiente-valiente, yo...yo me he dejado asustar por la previsión del tiempo.

Como le he dicho a mi maromen, "temperaturas en minus no eh, que me viene mal. No, muchas gracías". Sí, a veces tengo tanta chispa cómica, que si mi apellido fuera zippo sería un mechero y uno una joven atractiva.

¡Qués disfrutéis del frrrrríííío!

miércoles, 11 de enero de 2012

Diez preguntas sobre el anarquismo: una entrevista a Ángel Calle de Arturo Borra




1)                 Al menos en la Europa de la última década algunos movimientos sociales –tal como ocurre con el movimiento 15-M- han reactivado de forma más visible un cierto espíritu libertario. ¿Qué factores inciden en este retorno del anarquismo? De forma inversa: ¿por qué ese espíritu libertario no cuenta con apoyos sociales más amplios?
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Por factores propios: la caída del muro de Berlín y el auge de los nuevos movimientos sociales de los 70 (como el feminismo o la okupación o el ecologismo) tienden a reivindicar formas de autonomía. Factores externos: las élites no se cansan de repetir que hay que apostar por la democracia y el 15M va y pide democracia, pero real. También internet dinamiza a los movimientos más horizontales.
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No es un retorno a formas anarquistas, aquí hay comunitarismo, cuidados, etc. y se comparte una hipersensibilidad frente al poder que lleva a explorar formas de democracia desde abajo, o emergentes.
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2)                 Admitamos que no hay garantías para la promesa de otro mundo posible. En esas condiciones de incertidumbre, ¿cómo movilizar a diferentes sujetos colectivos en la construcción de un porvenir deseado?
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Atacando necesidades básicas concretas, no sólo materiales, a mi entender (ver teoría del desarrollo a escala humana de Max Neef en los 80) de ahí articulando proyectos de vida y de propuesta colectiva y social realmente democráticos que tengan la sustentabilidad como horizonte.
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3)                 La frontera entre marxismo heterodoxo y anarquismo no siempre resulta nítida, aunque sus diferencias con respecto al estado son conocidas. En este punto, ¿qué puede aportar ese discurso marxista al movimiento libertario?
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Hay muchos marxismos heterodoxos, algunos son elucubraciones mentales, otros disputas de partido.. Reivindico los trabajos de Eduardo Sevilla sobre Marxismo, pensamiento libertario y agroecología.
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4)                 ¿De qué forma podría concebirse la transición desde los actuales estados-nación a una sociedad sin estado, dando por sentado que los grupos hegemónicos ya despliegan todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener su régimen de privilegios? ¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?
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No veo factible ese escenario, no digo que sea o no deseable. La democratización de tierras exige reforma agraria, y eso exige instituciones para construir lo común y destejer el poder desde arriba, si no es el Estado algo parecido será...
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Particularmente me interesa el aquí, mañana y con quienes estén cerca o afines: es la necesidad de expansión de presentes lo que nos llevará a otros mundos, siguiendo a Sousa Santos, no el que elaboremos miles de pensamientos posibilistas, a mi entender.
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5)                 Uno de los reproches más repetidos con respecto a la izquierda es su dificultad de construir frentes de lucha en común. ¿Qué responsabilidades históricas tiene el anarquismo en la fragmentación de esos movimientos que buscan activamente una transformación social radical?
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No creo que existan “responsabilidades históricas”, creo que existen gentes y sus tiempos, y quizás ese anarquismo ya intuía las formas feroces de las jaulas de hierro que también denunciaran sociólogos liberales
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6)                 ¿Por qué deberíamos renunciar a abrir un frente de lucha también (aunque no solamente) en las instituciones del estado, considerando que sus políticas nos afectan de forma directa? ¿Qué posibilidades reales hay de articular «representación parlamentaria» y «democracia directa»?
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Son posibilidades que se cimentarán o no en realidades. Por ejemplo, la democratización de tierras, la difusión y elaboración colectiva de conocimiento, el acceso a tecnología, la posibilidad de una renta mínima, etc. son caminos de autonomía pero que pueden tener apuntes y paraguas en instituciones sociales, públicas o no, representativas o no. Es la cuestión de cómo gobernar los comunes...
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7)                 Una lectura habitual de la célebre expresión “pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas” es que ese pasaje equivale a una clausura de lo político, esto es, a una sociedad reconciliada, libre de antagonismos. En caso que resulte válida esa lectura, ¿hasta qué punto no se reintroduce un principio teológico en la historia humana, esto es, una dimensión mesiánica en la que el Otro es plenamente integrado a la comunidad?
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No todo lo enunciado como utopía es una utopía, en sentido de espacio abierto e inclusivo, los liberales construyeron cercados sobre la propiedad, también el drama de muchas propuestas ha sido querer cerrar el futuro, con buenas o malas intenciones
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8)                 En algunas variantes ácratas, de modo similar a lo que ocurre en el liberalismo, la noción de «poder», circunscripta al estado, es concebida en términos negativos y represivos. Ahora bien, ¿qué implica desistir de toda forma de poder? ¿Qué puede hacer el antipoder ante poderes imperiales globales, despreocupados de la injusticia cotidiana y de la violencia que ejercen sobre millones de seres humanos?
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A mi entender existe poder como acumulación (Marx), como lenguaje que nos atraviesa (Foucault), pero también como empoderamiento. El más importante reside en la capacidad de rebeldía colectiva, y esto es un asunto más de cultura que de estructura, en el sentido de que no se pueden suprimir las primaveras, y la libertad es parte de nuestras necesidades básicas...
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9)                 La abolición de todo principio de jerarquía a menudo choca contra el reclamo de autoridad por parte de una subjetividad que con Guattari podemos denominar «capitalística». ¿Cuáles serían los espacios estratégicos fundamentales para cambiar esa subjetividad dominante y qué papel deberían jugar los intelectuales en este proceso de cambio?
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Autoridad no es lo mismo que autoritarismo. Conozco campesinos que son una autoridad en materia de geomorfología y madres que lo son en pediatría (intercambiando géneros también vale). La cuestión es si el poder vuelve, y genera poder o empoderamiento para construir, para relacionarse. Eso puede convivir con procesos de dinamización, de autoridad, con referencias estables de vida o de organización, etc. Todo espacio que apunta a eso es ya un hecho rebelde. La suma de ellos da posibilidades de pensar una rebeldía colectiva. Cuando esta trasciende de la resistencia a la vivencia personal y social se siembran ya otros mundos. Todo ser reflexiona luego es intelectual. Quienes se aprisionen en bibliotecas carecerán de inteligencia emocional, por lo tanto...
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10)             La actual arremetida del capitalismo mundializado, facilitada por la institucionalización del estado de excepción, parece estar conduciéndonos a un punto de no retorno en el que el desastre ecológico y social es una posibilidad cierta, nada remota. ¿Cómo reinventar las luchas libertarias en el siglo XXI, considerando esta dinámica económico-política que nos enfrenta a una situación inédita en nuestra historia?
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Creo que no hay que reinventarlas en el sentido más teórico, aunque imagino que por ahí no vas: hay que animarlas, vivirlas, comprometerse con ellas.

