jueves, 4 de julio de 2013

La edad del cinismo (IV): daños colaterales

                     


Extraño credo del exterminio: barrer con todo con la secreta pretensión de sustraerse de sus efectos, recluidos en paraísos vallados por gendarmes del orden. Extraña inversión, también, de los términos de la vida: que las máquinas excavadoras arrasen las chozas que sirven de habitáculos y los disparos aplaquen lo naciente; que se ahoguen en el océano los que huyen de la pesadilla que nunca soñaron y que unos amos invisibles cultivan en algún lugar recóndito; dejar que se mueran, hacinados, hambrientos, desahuciados; encerrarlos en los campos que se propagan por el desierto; asesinar cualquier atisbo de revuelta; criminalizar a los que no aceptan callar y anestesiar a los que callan para que no puedan despertar jamás; dispararles desde la altura, torturar a sus hijos para que confiesen delitos que no cometieron; reventarles el cráneo, la esperanza; echarlos a las perreras, meterles un bozal y pegarles hasta que, furibundos, puedan destrozar a otros perros inermes; inocularles sobredosis de miedo hasta que imploren la protección de sus verdugos; inyectarlos con morfina; señalarlos como causas del fracaso en vez de esquirlas del sistema. Que se destrocen; que se mueran; que se arrastren o supliquen algo a cambio de migajas, haciendo ademanes reverenciales y sonriendo sumisos sin mostrar los dientes. Que se arrojen al vacío, se pongan un revolver en la sien y disparen contra sí mismos, anulando cualquier vestigio de autonomía. Que conviertan el mundo en un páramo. Que acumulen cielos custodiados mientras el infierno, cada vez más frío, se extiende en el submundo planetario. Que mueran como moscas, rociados por lluvias tóxicas; que no puedan nunca imaginar otra tierra para sus huesos y la sobrevida no quede expuesta por la promesa de lo diferente. Dejar que se coman el corazón del enemigo.
 
Esas imágenes no describen alguna obra terrorífica: forman parte del inventario del crimen organizado en el que (sobre)vivimos. Efectos colaterales del sistema. Los lugares se multiplican. Cuando pasa Afganistán viene Irak; cuando Irak es una escombrera viene Libia, convertido en una jungla; cuando Libia ya no es más que el recuerdo efímero de un líder empalado (tras su captura y entrega por parte de un comando franco-británico a la “turba salvaje”) viene Siria, el apoyo militar de Europa y EEUU a los grupos de Al Qaeda que participan enfilados en las tropas “rebeldes”. Después, o simultáneamente, puede ser otro. Habrá más, en el inventario modificable de las enemistades. Siempre habrá “tiranías” que destronar, a condición de que no coincidan con los intereses geopolíticos del bloque político-militar hegemónico. El asunto de primer orden es la construcción de enemigos mortales e infinitamente intercambiables, la invención de nuevas dicotomías que permitan perpetuar la globalización de la guerra. Su condición espectacularizada, análoga a un video-game, no niega en lo más mínimo la materialidad de los cientos de miles de muertos. Más todavía: cualquier reducción de la guerra a espectáculo olvida la condición irreductible de los cuerpos destrozados. La verdad de la aniquilación. La invisibilización de esta verdad convierte el sufrimiento en el fundamento (oculto) del espectáculo siniestro de la guerra.   
 
Infundir terror es la política a domicilio: si internamente se criminaliza a los movimientos disidentes, externamente se los aniquila o neutraliza bajo una montaña de escombros. El magnicidio está garantizado. El asesinato indiscriminado también. Los daños colaterales son parte del nuevo orden del mundo. Los sobrevivientes suplicarán seguridad a cambio de entregar los restos de su libertad. Incluso si eso supone desplegar un desproporcionado aparato de control sobre las poblaciones o preparar atentados de falsa bandera para lanzar los planes que de otro modo no podrían legitimar. El negocio de la guerra es también la rentabilización del crimen. La industria del miedo tiene que fundar la promesa de seguridad en el terror que produce por todos los medios. No es sólo una incitación al consumo que pueda calmar de forma temporal un miedo incesantemente incentivado; es también creación de nichos de mercado regando devastación en numerosos territorios. Las empresas de reconstrucción, desde hace tiempo, son complementarias a las fábricas del exterminio. Drones y excavadoras son la ecuación perfecta.
 
«Globicidio» -por recuperar el término acuñado por Günther Anders- es un término que define de forma ajustada la magnitud de la catástrofe en la que nos movemos: la atrocidad no sólo posible sino probable. No en vano Zygmunt Bauman lo cita en un libro elocuente desde su mismo título: Daños colaterales (1). El «síndrome de Nagasaki» se resume en la idea de que lo hecho una vez puede repetirse con un grado creciente de naturalidad. La naturalización del horror es uno de los males que afecta nuestra sociedad.  
 
