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lunes, 28 de julio de 2014

«La poesía y la guerra (de nuevo)»




Escribir un poema contra la guerra no va evitar que los seres humanos sigan matándose entre sí. No persuadirá a quienes ejecutan prolijamente las órdenes genocidas ni, mucho menos, a quienes las imparten sin conmiseración. No alterará las decisiones estratégicas que las promueven ni permitirá cerrar una sola fábrica de misiles; no modificará los hilos de esa farsa que llaman “opinión pública” ni favorecerá el boicot a los que lucran con los muertos; no erosionará los silencios que se ciernen sobre los que sufren ni consolará a los que sobreviven. Un poema contra la guerra ni siquiera puede justificarse como catarsis. Horada, quizás, el curso sereno de la escritura, pero no subvierte las estructuras que sostienen la regularidad de ese crimen institucionalizado que es la guerra.

Escribir poemas contra la guerra no otorga a nadie un título de nobleza y hasta puede convertirse en una manera oportunista de procurar notoriedad (más fantaseada y efímera que otra cosa). La polémica es parte del espectáculo y escribir un poema sobre las penosas circunstancias de una guerra siempre corre el riesgo de convertirse en una de sus formas.

Todos saben de la soberana inutilidad de escribir un poema contra la guerra. No supone mérito estético alguno y su calidad es tan variable como quien lo escribe. Un poema semejante es como un poema sobre el hambre o el sufrimiento humano, el amor o la soledad, la dicha o la muerte. Siempre corre el riesgo de recaer en tópicos tan obvios como falaces, de repetir motivos que se apagan en su grandilocuencia, de insistir en el mismo gesto simplista o ingenuo. Quien sabe que un poema contra la guerra es inútil, tampoco puede confortarse con escribirlo. Quien se conforma con escribir esa clase de poemas no vive el desconsuelo: se limita a atenuar la estocada, toda esa vergüenza anónima que nos cae encima por permitir que una guerra siga siendo posible.

Sin embargo, quien carga contra un poema semejante, ¿no debería cargar también contra cualquier género de escritura que cuestione la guerra (comenzando por los ensayos y las novelas)? ¿Y por qué limitarse a estos escritos? ¿No tendría que arremeter, asimismo, contra la pintura, el cine, el teatro, la música o cualquier otra producción artística que se manifieste contra la guerra? ¿Y por qué habría de detenerse ahí? Roto ya el dique del arte o la escritura, ¿no estaría obligado a disparar contra los tratados filosóficos o las ciencias sociales, en suma, contra cualquier discurso que no se conforme con aceptar la guerra como hecho inexorable? ¿Cuándo esos discursos han detenido alguna vez un disparo (en el caso de que ese hubiera sido su objetivo)?

Tampoco hay razones para limitarse a los discursos artísticos, científicos o filosóficos. Al fin de cuentas, ¿cuántas muertes han evitado los movimientos pacifistas? Y para apurar el razonamiento: ¿por qué no cuestionar a los gobiernos nacionales que cuando no entran directamente en guerra la permiten, a los gremios que organizan sus cuerpos militares, a las iglesias que enfervorizan a sus feligreses con llamados santos, a los medios que no median para evitar la masacre, a los periodistas convertidos en profesionales de la desinformación, a la educación escolar que prepara la barbarie en nombre de la civilización, a las ONG que humanitariamente ayudan a enterrar a los muertos, a los ciudadanos y ciudadanas que se pronuncian inútilmente contra tanto estrago? ¿Qué decir de esos órganos gangrenados que organizan la desunión y hacen autopsias de los crímenes de guerra que pronto olvidarán con su retórica pacificadora? ¿Qué hay del Fondo Miserable Internacional y del Banco Mundial de la Injusticia, que vienen a alzar espléndidas autopistas con el montículo de cadáveres que deja la guerra?

Todos presumen saber que la impotencia es el signo de nuestra época. Impotencia para detener una guerra, evitar el holocausto cotidiano, encarcelar a los payasos cleptocráticos que declaran la guerra en sus despachos, enjuiciar a los amos que hacen de la guerra a muerte su ley de vida, revertir el saqueo que la guerra corporativa instaura como moneda de cambio, impedir el estado en guerra y su expansión de escombros.

