jueves, 13 de junio de 2013

Reseña: The Avery Shaw Experiment - Kelly Oram

Título: The Avery Shaw Experiment
Autora: Kelly Oram
Editorial: Bluefields
Género: Young Adult - Contemporáneo 
Fecha de Publicación: 4 de mayo de 2013
Sinopsis: Cuando el corazón de Avery Shaw es roto por su mejor amigo de toda la vida, ella escoge lidiar con ello de la única manera que conoce: científicamente.
La feria estatal de ciencia se está acercando y Avery decide usar su corazón roto como el tema de su experimento. Va a encontrar la cura. Forzándose a experimentar los siete estados del duelo a través de una serie de pruebas sociales, ella cree que será capaz de superar a Aiden Kennedy y prepararse para amar otra vez. Pero no puede hacer este experimento sola, y su compañero (¡excompañero!) es el que le rompió el corazón.
Avery encuentra la solución  a sus problemas en el hermano mayor de Aiden, Grayson. El hermoso mujeriego que está a punto de ser echado del equipo de baloncesto de la escuela por perder física. Él necesita de un buen tutor y algo de crédito extra serio. Pero cuando Avery recluta al encantador Grayson para ser su "observador externo objetivo", ella obtiene mucho más de lo que esperaba, porque Grayson tiene su propia teoría: Avery no necesita vivir el duelo. Ella necesita vivir. Y si hay una cosa en la que Grayson Kennedy es bueno, es en vivir la vida al máximo.

Avery ha estado enamorada prácticamente toda su vida de su mejor amigo, Aiden. Nacieron el mismo día y han estado juntos desde entonces, criados uno al lado del otro. Y ahora en la secundaria, a punto de cumplir diecisiete años, Avery cree que ya es momento de dar un paso de más, de ser más que amigos. Así que arriésgandolo todo, le confiesa a Aiden su amor. Pero el resultado no es el esperado. Él tiene otra novia y solo quiere alejarse un poco de Avery. Ella, con el corazón destrozado, se refugia en los brazos de Grayson, el hermano mayor de Aiden y su nuevo compañero del club de ciencias. Poco a poco, Grayson empieza a ver a Avery de manera diferente, e intentará ayudarla a olvidar y superar a su hermano.


Hay escritoras que tienen una habilidad extraordinaria para crear historias inolvidables con argumentos clichés y comunes. Pero ese no es el caso de Kelly Oram... al menos no en este libro. Aunque esta es una historia entretenida, ligera y fácil de leer, no pasa de ser una lectura más sobre una chica nerd y un chico popular.

Avery es una chica tímida y un poco retraída (y un poca sosa a veces). Es una nerd que adora el club de ciencias y sufre de ataques de ansiedad y pánico cuando está con gente desconocida. Aiden ha sido su amigo toda la vida, han compartido absolutamente todo, y Avery ha estado enamorada de él desde hace mucho. Es un golpe duro para ella darse cuenta que su amor no es correspondido, y es aún peor cuando Aiden empieza a alejarse debido a su nueva novia. Esto la destroza y la persona menos esperada se convierte en su salvavidas.


Grayson es otro adolescente típico en los libros juveniles. Guapo, atlético, popular y mujeriego. Él lo tiene todo y nunca se ha sentido demasiado atraído por una chica. Pero poco a poco se empieza a acercar a Avery, una chica que ha estado presente en su vida desde siempre, pero que nunca ha visto realmente.

Esta historia es divertida, predecible y bastante típica. Página tras página leemos sobre cómo estas dos personas que al principio se nota que son muy diferentes empiezan a conocerse y nace una relación entre los dos. El libro tiene algunos momentos cursis que disfruté y me hicieron sonreír un par de veces, y algunos otros en los que no dejaba de poner los ojos en blanco y decir *ugh*.

Y aunque desde el principio sabía que la historia no sería memorable, sí esperaba un poco más de los personajes. Avery, la chica nerd e inteligente me decepcionó; esperaba que fuera un personaje interesante y divertido, pero en realidad terminó siendo plana y a veces un poco demasiado patética. Y en cuanto a Grayson, como ya dije, es un personaje bastante típico que no sorprende, pero sí se roba el show (por decirlo de alguna manera XD), y a pesar de ser un mujeriego (algo que odio), terminó gustándome más que Avery; Grayson es encantador y termina siendo más listo de lo que esperaba. 


En cuanto a los personajes secundarios, me encantaron los chicos del club de ciencias aunque no hay oportunidad de conocer mucho sobre ellos. Cada uno de los capítulos en los que aparecieron fueron muy divertidos y me gustó mucho cómo poco a poco Grayson empieza a ser aceptado en sus filas y cómo demuestra que no es otra cara bonita. Libby fue una gran sorpresa y definitivamente es mi personaje favorito del libro. Y Aiden resultó ser el tonto inmaduro que esperaba desde el principio.