Para decirlo de otro modo: el “potencial de barbarie” de la “civilización moderna” (por mantener esta terminología ambigua) es amplio. Las atrocidades nazis “(…) fueron excepcionales sólo en el sentido de que sintetizaron numerosos medios de esclavización y aniquilación ya puestos a prueba, aunque por separado, en la historia de la civilización occidental” (Bauman, 2011: 195). La Europa liberal es también un laboratorio de violencias tanto contra otros (que han padecido los efectos duraderos de la colonización y el imperialismo) como contra sí misma. El habituamiento a lo atroz es así una condición cultural del cinismo moderno. Los buenos padres y madres de familia hacen bien su trabajo con una soberana indiferencia ante lo(s) extraño(s).
 
La omnipotencia tecnológica presumida nos devuelve la imagen de nuestra impotencia. De ahí la idea misma de «tragedia» que ronda nuestro tiempo: se nos anuncia la inevitabilidad del desastre y la responsabilidad de los gobiernos de no impedirlo… Sin embargo, aceptar sin más esta posición es una claudicación política inadmisible. Una estratagema para llamarse al silencio, a la calma apócrifa de los despachos, al retiro de la escena pública, al resguardo de los altares y las misas académicas, a la imposición de un orden policial que se nutre de la represión del disenso. Tomar en serio la tesis foucaultiana que plantea -invirtiendo la tesis de Clausewitz (2)- la política como continuación de la guerra por otros medios es, ante todo, interpretar las fuerzas políticas en pugna como un campo de relaciones de poder, marcadas por diversos antagonismos sociales. A partir de ahí podemos empezar a pensar algo sobre nuestra contemporaneidad. Interrogar nuestro desarme, producto de derrotas históricas reversibles pero irreductibles. Nuestro punto de partida es la crítica a la resignación a la que quieren reducirnos. Desafiar la «paz perpetua» del capital, es decir, la declaración de guerra a todo(s) aquello(s) que no acepta(n) la alianza entre estado plutocrático, economía de mercado y cultura de masas como la ascensión final de la verdad o realización final de la civilización (supuestamente post-ideológica y post-histórica).
 
No necesitamos, sin embargo, seguir con estas “historias” para pensar nuestra historia, la historia en su proceso formativo, la historia que construimos colectivamente en condiciones de existencia determinadas, contra un cinismo hegemónico que pretende coagularla como destino inexorable, cosa irreversible, derrota intemporal de cualquier proyecto político que no se contente con la servidumbre. Por supuesto que dirán que la guerra es inevitable. Es su eslogan repetido. Dirán que no hay opción, mientras construyen una amenaza inusitada, una catástrofe inédita con magnitudes imprevisibles: armas de destrucción masiva, masacre inminente, terrorismo global, uso de armas químicas, violación de derechos humanos, tortura y crímenes de guerra… En cierto  sentido, su propaganda o sus profecías son perversamente certeras: despliegan exactamente todos los medios que adjudican a sus enemigos, produciendo las realidades terribles que anuncian.
 
El discurso imperial produce, pues, sus metáforas performativas: un escenario apocalíptico de destrucción que contribuye de forma decisiva a construir. No deja de ser sorprendente que estos ideólogos del apocalipsis acusen de “alarmistas” a quienes cuestionan radicalmente su retórica pacificadora y su práctica belicista. Ante la acusación de alarmismo nuestra réplica es que nunca lo somos suficientemente. Puede que en las condiciones actuales ni siquiera escuchemos la alarma cuando suene sobre nuestras cabezas, una vez más, este extraño credo del exterminio.
 
Arturo Borra
 
(1) Zygmunt Bauman (2011): Daños colaterales, s/n, FCE, Madrid, p. 192 y ss.
(2) Karl Von Clausewitz (2003): De la guerra, trad. Francisco Moglia, Astri, Buenos Aires. Si en Clausewitz “(…) la guerra es sólo un arma de la negociación política, y por ello, no es en absoluto independiente en sí misma” (op. cit., p. 239), en Foucault lo político es una forma de guerra: “La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa, no es parlanchina. De ahí la centralidad de la relación de poder, no de la relación de sentido. La historia no tiene «sentido», lo que no quiere decir que sea absurda e incoherente; es, por el contrario, inteligible y se debe poder analizar en sus mínimos detalles, pero a partir de la inteligibilidad de las luchas, de las estrategias y de las tácticas” (Foucault, Michel [1999]: Estrategias de poder, trad. Fernando Álvarez Uría y Julia Varela, Paidós, Barcelona, p. 45).