lunes, 9 de enero de 2012

¡Ay cuánta razón tenía mi madre cuando decía,"¡¡come bien niña!!"

Cuántes veces habremos oído a nuestras madres que con su paciencia de Santo Hop nos decían una y otra vez "come bien, comete todo el planto eh", "la alimentación es muy importante"... Esas frases con las que nos martilleaban la cabeza y que repetían un millón de veces sin hacer ni siquiera una pausa para respirar. Esas frases que forman parte de los recuerdos de cualquier niño, son frases míticas. Y lo más repateante de escuchar la frasecilla de marras era escuchar el "ya me lo agradecerás cuando seas mayor..." Y tú ahí pensando, "sí, por las narices te voy a agradecer que me hayas obligado a comer menestras con champiños e higado, ¡ja!

Lo peor de todo no es tener que comerse la menestra, o la sopa minestrone (yo me preguntaba siempre "qué será un minestrón"), ni el higado. Lo peor de lo peor es tener que decir, "sí madres, tenías, tienes y tendrás razón, hay que comer bien."

Todo esto lo digo con conocimiento de causa y después de estar pasando una anémia de asustar. ¡Me encanta tener que tomarme el suplemento de hierro y sentirme cansada todo el día!

Ama, aunque no me leas, desde aquí te prometo comer requete bien y dosificar esfuerzo.