El libro está escrito en dos puntos de vista, el de Avery y el de Grayson. Y aunque la forma de escribir de Kelly es entretenida, cuando escribe como chico tiende a exagerar, haciendo insinuaciones y comentarios sexuales que se supone deberían darle realismo a Grayson, pero que para mí falló totalmente, porque simplemente hacen que el personaje sea predecible, plano y a veces un poco estúpido. Se supone que los chicos son hormonales y más dados a pensar en insinuaciones sexuales, pero para mí Kelly no lo manejó de la mejor manera; he tenido la oportunidad de leer varios libros con puntos de vista masculinos y jamás los sentí tan forzados como en esta historia.


En general, es una historia entretenida, cursi y bastante predecible, con una protagonista que no encanta ni destaca, pero con un personaje masculino que puede robarse algunos suspiros. Si estás de humor para algo ligero y sin mayores pretensiones, te lo recomiendo totalmente.


Puntuación:





Kelly Oram escribió su primera novela a los quince años: un fanfic sobre su grupo musical favorito, The Backstreet Boys, por lo cual su familia y amigos todavía se burlan de ella. Está obsesionada con leer, habla demasiado, y le encanta comer glaseado con una cuchara. Vive a las afueras de Phoenix, Arizona, con su esposo y cuatro niños.




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miércoles, 12 de junio de 2013

WoW (12): Leap of Faith - Jamie Blair

Waiting on Wednesday es una sección hecho por Jill en su Blog, Breaking The SpineSe trata de enseñar aquellos libros próximos a salir a la venta (o ya en venta) que queremos tener en nuestras manos.


Leap of Faith - Jamie Blair (3 de septiembre de 2013)


¿El amor verdadero puede basarse en mentiras? Una adolescente a la fuga busca alivio y redención en esta lectura apasionante y romántica.

Leah Kurtz finalmente ha encontrado un lugar al que llamar hogar, un pueblo donde ella y la bebé Addy pueden vivir en paz, lejos del lugar infestado por drogas donde ella creció. Chris es una de las mejores partes de su nueva vida, la única persona que alguna vez la hecho sentir segura. Y ahora que lo ha encontrado, no hay manera de que pueda decir la verdad:

Su verdadero nombre es Faith, no Leah. Tiene diecisiete, no diecinueve. Y la bebé no es suya... Faith la secuestró.

El pasado de Faith la alcanza cuando un policía empieza a hacer preguntas y la tía de Chris encuentra su foto en el periódico. Ella sabe que es momento de huir de nuevo, pero si Faith se va, perderá a Chris. Sin embargo, si Chris está enamorado de una mentira, ¿en realidad alguna vez Faith lo tuvo?

                                                         



Desde que leí la sinopsis de este libro me intrigó y ahora cuentos los días para que llegue septiembre y poder leerlo *-*

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Queremos comer, comer....

Vaya por delante que esto es mi opinión y solamente mi humilde opinión. Vaya por delante también, que creo que cada uno debe comer lo que estime oportuno y que nadie tiene el derecho de condenar o enjuiciar a una persona basándose en lo que come.

Creo que somos un fiel reflejo de lo que comemos. Sí, la genética tiene mucho que ver en si engordamos más o menos rápido, pero fundamentalmente son los alimentos o mierdalimentos( según qué comamos) los que juegan un papel muy importante. No me cuentes que no cenas pasta porque engorda, y luego resulta que no comes fruta y verdura. No me gustan las incongruencias.

Yo creo que se puede y se debe comer de todo, siempre que se haga con moderación y buscando un equilibro entre lo que comemos y lo que quemamos. No me gusta decir que hago o sigo una dieta estricta por ser celíaca, o porque quiero estar sana. Yo intento comer lo que mi cuerpo necesita y en las cantidades que le hagan bien. Hay alimentos que, en su momento, tuve que excluir de mi alimentación y que al hacerlo, mejoró mi salud. Pero dejar de ingerir cierto alimentos no quiere decir que no consuma alimentos similares que no afecten negativamente a mi salud.

No tomo harina ni derivados del trigo, avena, centeno, malta, cebada y triticale. Pero otros alimentos nuevos han pasado a formar parte de mi dieta: La harina de garbanzo, arroz y el trigo sarraceno, son algunas de los nuevos componentes de mi alimentación.

Como más fruta y verdura, de media 3 al día. Sé que no son las 5 que se recomiendan, pero pasar de 0 a 3 está muy bien. Los cambios en la alimentación requieren tiempo y esfuerzo, no se trata de dar un cambio de 180°, de repente y al de poco tiempo volver a las malas costumbres de antes. Cambiar las costumbres es difícil, la tentación es grande y hay que tener mucha fuerza de voluntad para no caer constantemente en la tentación. No pasa nada porque de vez en cuando nos demos un gusto comiendo algo, siempre que la cantidad no sea exagerada.