Todos saben que vivimos en guerra y más todavía quienes escribimos contra ella. Escribir contra es una forma de luchar, más allá de la lógica de la guerra, aun si hubiera ocasiones en que parece ineludible. No es una simple declaración de amor o una negativa abstracta a toda forma de violencia, sino apuesta por una lucha sin guerra. La confusión de la lucha con la guerra es parte de la derrota. La impotencia colectiva es efecto de la guerra que perdimos los que vivimos contra.

Todos saben de la declaración de guerra que los poderes han lanzado contra las mayorías fracturadas, convertidas en minorías. Es cierto que las guerras actuales son cada vez menos guerras: se limitan a la masacre -el mero barrido del otro. No por ello habríamos de dejar incólume la lógica de la guerra como enfrentamiento a muerte con un enemigo en última instancia espectral. La guerra de fuerzas que deliran su omnipotencia construye impotencia en cada barrido. También esa impotencia ante la guerra, consecuencia de la derrota, es lanzadera para construir otras posibilidades humanas más allá de la guerra, una potencia otra que se niega a lo que las elites de la guerra ordenan.

Llegados a este punto, ¿qué sentido tiene no ya escribir un poema sino una vida contra la guerra? A la inversa, ¿qué sentido tiene el ser humano que ha desistido de luchar contra los ejecutivos y empresarios de la guerra -esos operadores de la catástrofe?

Todos presumen saber que la impotencia poética es parte de la impotencia generalizada ante la guerra. No convertiremos más que a los convertidos, no disuadiremos a los señores de la guerra, no impediremos que sigan ejerciendo su poder de muerte o hagan del crimen un negocio rentable. Defender los armisticios, reivindicar el diálogo, apostar por el reconocimiento no va a detener el curso indiferente de la aniquilación. Incluso sus cronistas terminan formando parte de la guerra como fórmula suprema de la nulidad.

Pero aun si no supiéramos nada del sentido de esta práctica de lucha, podríamos señalar que escribir y vivir contra la guerra puede contribuir a sustraernos de la cadena de la impotencia y cuestionar la resignación ante lo que declaran imposible. Puede que escribir contra la guerra sea una forma de no sumarse al estado de guerra o al orden social de los escombros, a la excepcionalidad permanente de la guerra convertida en regularidad de la tristeza.

Entonces, no sólo escribir un poema contra: vivir, manifestarse, resistir a la guerra. Ejercer la libertad de cuestionar el estado de guerra, poner bajo suspenso la impotencia generalizada en la que vivimos. Quizás no todos saben que escribir poemas contra la guerra es una forma de no habituarse a ella, que formular un discurso contra la guerra es un modo de no aceptar la indiferencia zoológica que da por inexorable una existencia en guerra. Quizás no todos saben que el llamado contra la guerra, incluso si su fin no fuera divisable, es una forma de recordar una sociedad deseable antes que un orden temido, una interrogación por la justicia antes que una justificación del derecho (a la guerra), una reivindicación de la igualdad humana antes que una constatación de las jerarquías (militares) de la vida en guerra.

No todos saben que parte de la guerra es impedir la imaginación de un tiempo sin guerra, un porvenir en que no ya no es necesario escribir o vivir contra la impotencia ante la repetición escandalosa de la guerra. No todos saben que la formulación de la promesa de una sociedad más allá de la guerra es parte del deseo revolucionario de sabotear las máquinas de guerra que cada día nos aplastan. Luchar contra la guerra es erosionar la vida en guerra en que malvivimos incluso si escribimos contra. Escribir contra es dar testimonio de un dolor sin testigos y a través de ese acto testimoniante rebelarse contra los que deciden que la guerra sea el único discurso posible -la evidencia de nuestra impotencia.