martes, 2 de julio de 2013

Reseña: Impostor - Susanne Winnacker

Título: Impostor
Autora: Susanne Winnacker 
Editorial: Razorbill
Género: Young Adult
Fecha de Publicación: 28 de mayo de 2013
Sinopsis: ¿Puede Tessa actuar como Madison... y detener al asesino antes de que sea demasiado tarde?
Tessa es una Variante, capaz de absorber el ADN de cualquiera que toque e imitar su apariencia. Esquivada por su familia, ha pasado los últimos dos años entrenando con las Fuerzas con Habilidades Extraordinarias, una rama secreta del FBI. Cuando un asesino serial sacude a un pequeño pueblo en Oregón, a Tessa se le da una misión: debe hacerse pasar por Madison, una adolescente local, para encontrar al asesino antes de que ataque de nuevo.
Tessa odia todo lo que implica ser una impostora: el estrés, el peligro, el engaño; pero adora el papel de una chica normal. Como Madison, encuentra amigos, romance, y la clase de familia amorosa por la cual haría cualquier cosa con tal de mantenerla. En medio de la acción, el suspenso, y el tiempo, esta súper-humana llega a una conclusión muy humana: incluso una chica que puede verse como cualquiera lucha muchísimo con ser ella misma.

La primera vez que Tessa pudo transformarse en alguien más fue cuando era una niña. Desde aquella época su madre empezó a temerle a esta habilidad extraña; así que cuando se presenta la oportunidad decide deshacerse de Tessa sin pensarlo dos veces. Han pasado dos años desde que Tessa vive en el complejo de las Fuerzas con Habilidades Extraordinarias y está en pleno proceso de entrenamiento cuando la eligen para una misión: hacerse pasar por una chica que está a punto de morir y lograr atrapar al asesino serial que azota un pequeño pueblo. Tessa está nerviosa porque desconfía de su potencial, pero también está ansiosa por tener que vivir y actuar como alguien más. Y aunque sabe que no será nada fácil el tener a Alec como compañero, su amor platónico desde que llegó al complejo, el tener a un asesino detrás de sus pasos es aún peor. Es su momento de poner a trabajar su capacidad y descubrir qué tan en riesgo está su vida.

Empecé a leer este libro sin muchas expectativas, y aunque me gustó, creo que la autora dejó unas cuantas cosillas al aire que no hicieron que esta fuera una lectura del todo especial. 

Si solo tuviera que usar una palabra para describir este libro, sencillamente lo definiría como introductorio. La idea de los variantes, con sus poderes especiales y su organización secreta con misiones súper-ultra-secretas me ha gustado mucho, y la forma de escribir de la autora me ha dejado con buen sabor de boca, porque logra una historia ligera e interesante y hace que quieras leer y leer, y cuando menos cuenta te das, ya falta muy poco para el final. Definitivamente ha sido un buen libro introductorio y me ha dejado con ganas de saber qué más viene en la serie.

La historia está contada en primera persona desde el punto de vista de Tessa. Ella es una chica guapa, a ratos un poco introvertida y muy entregada a su entrenamiento como Variante. El abandono de su madre ha sido un golpe muy duro en su vida, y Tessa jamás se ha sentido amada. Desde que llegó al complejo siente una fuerte conexión con Alec, otro chico abandonado y que no sabe del amor, y aunque siempre han sido simplemente amigos, Tessa siente algo más, pero él no parece corresponderle, así que Tessa más o menos se convierte en una chica obsesionada y un poco patética, algo que verdaderamente me disgustó, porque esperaba a una chica más fuerte, interesante y madura (dado su historial familiar).


Definitivamente me molestó el amor casi obsesivo de Tessa por Alec  y su manera de darle importancia a las cosas más superficiales (lo guapos y musculosos que son los chicos, lo mucho que ama a Alec, etc., etc.) cuando tiene un asesino en serie respirándole en la nuca. En serio. Esos momentos de superficialidad dañaron el ritmo de la historia y me dejaron esperando por mucha más acción de la que recibí en todo el libro. No esperaba que el amor fuera un plato fuerte en este libro, y no me ha gustado porque he sentido que le restó importancia al punto principal de la historia: la forma en que Tessa sobrelleva una misión como principiante.

Alec también es un pero en la historia. Aunque es claro que él y Kate esconden un secreto y una razón para estar juntos, la manera en que termina jugando con Tessa no me ha gustado nada. Se supone que él ya tiene diecinueve años, y aunque claramente a esa edad no es la madurez personificada, sí esperaba un personaje más centrado y profundo, y no un chico que se deja controlar por sus hormonas. Un gran fallo.

Me ha gustado la relación de Tessa con su familia falsa. Cuando se tiene que hacer pasar por Madison y empieza a conocer cómo se supone que debe ser una familia real y normal, la autora muestra en profundidad a Tessa, y todo el dolor que aún sigue en ella por el abandono de su familia. 