..."deja el agua correr"...


..."deja el agua correr" me decía mi abuela..."no le pongas compuertas que corres el riesgo de que quede estancada"...hace tiempo que decidí abrir compuertas para ahuyentar el mal olor que desprendía el agua estancada desde hacía años...y ahora miro su transparencia...su movimiento hipnótico...ese modo de acariciar las piedras...de erosionarlas...su voz se cuela por mis oídos...su tacto frío me devuelve a la vida...y por un instante dejo de ser aire para convertirme en agua...ese agua que se cuela entre los dedos libre...que sigue su curso arrastrando cuanto encuentra a su paso...volteando las piedras como si de un baile se tratara...sin pausa...agua acaudalada...enriquecida...en busca del mar...

...infinitos besos de bolsillo...

sábado, 7 de enero de 2012

Diez preguntas sobre el anarquismo: una entrevista a Antonio Pérez de Arturo Borra


1)      Al menos en la Europa de la última década algunos movimientos sociales –tal como ocurre con el movimiento 15-M- han reactivado de forma más visible un cierto espíritu libertario. ¿Qué factores inciden en este retorno del anarquismo? De forma inversa: ¿por qué ese espíritu libertario no cuenta con apoyos sociales más amplios?

Primero tendríamos que ponernos de acuerdo en la terminología. Por ejemplo, ¿qué significa “espíritu libertario”? Para los gringos,libertarian es sinónimo de ultra-neoliberalismo por lo que, para no confundirnos con el sentido europeo de esa palabra, mejor lo traduciríamos por libertariano. Por otra parte, en Latinoamérica, libertario tiene un significado muy amplio derivado de las gestas emancipadoras del siglo XIX; podríamos traducirlo como “libre” a secas, sin demasiadas connotaciones políticas. En España, libertario es sinónimo de anarquistapero el anarquismo es una visión del mundo que alberga una infinidad de interpretaciones, la mayoría científicas aunque tampoco faltan las metafóricas: si no todas, ¿cuál o cuáles encarnan el “espíritu libertario”?

Sea como fuere, el factor que más ha incidido públicamente en ese supuesto o real “retorno del anarquismo” ha sido la implosión de la URSS –y, antes, el Mayo 68-. Al mejorar la información y la comunicación horizontal, Internet ha facilitado la autonomía individual constituyéndose así en otro factor libertario. Y, hasta cierto punto independientemente de estos factores obvios, las revueltas del 2011 han adoptado métodos asamblearios directos (es decir, libertarios) e incluso han cuestionado ese concepto de representatividad que, en la democracia al uso, se entiende como delegación. Implícita o explícitamente, han comenzado inspirándose en las experiencias libertarias pero aún no podemos saber si evolucionarán siendo fieles a su origen o si degenerarán hacia el reformismo.

En cuanto a los “apoyos sociales” del espíritu libertario, podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío porque la Humanidad es medio altruista y medio egoísta, mitad racional mitad irracional, en parte libre y en parte esclava. Si entendemos el anarquismo no como un producto político materializado (e hipotéticamente mercantilizable) desde finales del siglo XIX sino como filosofía, su ‘apoyo social’ sería inmenso y atemporal puesto que incluiría desde el arte hasta la delincuencia a pecho descubierto.

2)      Admitamos que no hay garantías para la promesa de otro mundo posible. En esas condiciones de incertidumbre, ¿cómo movilizar a diferentes sujetos colectivos en la construcción de un porvenir deseado?

Incertidumbre, cero: “Otro mundo” no sólo es posible y hasta necesario, imprescindible, inevitable, etc., sino que existen otros mundos. En este planeta coexisten miles de culturas; creer que el mundo se acaba en Occidente es burda propaganda eurocéntrica cuyo último fin es convencer a las masas de que el estatus quo es inamovible –en casos extremos, se intenta demostrar que, además, es el mejor de los posibles-.

Como no tengo madera de líder ni de mártir, tampoco tengo ni idea de cómo “movilizar a diferentes sujetos colectivos” pero estoy seguro de que ellos mismos pueden y deben encontrar la forma de movilizarse. Además, si no se les ocurre a ellos, ¿por qué tendría que ocurrírseme a mí?