No creo que dejar de comer carne o pescado y comer sólo fruta y verdura sea del todo bueno. Lo sí creo que es bueno, es en caso de comer demasiada carne, bajar la ingesta de ésta y meter nás verduras al plato. No pasa nada por comer carne, nadie se ha muerto por comer carne. La gente tiene problemas de salud por comer DEMASIADA carne. La palabra clave es DEMASIADO. La falta de moderación sólo nos lleva a tener problemas de salud.

Creo que nos haríamos un gran favor a nosotros mismos si cuidáramos la calidad y sobre todo, la cantidad de lo que comemos.

martes, 11 de junio de 2013

Reseña: Act Like You Love Me - Cindi Madsen

Título: Act Like You Love Me
Autora: Cindi Madsen
Editorial: Entangled: Bliss
Género: Romántico Adulto. Contemporáneo
Serie: Accidentally In Love #2
Fecha de Publicación: 10 de junio de 2013
Sinopsis: Todo se vale en la actuación y en el amor...
Brynn McAdams no es la nerd torpe amante del teatro que era en la secundaria: ahora tiene confianza en sí misma, o al menos le gusta pensar que es así. Pero cuando su antiguo amor platónico, el imposiblemente guapo y totalmente inalcanzable Sawyer Raines, vuelve a la ciudad a dirigir su obra comunitaria, Brynn está determinada a ser alguien más que la chica que él ni siquiera reconoce. Que bueno que ella sea una excelente actriz.
Después de su mala r en Nueva York, lo último que Sawyer quiere es involucrarse con otra actriz. Pero la glamurosa y hermosa Brynn lo atrae, a pesar de que como su director, él sabe que ella está fuera de los límites. Simplemente hay algo en esa mujer que se siente... familiar. Como estar en casa.
Mientras las mentiras de Brynn empiezan a crecer como una bola de nieve, ella lucha por dejar de actuar y decir la verdad. ¿Pero qué pasa si Sawyer ya está enamorado de la Brynn falsa, y no de la verdadera Brynn?


Brynn tuvo una mala experiencia en la secundaria. Era una nerd a la que le gustaba el teatro, usaba ropa inspirada en novelas antiguas y tenía un cabello espantoso. Fue en aquella época en que Sawyer la rechazó. Y aunque ha pasado mucho tiempo, Brynn no ha logrado superar ese rechazo. Así que cuando vuelve a verlo, y él se ve interesado en ella, y de alguna manera la confunde con una glamurosa actriz de Los Ángeles, Brynn decide no sacarlo de su error. Y poco a poco empieza a involucrarse con él, fingiendo ser un poco más sofisticada y menos nerd. Y entre más tiempo pasan juntos, más se enamora de él, y empieza a darse cuenta que tal vez sus mentiras terminen arruinando todo lo que existe entre los dos.


Cuando fue a la universidad Brynn cambió bastante su apariencia y se convirtió en una mujer preciosa, pero en su interior sigue siendo la misma chica de la secundaria: amante del teatro, extraña, torpe y amante de los romances. Su pasado la atormenta y aún no puede superarlo ni dejarlo atrás. Y este ha sido mi mayor problema con este personaje durante gran parte de la historia. En todo momento he sentido ganas enormes de tener a Brynn en frente y gritarle: ¡supéralo, chica! Pero en las últimas páginas al fin pude entender lo afectada que aún estaba por su experiencia en la secundaria y logré no detestarla tanto (un poco tarde para apreciar mejor la historia :/).


Sawyer es otro de esos hombres perfectos de la literatura que parecen no existir en la vida real (o están en extinción, o se esconden, aún no lo sé >_<). Es listo, imposiblemente guapo, y además gracioso. Es el hombre soñado de cualquier mujer. Regresa a su ciudad escapando de una mala ruptura, así que al principio se siente un poco reacio a aceptar su creciente atracción por Brynn; le rehuye al compromiso porque cree que podría sufrir el mismo destino que su padre, así que no piensa en establecerse ni formar una familia.

Cuando empiezo a leer esta clase de historias románticas adultas siempre sé cómo es el argumento y cómo terminará todo, pero aún así me gusta leerlas porque aunque sean todas iguales, cada escritora le imprimen su sello y algunas logran que una historia tan simple y tan predecible te dejen con una gran sonrisa y un buen sabor de boca. Con esta escritora no pasó eso, pero al menos no fue un total fiasco.


Esta es una historia ligera, entretenida, predecible y linda sin rayar en lo cursi. Los diálogos entre los personajes son divertidos y el desarrollo del romance es bueno, aunque algunas veces lo sentí un poco superficial. Mi gran problema fue mi falta de conexión con la protagonista, muchas veces sentí que era demasiado inmadura. Sawyer tal vez es demasiado perfecto para ser real, pero de la pareja terminó siendo mi favorito.