Otro punto a favor fue el asesino en serie; aunque era bastante obvia su identidad, me ha gustado esos momentos en los que aparece para  poner todo al revés, y cómo la autora logra un poco de suspenso e intenta confundir con todos los sospechosos. No fue un trabajo magnífico, pero sí fue algo bastante bueno e hizo que me gustara más la historia.

Aunque el final no era lo que esperaba, debo decir que terminé bastante satisfecha con esta historia. Espero que la forma de escribir de Susanne y su desarrollo de los personajes mejore en la siguiente entrega.

En general, es una historia interesante, con unos buenos momentos de suspenso, una protagonista que no es del todo admirable pero logra atraparte con su historia, y un argumento desarrollado plenamente.

Puntuación:




Susanne Winnacker estudió leyes antes de convertirse en una escritora de tiempo completo. Vive con su esposo, un perro y tres conejos en Alemania. Adora el café (en todas sus formas), viajar y los animales.

Cuando no está escribiendo, usualmente puedes encontrarla en la cocina, experimentando con nuevos platos veganos.

Su thriller juvenil IMPOSTOR será publicado el 28 de mayo de 2013. ¡Y ha sido opcionado para ser serie de televisión por Warner Brothers!

No leo mensajes en GoodReads. Si quieres contactarme, por favor envíame un correo electrónico a esta dirección: books@susannewinnacker.com.



¿Les llama la atención? ¿Lo han leído?

Nos leemos ;)

domingo, 30 de junio de 2013

¡¡Joven, vente para Alemania!!



Llamada a todos esos desesperados jóvenes que, en estos momentos tan duros, están en sus sureños países de origen, dudando si emigrar o no.  Ser o no ser un expat, esa es la cuestión. 

Al presidente alemán Herr Gauck, y a otros tantos políticos alemanes, a diferencia de los españoles, parece rompérseles el corazón, al ver cuántos jóvenes españoles están parados y en una situación desesperada, sin perspectivas de futuro. ¡Que se vengan pa’cá todos, que ya nos apañamos!

Que vengan a tierras alemanas, si aquí hay muchas plazas de formación profesional, con muchísimo futuro. Y yo me pregunto, ¿si tanto futuro tienen esas plazas porque no se pegan los alemanes por coparlas?
Señores políticos, estudiar, formarse, aprender, es algo fantástico y maravilloso. Se crece como persona, se conocen situaciones, que de otra manera serían desconocidas. Se amplían relaciones. Todo eso está muy bien, pero llega un momento en el que un@ ya tiene que trabajar. Está muy bien seguir formándose, reciclarse, querer mejorar. Pero señores, no olvidemos que a partir de cierta edad hay facturas que pagar.
Señores políticos, no sé yo si todos esos jóvenes que no tienen la inmensa suerte de ser médicos, ingenieros o enfermeros (éstos los tienen fácil, que se vengan para acá, que los esperamos) lo que quieren es venir a Alemania a cursar un estudio dual, o si lo que verdaderamente quieren es trabajar en su país. Ver como su tierra con su gente no está hundida en la miseria.

Todo lo escrito hasta ahora, no importa. Olvídenlo. Esos jóvenes españoles, que se venga para tierras teutonas. Bueno….pero casi mejor, si la mayoría que viene son médicos, ingenieros o enfermeros.

viernes, 28 de junio de 2013

Un día como hoy hace....

25 años cambió el mundo. Por lo menos el de mis padres. El 28 de junio de 1988 hice mi primera aparición en público, aquello me gustó y decidí quedarme.

Hoy hace 25 años mi aita me arrulló por primera vez.

Hoy hace 25 años llegué dando guerra, pero siendo un bebé tranquilo.

Hoy hace 25 años pasaron muchas cosas de las que no me acuerdo, pero sé que ese día muchas cosas cambiaron de golpe.

Hoy, 28 de junio de 2013, chumplo un cuarto de siglo. No están siendo los años más fáciles, pero dicen que forma parte de hacerse mayor.

Hoy estoy muy agradecida por todo lo vivido y por toda la gente maravillosa que forma parte de mi vida.

Hoy he pasado un día fantástico con mi maromen.

Mañana celebraremos mi fiesta de cumpleaños con mis amigos. Mañana hará 4 años que llegue a tierra teutonas. Llegué prometiendo dar guerra y hasta ahora he cumplido mi promesa...

...que tiemblen los alemanes que pienso seguir dando guerra :)

Las cintas perdidas del asesinato de JFK

Seguir interrogando nuestra historia acontecida es una de las claves para una lectura crítica del presente. El magnicidio como política de estado forma parte del arsenal del estado de excepción, en tanto órgano que se exime de cumplir las normas que prescribe para otros.