Un discurso contra la guerra -¿lo sabemos?- es mejor que aquel que la defiende como mal necesario en la medida en que también se hace práctica contra el espectáculo que niega la masacre de toda guerra, la muerte irreductible del otro que sigue ahí, sin sepultura ni testimonio. Escribimos contra para cambiarnos a nosotros mismos y desafiar el mutismo obediente a los señores de la guerra. ¿Qué sería de nosotros si esos discursos y prácticas se anudaran, construyeran una cultura contra, trazaran lazos entre los cuerpos, último soporte de la guerra, incluso si fuera tele-dirigida? ¿Qué clase de omnipotencia megalómana podría condenar a la impotencia una contracultura en común?


También la escritura puede resistir al canto de las sirenas, también la vida puede resistir, rebelarse como sueño, ayudarnos a confiar en las posibilidades humanas más allá de la guerra (aun si su fin no cesara de postergarse), en el reconocimiento del otro como semejante, en la promesa de comenzar a cambiar el mundo en que malvivimos desmotando la guerra que llevamos dentro.


Arturo Borra

miércoles, 12 de febrero de 2014

lunes, 9 de septiembre de 2013

El cielo sobre Valencia-Alzira II

Tras un verano donde la actividad "chemtrails" había disminuido, desde hace algunas semanas se ha incrementado de forma alarmante y escandalosa la propagación de estelas químicas de las que ningún gobierno da cuenta de forma pública. Comparto fotografías obtenidas con mi móvil entre mediados de agosto y principios de septiembre de 2013.
 
Aunque se empecinen en tratarnos como una masa estúpida, la actividad aérea comercial no produce este tipo de estelas que perduran por horas hasta formar una atmósfera nebulosa y gris. También sería difícil explicar el vuelo simultáneo por una pequeña ciudad como Alzira de hasta nueve aviones que se cruzan entre sí, trazando surcos en el aire que forman cruces.
 
Pidamos a los gobiernos que den cuenta de este tipo de actividades. No sabemos bien por qué están rociando partículas de aluminio, bario y estroncio. Si bien se invoca el "cambio climático", el calendario arbitrario de fumigaciones no ayuda a encontrar una lógica al respecto.
 
La pregunta clave es: si no se trata de una actividad perjudicial sino de un método para reducir el "efecto invernadero", ¿por qué no lo hacen público y nos lo explican para que podamos decidir como ciudadanos?
 
Si tú también aspiras a que las autoridades expliquen estos hechos, firma aquí. A continuación, una selección de fotos.
 
 





















lunes, 5 de agosto de 2013

Las noticias más censuradas de 2012: Proyecto Censura






 



6. 147 corporaciones controlan la economía del mundo

6. 147 corporaciones controlan la economía del mundo occidentalUn estudio de la Universidad de Zurich reveló que un pequeño grupo de 147 grandes corporaciones trasnacionales, principalmente financieras y minero-extractivas, controlan en la práctica la economía global. El estudio fue el primero en analizar a 43.060 corporaciones transnacionales y la tela de araña de la propiedad entre ellas, identificando a 147 compañías que forman [...]

7. 2012: Año internacional de las cooperativas


7. 2012: Año internacional de las cooperativasNaciones Unidas declaró a 2012 como año internacional de las cooperativas, que mantendrían activas en el mundo a casi mil millones personas como miembros o dueños cooperativos. Según la ONU, la cooperativa será el modelo de empresa de más rápido crecimiento del planeta en 2025 y asegura que las cooperativas de trabajadores-propietarios prevén una distribución [...]

8. Crímenes de guerra de OTAN en Libia


8. Crímenes de guerra de OTAN en LibiaLa Organización Tratado Atlántico Norte (OTAN) justificó su intervención en Libia invocando “principios humanitarios”, pero ahora se conocen sus acciones catastróficas para los seres humanos, como la destrucción por bombardeo en julio 2011 de la principal instalación de abastecimiento de agua potable en ese país, que abastecía, aproximadamente, al 70 por ciento de la población [...]