3)      La frontera entre marxismo heterodoxo y anarquismo no siempre resulta nítida, aunque sus diferencias con respecto al estado son conocidas. En este punto, ¿qué puede aportar ese discurso marxista al movimiento libertario?

Volvemos a la terminología: ¿qué es el “marxismo heterodoxo”? ¿el marxismo ortodoxo es el estalinista o lo son el consejista -auténticamente soviético-, el trostkista o cualesquiera otros? ¿Es marxista heterodoxo preguntarse si tienen una relación causa-efecto los libros de economía que escribió Marx y la táctica política conocida como leninismo?

El problema de la doxa u ortodoxia marxista deben estudiarlo los marxólogos y, si acaso, que ellos se lo enseñen a los marxistas. Por mi parte, creo que el desaforado Culto a los Antepasados que con delectación practicamos los occidentales, nos hace perder demasiado tiempo –como todo culto-. Desde el firme postulado de que el Hoy es producto del Ayer, mejor observar la variedad del mundo actual que ensimismarse en las interpretaciones que del Ayer se hicieron en el pasado. Al final, llegaremos a ordenamientos muy parecidos a los que, con palabras parecidas, ya hicieron nuestros antepasados pero ello no deberíamos entenderlo como una pérdida de tiempo sino, al contrario, como una corroboración retroactiva de nuestro trabajo. 

En todo caso, el problema no se reduce a la terminología sino que ésta remite al problema de la mediación histórica y cultural. Me explico: al igual que la representatividad política ha degenerado en abandono de lo colectivo e individual –léase, la funesta delegación-, en la Teoría hay demasiada Historia de la Teoría de tal manera que, por ejemplo, solemos entender por ‘marxismo’ una acumulación de detritus regurgitados por sucesivas capas de interpretadores. Olvidemos las fuentes secundarias –que suelen ser más que terciarias- y vayamos a los originales. Quizá entonces descubramos lo mal que nos han contado la Historia y lo peor que estábamos entendiendo la Teoría.

No obstante, haciendo un esfuerzo para contestarte, añadiré que tanto el marxismo como el anarquismo son decimonónicos y, como coetáneos, son constructos cuyos textos utilizan tópicos y campos semánticos parecidos. Algo muy distinto son tanto sus conclusiones como la evolución posterior de éstas.

4)      ¿De qué forma podría concebirse la transición desde los actuales estados-nación a una sociedad sin estado, dando por sentado que los grupos hegemónicos ya despliegan todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener su régimen de privilegios? ¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?

En primer lugar, no existe el Estado-Nación o, si se prefiere, no existe un único Estado pegado cual garrapata a una única Nación y viceversa. O, dicho de otro modo, la Nación a la que pretende agarrarse –y representar- el Estado es una entelequia tan artificial como el Estado mismo. Ejemplos: la Nación Española es el producto que promociona el Estado Español y, como tal mercancía, tiene una raíz de Idea –o ideal- susceptible de ser manufacturada y, por ende, comerciada. Sin embargo, la Nación Vasca tiene una raíz ideal distinta, de ahí que al Estado Español le resulte imposible comerciarla al mismo tiempo que construye y negocia su Nación General.

Por lo demás, Estado es como llamamos hoy a la resultante de las componendas entre los grupos de poder que tienen más influencia sobre la sociedad. Como tal resultante, ha existido desde hace milenios, aunque desde siempre ha adaptado diversos modos de coerción –los estatistas dirían organización, soberanía, ciudadanía, administración, etc-. Los muy distintos Estados Antiguos se fueron caracterizando de muchas formas pero el Estado Moderno se caracteriza por una principal: la exacción fiscal que inflinge al súbdito.

Ítem más, la “sociedad sin estado” es una aspiración, un desiderátum, una eutopía. Si entendemos ‘Estado’ como algo ligeramente distinto del Poder, podemos encontrar cientos de ejemplos de sociedades sin estado –incluso quedan algunos pueblos indígenas que se organizan así desde tiempos inmemoriales- pero, por desgracia, el Poder está siempre presente en las relaciones humanas, así sea mínima la asimetría entre los grupos de una sociedad, indígena y/o comunitaria.