9. HOY: Esclavitud en prisiones de EEUU


9. HOY: Esclavitud en prisiones de EEUUEEUU  tiene al menos el 5 por ciento de la población de mundo, pero sus prisiones mantienen a más del 25 por ciento de toda la gente encarcelada del planeta. Muchos de estos presos trabajan por 23 centavos de dólar por hora, o tarifas similares, en cárceles privadas contratadas por la oficina de prisiones UNICOR, [...]

jueves, 1 de agosto de 2013

Crisis, corrupción y capitalismo



1. La metáfora médica

Si el planeta se ha convertido en un vasto campo de experimentación de las corporaciones y de los poderes financieros trasnacionales, España por su parte se ha constituido en un laboratorio de las políticas neoconservadoras más agresivas, bautizadas de forma eufemística como “políticas de saneamiento”. El gobierno español, sin embargo, no tiene exclusividad ni siquiera en la aplicación de este recetario que pretende salvar a los pacientes matándolos. Grecia, Italia, Portugal, Irlanda y Chipre forman parte de este listado de damnificados que probablemente seguirá aumentando en nombre de la restitución de una presunta “salud perdida”.

La metáfora médica, sin embargo, nada dice sobre los «criterios de salud» que presupone esta política de ajuste infinito: dar por bueno el “diagnóstico” oficial y plantear una “terapia de choque” a las poblaciones como forma de resolver una crisis sistémica que no han creado en absoluto. En otras palabras: semejante metáfora acepta sin más que el neoconservadurismo podría restablecer la “salud” del capitalismo, como si ambos términos no fueran parte de la “enfermedad”. Los médicos, en este caso, se parecen a comerciales de una farmacéutica multinacional que, en vez de limitarse a vender sus productos, no dudan en experimentar con los “pacientes” (evaluando el grado de resistencia colectiva al tratamiento y sus posibles “efectos secundarios”), así como en apelar a “medios persuasivos” (desde los reclamos mediáticos hasta la policía misma) cuando éstos no aceptan de buena gana que les extirpen sus órganos junto al cáncer que les han diagnosticado.

El discurso médico, extrapolado al campo político, oculta lo decisivo: una economía globalizada que para perpetuar un régimen de privilegios no duda en sacrificar a millones de seres humanos, sea mediante diversos procesos de marginación sistémica, sea mediante mecanismos de eliminación más o menos directa. La troika misma (BCE, CE y FMI) puede ser interpretada como la consolidación de los métodos de estrangulamiento ya conocidos y padecidos en América Latina a partir de la década de los 70, instrumentados entonces por las dictaduras militares. De hecho, sus prescripciones no cesan de propagarse bajo amenaza de muerte: la reforma laboral y previsional, el recorte de las prestaciones públicas, el proceso de privatizaciones, la reducción salarial, el salvataje estatal del sistema financiero, la reducción del déficit, el incremento de los impuestos indirectos o el pago de los intereses de la deuda, entre otros, serían instrumentos de obligatoria obediencia si España pretende “sanear su economía”. No hacerlo sería, según esa misma lógica, el colapso o la bancarrota.

Por supuesto que podríamos preguntarnos si no es precisamente esa serie de prescripciones lo que está produciendo la actual crisis sistémica, esto es, la reestructuración radical del capitalismo y su escandalosa transferencia de riqueza a los grandes grupos económicos y financieros trasnacionales. Hay buenas razones para suponer que ese es el caso, a condición de admitir simultáneamente que se trata de «prescripciones» en tanto y en cuanto los estados nacionales las reconocen como tales.