Por otra parte, si leo detenidamente tu pregunta, subrayaría que los “grupos hegemónicos” no es que desplieguen “todos los medios disponibles –sin excluir la violencia- para retener sus privilegios”, no, la pregunta está desordenada. Es que han obtenido esos privilegios por la violencia y los mantienen en primer lugar gracias a ella. Luego podrán disimular sus armas letales y hasta las podrán sustituir por la (mala)  educación de la (ex) ciudadanía pero siempre que las masas no olviden nunca que, a la menor desviación, volverán a aplicar la violencia.

En cuanto a la “transición” –vaya palabrita que has escogido- a la Eutopía, puede concebirse como resultado de una revolución y/o mutación pero, en teoría, también podríamos imaginarla como una reforma unidireccional permanente. Todo depende de dónde pongamos las etapas de lo que es un proceso tan antiguo como la Humanidad. Ahorabien, tan ingenuo sería creer que avanzamos hacia la Eutopía como creer que nos alejamos de ella. Hay indicios tanto de lo uno como de lo otro. He vivido con pueblos primitivos lo suficiente como para, considerándoles en general preferibles a los pueblos occidentales, aborrecer del “primitivismo” actual. Pero ello no me obliga a un imposible -abjurar de mi condición de occidental-. Al contrario, me ayuda a observar las contradicciones de Occidente y, en definitiva, a sostener que el término Progresoestorba más que ayuda.

“¿Cómo se regularían los conflictos tanto en la vida pública como privada en esa sociedad autogobernada?”: hay cientos de textos –la mayoría llamados ‘utópicos’- que responden a tu pregunta pero, en general, se resumen en que lo público se regularía en lo público y lo privado en lo privado. Parece una perogrullada y, si la modernidad no fuera tan aberrante, debería serlo pero dista mucho de serlo desde el momento en que el Estado Moderno pretende regularlo todo siendo especialmente irritante su empeño en jibarizar la esfera de lo privado e inmiscuirse en lo que quede de ella –por sí mismo o religión mediante-.

5)      Uno de los reproches más repetidos con respecto a la izquierda es su dificultad de construir frentes de lucha en común. ¿Qué responsabilidades históricas tiene el anarquismo en la fragmentación de esos movimientos que buscan activamente una transformación social radical?

Suponiendo que por “izquierda” entendamos lo mismo –y por enésima vez volvemos a la terminología-, estaríamos ante la oposición a la hegemonía. Por definición. Desde este punto de vista, no creo que sea perjudicial la “dificultad de construir frentes de lucha en común”. La heterogeneidad es un valor en sí mismo y, además, la mejor manera de afrontar la primera necesidad táctica del Poder que es homogeneizar al pueblo. La supervivencia de los pueblos no occidentales y la mismísima vida planetaria se sustentan en esta variedad.

De este plano generalista pasamos a otro muy distinto, a saber, la “responsabilidad histórica” que le puede caber al anarquismo en la fragmentación de los movimientos llamémosles populares. ¿Y si lo planteáramos preguntando por la responsabilidad de los no anarquistas? Es muy probable que, al igual que plegándonos al lugar común de la responsabilidad anarquista, no llegáramos a ninguna conclusión plausible, documentada y constatable pero, al menos, habríamos abandonado una manía historiográfica.

La historiografía anarquista dispone de infinidad de estudios demostrativos de que la susodicha fragmentación –y derrota consiguiente- ha sido culpa de los no anarquistas y la historiografía de éstos dispone de otra infinidad de estudios demostrando lo contrario. Que cada palo aguante su vela porque hemos entrado en el mar de la Fe. Servidor -que algo ha estudiado de Historiografía en general-, quiere solamente subrayar que no admite la inferioridad que se le endilga sin ton ni son a la historiografía anarquista y menos si esa jerarquización proviene de académicos cuya Autoridad les ha sido concedida por el Poder.

6)      ¿Por qué deberíamos renunciar a abrir un frente de lucha también (aunque no solamente) en las instituciones del estado, considerando que sus políticas nos afectan de forma directa? ¿Qué posibilidades reales hay de articular «representación parlamentaria» y «democracia directa»?

Obviamente, no tienen nada que ver la “democracia directa” y la “participación en las instituciones”, aunque sea reducida a la “representación parlamentaria”. Es más, por definición, la democracia directa es la antítesis de la democracia institucional –burguesa, occidental, formal, etc-. y no menos excluye a sus instituciones puesto que, siguiendo con el glosario, las instituciones son inventos estatales que pretenden justificarse en una cadena infinita de delegaciones de poder instaladas en sucesivos estratos de decisiones no decididas en asamblea, congreso o foro público alguno –o decididas en alguna de esas instancias pero en tiempos ignotos o remotísimos-.

El Estado es una institución total o suma de instituciones que, en su versión moderna, presume de una porosidad que, realmente, sólo está al alcance de herederos, trepas y mediocres –todos ellos amorales y, además, feos por definición-. Una de las trampas más groseras que nos pone este tipo de Estado es propagandear su porosidad al mismo tiempo que consolida su estanqueidad hasta convertirla en rasgo constitutivo. Es la exclusión máxima disfrazada malamente de igualdad. El sentido común y la Historia nos advierten de que cualquier colaboración con el Estado acaban en grave detrimento del pueblo.

7)      Una lectura habitual de la célebre expresión “pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas” es que ese pasaje equivale a una clausura de lo político, esto es, a una sociedad reconciliada, libre de antagonismos. En caso que resulte válida esa lectura, ¿hasta qué punto no se reintroduce un principio teológico en la historia humana, esto es, una dimensión mesiánica en la que el Otro es plenamente integrado a la comunidad?

Si alguien me demuestra que las Cosas son independientes de los Hombres, entonces comenzaré a dejar de pensar que la frase “pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas” no es una solemne majadería. La susodicha frase no sería una imbecilidad cuando las Cosas y los Hombres fueran lo mismo, un extremo muy querido por aquellos a quienes les gustaría que, además de un número, el Hombre fuera un objeto –y el Estado moderno es tan extremista que lleva camino de conseguirlo-.

Además, la supuesta eficacia del “gobierno de las cosas” es la última pamema en la que se apoyan los propagandistas de la Tecnocracia siendo ésta un atentado a la razón y, en el fondo, una distopía literalmente inhumana. La dichosa Tecnocraciaestá otra vez de moda pero la teorización de sus ventajas, materializadas en el gobierno de los managers, directivos empresariales y/o técnicos a secas, es muy vieja. Por ejemplo, hace setenta años, James Burnham publicó un librito que se hizo rápidamente famoso y cuyo título lo dice todo: The Managerial Revolution, 1941.

Por otra parte, no entiendo qué relación puede haber entre las Cosas, un “principio teológico”, el mesianismo y la integración total del Otro en una comunidad. Sospecho que, en el jardín de Minerva, no por mucho abarcar amanece más temprano.

8)      En algunas variantes ácratas, de modo similar a lo que ocurre en el liberalismo, la noción de «poder», circunscripta al estado, es concebida en términos negativos y represivos. Ahora bien, ¿qué implica desistir de toda forma de poder? ¿Qué puede hacer el antipoder ante poderes imperiales globales, despreocupados de la injusticia cotidiana y de la violencia que ejercen sobre millones de seres humanos?

¿A qué liberalismo te refieres cuando afirmas que comparte con “algunas variantes ácratas” una noción de “poder”? En mi respuesta a tu primera pregunta, ya mencioné a los extremistas libertarianos gringos, esos que cacarean sobre el “adelgazamiento del Estado” cuando son sus hijos predilectos. Si te refieres a los libertarianos, el parecido con algún acratismo es tan superficial que ofende buscarlo puesto que los ácratas –todos ellos-, preconizan no adelgazar al Estado sino matarlo de hambre. Pero si te refieres al liberalismo histórico, tendríamos que ponernos de acuerdo sobre a cuál de ellos aludes porque, con el paso del tiempo, el término ha variado completamente de significado –de cuasi sinónimo de libertario, ha pasado a ser hoy mera descripción de comportamientos individuales o, peor aún, comodín para etiquetar a cualquier partido sin imaginación-.

Otro sí, es imposible “desistir de toda forma de poder”. Los místicos que lo han intentado, han acabado sirviendo de excusa para colosales matanzas –piensa en santa Teresa, en El Conselleiro del sertón o en Ben Laden-. Nos guste o no, el más desvalido de los hombres tiene más poder que la lechuga o el pollo que se está comiendo. Definitivamente, el Hombre es el Rey del planeta. Otro tema sería averiguar si hay algún modo de que los hombres –con minúscula- dejen de “hacer el rey” con el planeta; es decir, dejen de comportarse como déspotas o como suicidas.