Interpretar este proceso como «pérdida de soberanía», aunque retiene lo que hay de coactivo en estos organismos internacionales, no deja de tener un momento engañoso: pierde de vista la complicidad objetiva de los estados con respecto a esas prescripciones orientadas a la «desregulación de los mercados», esto es, a la supresión de las restricciones al capital privado y la promoción de medidas que favorezcan las condiciones de su rentabilidad. En el nuevo (des)orden mundial, sin embargo, no todo es impuesto. El neoconservadurismo como agencia política no se limita a acatar unos mandatos económicos centralizados; a nivel nacional, despliega algunas iniciativas relativamente autónomas con respecto a esos mandatos: la financiación millonaria al clero católico y el apoyo activo a sus grupos más ortodoxos y reaccionarios, la defensa entusiasta de una monarquía desacreditada, el elitismo educativo y la creciente exclusión de las clases populares y medias del sistema universitario, el arrase medioambiental y el modelo de urbanización salvaje, el asalto ideológico a los medios públicos de comunicación, la desfinanciación de la investigación científica y la producción artística, las políticas de criminalización de movimientos sociales, la consolidación del control ejecutivo sobre el sistema judicial, la amnistía fiscal de los grandes evasores, la arremetida contra los derechos de las mujeres y de los inmigrantes, la política de desahucios (cuestionada incluso por la Comisión Europea) y, en general, la regresión en términos de derechos sociales, económicos, políticos y culturales.

Lo anterior invita a preguntarse si la «infra-regulación económica» (esto es, el déficit normativo que agrava las desigualdades socioeconómicas presentadas como “economía de libre mercado”) no tiene como contraparte necesaria una «sobre-regulación político-cultural» inédita, esto es, una multiplicación de codificaciones restrictivas en lo que atañe a la configuración de nuestras formas de vida, de las instituciones públicas y privadas y de los modos en que construimos la convivencia humana. Porque, una vez más, no se trata sólo del despliegue del aparato represivo del estado o de una escalada autoritaria sin precedentes inmediatos; es la sedimentación de una cultura hegemónica que, simultáneamente, legitima la obtención fraudulenta de riqueza y la exhibición distintiva de poder, reafirma un cierto tradicionalismo jerárquico (como fuente de autoridad que pretende restablecer de forma reverencial) y consagra las desigualdades en nombre de una concepción individualista y meritocrática de la sociedad (1).

2. Crisis y corrupción

Afirmar que la causa de la crisis es la corrupción política (2) es una coartada ideológica que deja intacto el dogma de que, si no fuera por esas irregularidades ético-jurídicas, el capitalismo podría constituir una alternativa “saludable”, honesta y justa. Sin embargo, abogar por un “giro ético de la política” es radicalmente insuficiente: no sólo no basta la honestidad, sino que es preciso un giro político radical tan improbable como necesario.

Por lo demás, la coartada que estigmatiza lo público en general y capitaliza el descrédito de la política profesional es invocada de forma regular para justificar un proceso de privatizaciones que, presuntamente, subsanaría la corrupción estatal. Incluso si dicha corrupción fuera planteada como justificativo de una política reformista (destinada a hacer “transparentes” las reglas de juego y reestablecer la “buena marcha de la economía”) el dogma se mantiene: la tesis de un capitalismo de libre competencia en el que todos los jugadores aceptarían las mismas reglas de juego, como si las tendencias monopólicas del capital privado no comprometieran ya la eliminación estratégica de los sujetos competidores por cualquier medio.

Las actuaciones de las grandes corporaciones trasnacionales al margen de las legislaciones nacionales vigentes, con la complicidad de las autoridades públicas, es cada vez más manifiesto. La corrupción forma parte de sus tácticas de posicionamiento de mercado y ampliación de sus cuotas de participación. A menos que demos a esa categoría un contenido especialmente restringido, la cleptocraciaestá institucionalizada y rebasa de forma evidente la esfera estatal: no constituye una “perversión” con respecto a una pauta de rectitud diferente, sino que es el modo regular de funcionamiento de la economía-mundo y las democracias parlamentarias actuales.

Para contrastar una afirmación semejante resulta plausible apelar a los informes de Transparencia Internacional, obtenidos mediante la mayor encuesta de opinión pública sobre corrupción a nivel mundial. Los resultados son lapidarios: el pago de sobornos es “una práctica generalizada” de las empresas hacia las autoridades públicas o hacia otras empresas para la obtención de favores (3), especialmente en el sector de obras públicas y construcción, del sector petrolero o del gas. Los avances efectuados con respecto a 2008 son en su abrumadora mayoría inferiores al 2 % (4). Si bien los niveles de corrupción sistémica varían significativamente según los países, su omnipresencia variable y modulada en diferentes sectores e instituciones a nivel mundial está fuera de discusión. En España, si la percepción de corrupción en los partidos políticos es 4,4 (siendo 1 “Nada corrupto” y 5 “Muy corrupto”), en el sector privado es de 3,3 (5).