Por lo demás, “antipoder” es un neologismo que no mejora (sino al revés) el acreditado término “resistencia”. Todas las Resistencias han construido espacios públicos en los que no podía entrar el Poder. Si olvidamos el grado en que esos espacios eran internamente igualitarios, es un buen comienzo.

9)      La abolición de todo principio de jerarquía a menudo choca contra el reclamo de autoridad por parte de una subjetividad que con Guattari podemos denominar  «capitalística». ¿Cuáles serían los espacios estratégicos fundamentales para cambiar esa subjetividad dominante y qué papel deberían jugar los intelectuales en este proceso de cambio?

Como vengo demostrando desde el principio de este cuestionario, cualquiera –incluso yo mismo- puede opinar sobre jerarquías, autoridades y subjetividades pero sobre don Félix Guattari sólo pueden opinar los cuatro o cinco guattarianos que debe haber en el mundo –guattaristas hay muchos más pero mejor no escucharlos-.

En cuanto a los “espacios estratégicos” para cambiar la “subjetividad dominante”, depende… de la terminología. Porejemplo, ¿cómo es la subjetividad dominante? ¿machista o feminista, afrodisíaca o anafrodisíaca, egocéntrica o egófoba? No por muchos conceptos y palabras que se acuñen amanecerá antes, tovarich.

Bromas aparte, los intelectuales orgánicos u oficiales presentan un grave problema: producen deliquios a mayor velocidad de la necesaria. O, si se prefiere, fabrican cultureta y vocabulario más rápidos que la realidad cotidiana y terminan citándose entre ellos justificando así el topicazo de que la endogamia produce monstruos. Más aún, cuando surge un nuevo fenómeno que exige una nueva conceptualización –ejemplo, lo nuclear o lo internético-, balbucean, cacarean, rumian (poco) y acaban refugiándose en las lenguas muertas (núcleo, holístico) Te lo asegura el intelectual de izquierdas que firma abajo: la mayoría de los analfabetos lo harían mejor… si no tuvieran televisión.

Ahora bien, no confundamos esta diatriba con las soflamas anti-intelectualistas y menos aún con el irracionalismo esotérico. Me he referido exclusivamente a los intelectuales que están al servicio del Poder, no a los verdaderos pensadores que, otra vez por definición, sólo pueden concebirse contrael Poder.

10)  La actual arremetida del capitalismo mundializado, facilitada por la institucionalización del estado de excepción, parece estar conduciéndonos a un punto de no retorno en el que el desastre ecológico y social es una posibilidad cierta, nada remota. ¿Cómo reinventar las luchas libertarias en el siglo XXI, considerando esta dinámica económico-política que nos enfrenta a una situación inédita en nuestra historia?

Vayamos por partes: el desaforado catastrofismo de este Occidente no es nuevo. Simplemente, es la forma moderna del tradicional milenarismo eurocéntrico. Ese que ve la paja en el ojo de los “salvajes” y no ve la viga en el propio. Otro tema es que ambos estén justificados o no. El catastrofismo de los salvajes está justificado por la Historia –desde hace siglos está siendo exterminada toda diferencia- y, en efecto, ahora también está justificado el occidental -pero ese ahora lo es sólo desde Hiroshima-.

Por lo tanto, desde la ideología occidental, la situación global no es inédita aunque ahora lo sea desde el punto de vista técnico.

La pregunta del millón es saber si la inventiva humana, hasta hoy relativamente eficaz en poner parches a la catástrofe, va a seguir siendo igualmente eficaz. Podría serlo técnicamente pero ello no garantizaría nada puesto que la invención de nuevas formas de organización social discurre por otros derroteros. De nada serviría inventar un paraguas que protegiera a la Tierra del poder atómico si continuara el actual proceso de concentración de poder. Antes o después, el Déspota encontraría la manera de agujerear el paraguas. No olvidemos que la frase preferida de estos encopetados suicidas es “después de mí, el Diluvio”.

¿Solución libertaria?: cuantos más y mejores libertarios seamos, mejor para la Tierra. E incluso para los opresores pues ya no podrán aniquilar a sus propios hijos. 

1 de enero de 2012