En términos cualitativos: la corrupción percibida afecta de forma abrumadora tanto al sector público como privado, aunque en menor proporción. Las prácticas de corrupción (y la opacidad que le es inherente) no sólo no son excepcionales, sino que constituyen una regularidad estructural para la obtención de favores y prerrogativas que vulneran un principio de igualdad. La corrupción percibida, sin embargo, no agota una práctica multifacética, a menudo indemostrable, que incluye puertas giratorias, evasión fiscal, donaciones ilegales, trato de favor, leyes especiales, comisiones especiales, nepotismo, lobbies, quiebras fraudulentas, extorsión, préstamos blandos, adjudicaciones de obras y licitaciones públicas, etc. En esa práctica transversal participan directivos y gerentes, operadores bursátiles, sindicalistas, juristas y abogados, economistas, periodistas, clérigos, policías y un sinnúmero de profesionales. La ingeniería de la corrupción organizada es, a menudo, estadísticamente invisible: representa la argamasa de un sistema económico, político y cultural que acepta como regla de juego infringir las reglas cuando se trata de obtención de beneficios privados.

3. Corrupción y capitalismo

Suponer que las autoridades europeas tienen como objetivo impedir la corrupción gubernamental es como mínimo una ingenuidad; a lo sumo, su propósito consiste más bien en regular las prácticas corruptas para que no sobrepasen ciertos límites que podrían dificultar la obtención de los resultados previstos.

La corrupción del partido gobernante en España, en este sentido, no perturba el proyecto político hegemónico -del que la troika no es sino uno de sus portavoces privilegiados-: es una de sus condiciones de realización. Sin esa corrupción, difícilmente podría explicarse cómo distintos gobiernos nacionales implementan unas políticas públicas manifiestamenteantipopulares, que tienen como claros beneficiarios a las mismas oligarquías económico-financieras que las impulsan. Resulta inverosímil alegar que dichos gobiernos no saben lo que están haciendo: el enriquecimiento ilegal de sus miembros lo desmiente rotundamente.

Admitamos la hipótesis de que cierta derecha honesta no constituye un oxímoron o una contradicción entre los términos. En tal caso, tendríamos dos alternativas teóricas que en principio podrían dar cuenta de estas políticas antipopulares: (i) o bien la distinción misma entre oligarquías económico-financieras y poderes gubernamentales es inválida, siendo los segundos meros portavoces de los primeros, movidos por intereses económicos similares, (ii) o bien la distinción se mantiene y la identificación entre estos grupos es de carácter estrictamente ideológico, más allá de su pertenencia de clase, poniéndose en disputa el sentido mismo de «lo popular»: lo que para nosotrossignifica una clara afrenta al bienestar colectivo sería para ellos un modo de defenderlo.

Aunque a priori las dos alternativas teóricas son posibles, en términos históricos este tipo de políticas ha estado asociado a prácticas de corrupción persistentes, esto es, a la obtención ilegítima de beneficios y favores privados por parte de los miembros del gobierno en cuestión. En síntesis, si bien estas prácticas no son patrimonio exclusivo de una ideología política determinada (y ni siquiera de un sistema en particular), la subordinación de las elites gobernantes a los poderes económico-financieros ha estado ligada -y sigue ligada- a un amplio sistema de prebendas y dádivas. De forma más general, un capitalismo sin corrupción es un contrasentido. Al respecto, cabe preguntarse si este tipo de prácticas no es constitutivo de toda estructura económica, política y cultural que se sostenga de hecho sobre la desigualdad. Aunqueno pretendo resolver semejante cuestión, algunos argumentos aquí esbozados sugieren esa dirección.

Lo antedicho, en cambio, sí permite dar cuenta de la falta de pronunciamientos públicos por parte de la troika con respecto a la corrupción, especialmente en los países del sur europeo. Como he procurado argumentar, al actual «bloque histórico» (6) le basta que los PIIGS no se desvíen de los recetarios prescritos más allá de ciertos márgenes previstos. A esos países no se les pide más transparencia democrática sino obediencia a la metafísica del mercado. Para el poder hegemónico, la opacidad es su modo de existencia: la corrupción sólo podría convertirse en un boomerang si pusiera en jaque la resignación de una parte significativa de los que padecen el ajuste.

No cabe descartar, pues, algún movimiento forzoso ante la “hipótesis” de una presión colectiva creciente: la crisis de legitimidad podría llevar más allá de esos márgenes previstos y, con ello, obligar a los mandatarios a tener que alterar de forma drástica sus proyecciones de recortes públicos y capitalización privada. En la rueda del sacrificio, siempre puede sustituirse a algún presidente más o menos inepto e inmoral a cambio de que las políticas del saqueo se mantengan. Que algo similar ocurra depende de la presión colectiva que pueda ejercerse mediante la movilización social. Aunque no tenemos demasiadas razones para ser optimistas, la evidencia de una corrupción omnipresente en las estructuras de poder constituye una nueva oportunidad para revitalizar la promesa de otro mundo.

Arturo Borra


1) Identificar esa cultura hegemónica con sus indiscutibles elementos «nacional-catolicistas» siempre corre el riesgo de impedir analizar el entrecruzamiento entre esos elementos y otros componentes heterogéneos, mucho más extendidos a nivel mundial, como por ejemplo, la xenofobia y el racismo, la primacía de una ética cínica, la apología del pragmatismo, o el descrédito con respecto a otras alternativas históricas. En cualquier caso, se trata de elementos diferenciados que aparecen articulados al «nacional-catolicismo» manifiesto en diferentes decisiones del actual gobierno español, desde la nueva ley de fertilización asistida (que excluye a madres solteras y lesbianas) hasta las nuevas regulaciones previstas para la interrupción del embarazo.

2) Aunque no cabe subestimar el perjuicio económico que la corrupción política produce, atribuirle fuerza causal en el actual descalabro económico es inverosímil: este tipo de prácticas es una constante sistémica, aunque desde luego, no sea exclusiva al capitalismo contemporáneo. Estratagemas así desconocen sin más la responsabilidad central del sistema financiero mundial (y, a nivel nacional, del mercado de la construcción y el sector inmobiliario) en la producción de la coyuntura actual.

3) En el I.F.S. (índice de fuentes de sobornos) de 2011, las conclusiones del informe son inequívocas: “En la encuesta, diversos líderes de empresas internacionales indicaron que existe una práctica generalizada de pago de sobornos a funcionarios públicos por parte de empresas con el fin de, por ejemplo, conseguir la adjudicación de licitaciones públicas, evitar el cumplimiento de reglamentaciones, agilizar procesos gubernamentales o influir en la determinación de políticas”, en   http://www.transparencia.org.es/INDICES_FUENTES_DE_SOBORNO/INDICE%20DE%20FUENTES%20DE%20SOBORNO%202011/ASPECTOS_MÁS_DESTACADOS_%20IFS_2011.pdf

4)http://www.transparencia.org.es/INDICES_FUENTES_DE_SOBORNO/INDICE%20DE%20FUENTES%20DE%20SOBORNO%202011/Tabla%20comparación%20IFS%202011%20y%202008.pdf

5)http://www.transparencia.org.es/BAROMETRO_GLOBAL/Barómetro_Global_2013/Tabla%20sintética%20Barómetro%202013.pdf

6) Si bien Gramsci utilizó la noción de «bloque histórico» para referirse primordialmente a las alianzas de clase, en un sentido amplio «bloque» alude aquí a un tejido de alianzas inestables entre sujetos sociales relativamente heterogéneos que participan en la construcción de hegemonía. Dichas alianzas son condición de existencia de cualquier articulación hegemónica. Hay articulación precisamente porque el bloque histórico mismo es inestable y está atravesado por conflictos.


lunes, 10 de septiembre de 2012

11 años después del 11-S

Después del dramático acontecimiento del 11-S, no sabemos exactamente qué ocurrió. Sin embargo, sí hay indicios y evidencias suficientes para saber que la versión oficial del 11-S es absolutamente insostenible, como ocurrió con tantos otros casos, incluyendo la segunda guerra contra Iraq, acusada de disponer de armas químicas que jamás fueron halladas.
 
La versión oficial -un atentado terrorista a gran escala perpetrado por cuatro aviones comandados por terroristas que apenas sabían volar, tres de ellos exitosos- es inverosímil por donde se la mire. Teorías de la vaporización, del derrumbe repentino de 3 de las torres del WTC por el calor de las llamas, caída inesperada de un cuarto avión por la lucha entre pasajeros y secuestradores, etc., arrojan una explicación de lo ocurrido que subestima profundamente la capacidad de indagación y contrastación de cualquier persona mínimamente inteligente.
 
Aunque las incertidumbres son muchas, la tesis de un atentado de falsa bandera -con la incontable colaboración activa de la elite político-militar de la administración Bush (J)- es una alternativa para nada descabellada . Los documentales aquí seleccionados, con testimonios de algunos protagonistas, entrevistas a expertos de diferentes materias y recopilación de distintos estudios técnicos, sugieren esa posibilidad.

¿Hasta cuándo aceptaremos explicaciones completamente incongruentes que sólo se hacen creíbles a fuerza de una incansable repetición mediática? ¿Cuándo exigiremos que se eluciden las responsabilidades del 11-S y podemos conocer a los criminales que lo perpetraron?









jueves, 16 de agosto de 2012

El laboratorio Roche podría ocultar 15.161 muertes por sus fármacos (por Miguel Jara) y video denuncia Industria Farmacéutica



Publicado por Miguel Jara el 23 de junio de 2012
extraído de su más que recomendable blog  http://www.migueljara.com/

El laboratorio Roche podría no haber comunicado a la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) miles de reacciones adversas provocadas por sus medicamentos en Estados Unidos. Es escandaloso. Otro escándalo, a los que nos tiene acostumbrados esta compañía, pues podrían haber ocultado hasta 15.161 muertes relacionadas con sus fármacos. En estudios postcomercialización realizados en EE.UU. -o resto del mundo-, en ensayos clínicos, en programas de farmacovigilancia del propio laboratorio se recogen muchos datos relacionados con las Reacciones Adversas de los Medicamentos (RAM). Estos datos se ocultan y/o se pintan de otra manera a la EMA, como parece que ha hecho Roche (y si lo ha hecho Roche qué no harán otros).

Es lo que el abogado Francisco Almodóvar, con el que me he asociado entre otros motivos por todo esto, denuncia desde hace tiempo con ejemplos concretos como el del medicamento Fosamax, del laboratorio Merck Sharp & Dohme. Parece que se están dando pasos positivos en farmacovigilancia en Europa pero la farmacovigilancia debe tener carácter mundial; no tiene sentido de otro modo.

Así que fijaos en cómo las gastan. Es un claro ejemplo de ocultación de información desde la central de EE.UU. sobre los daños que provocan muchos medicamentos. El artículo no explica nada sobre si ha habido también errores en el sistema de notificación de sospechas RAM a la agencia de medicamentos de Estados Unidos, la poderosa FDA. Esto también ocurre, que la FDA tenga datos y por error de comunicación o coordinación no los comunique a la EMA. Habrá que estar atentos a esto porque es una bomba en cuanto que es la primera vez que la EMA se pone seria realmente. Es un noticia positiva, veremos hasta dónde llegan las investigaciones de la agencia europea.

http://www.migueljara.com/2012/06/23/el-laboratorio-roche-podria-ocultar-15-161-muertes-por-sus-farmacos/




Y un video acerca del fraude de la Industria Farmacéutica a través del testimonio de la doctora Gwen Olsen que trabajó en ese sector durante 15 años