En cuanto a los personajes secundarios, me hubiese gustado un poco más de fondo en la relación de los padres de Brynn, porque al final esos dos momentos de profundidad entre ella y cada uno de sus padres terminaron pareciéndome un poco superficiales (irónico) e incompletos. En realidad, los personajes secundarios no aportan a la historia ni son desarrollados en profundida, y eso fue una verdadera lástima, porque también me hubiese gustado saber más de Paul y Carly y su relación.

En general, es una historia romántica y predecible que no sorprende, pero que sí logra sacarte algunos suspiros y sonrisas. Si estás de humor para una historia completamente romántica (sin nada de sexo en medio) y sin muchos giros ni complejidades, te la recomiendo totalmente.



Puntuación:


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lunes, 10 de junio de 2013

me operan....otra vez....

Pues eso, que me tienen que operar, pero no de la boca, esta vez es otro lugar de mi anatomía el que será cortado, removido y cosido. Chupi guay todo. Y no, que me operen no es mi hobby, lo aclaro, por si a algún membrillo se le había pasado por la cabeza que me estuvieran aficionando a las operacioncitas de mis cojones  las narices.

Tengo endometriosis. Lo repito por si alguno se ha quedado sólo con el principio de la palabra y le da por decir, ¿edoqué?. Endometriosi, la enfermedad de los cojones se llama endometriosis. El que quiera saber más, que se pase por la guikipedia, que esto no es el consultorio medico de la doctora doña Dolores. Aunque el nombre me vaya ahora que ni pintando.

A la pregunta de si tengo síntomas, pues sí, tengo un huevo de ellos, que chic@, yo ni pensé que que me doliera la mitad de la espalda así, podía ser por endometriosis.
A la pregunta de si duele, pues sí, duele que te cagas y más allá.
A la pregunta de si se puede vivir con ello, pues chic@, decirte que no te escribo desde el otro mundo. Sigo vivita y coleando, y aún me queda mucha guerra por dar.
A la pregunta de si tengo miedo, pues bueno, tengo los cojones de corbata, pero vamos nada que me impida ser cómo soy, osea tocabolas profesional, con una gracia y un buen humor que se contagia. Porque, pa' chula yo, y cuanto más sería es la situación más cool soy.

Aún faltan un par de meses para que me ingresen, así me dan margen para acabar el trabajo final de carrera. Así que no se preocupen queridos lectores, que aún disponen de un poco de tiempo para hacerse con esos maravillosos ramos florales que sé comprarán para hacer mi convalecencia más llevadera.

La dirección a enviar es la siguiente, anoten por favor. Nidecoñentedoymisdatos Strasse N.69, Berlín.

sábado, 8 de junio de 2013

La edad del cinismo (III): ironía, conspiración e hipocresía. Tres confusiones persistentes

 
 
Referirse a la problemática del cinismo convoca diversas confusiones que bloquean un uso crítico del concepto. No parece vano procurar despejar algunas de ellas. Ante todo, porque la referencia al cinismo, convertido en calificativo, no da cuenta de su centralidad al momento de interpretar una de las dimensiones constitutivas del capitalismo: lo que Weber llama «organización racional del trabajo» (1), aunque se trate de una específica forma de racionalidad que, en función de parámetros de eficacia y eficiencia, se desentiende de los perjuicios éticos que dicha organización implica no de forma accidental sino necesaria. Procuremos clarificar esas tres confusiones entonces.
 
En primer lugar, la que liga «cinismo» e «ironía». La ironización de lo existente no necesariamente constituye una claudicación ante lo existente, aunque puedeconducir a la impugnación de cualquier otra alternativa política. La ambivalencia de la ironía resulta clara: por un lado, posibilita una operación crítica, usada para mostrar la particularidad de una presunta universalidad (acorde a lo que Sloterdijk llama «quinismo», emparentado al cinismo filosófico antiguo [2]). A través de la ironización de decisiones presentadas como acordes al interés general se ponen en evidencia los intereses privados a los que responden en un nivel latente. Sin embargo, la ironización puede conducir también a una forma de nihilismo que descree de cualquier tentativa de cambio social -reafirmando en última instancia la equivalencia general de las prácticas políticas y su reducción a un juego institucional de pugna de intereses particulares-. Si la ironía crítica parodia los poderes fácticos (cuestionando su aura de legitimidad, esto es, su autoridad como fuente de validez), la ironía nihilista deslegitima cualquier juego de poder (reduciéndolo a una simple disputa de autoridad). Sólo en el segundo caso emparentar cinismo e ironismo resulta válido.
 
 
Una segunda confusión remite a la asimilación de una «teoría del cinismo» a una «teoría de la conspiración». La primera, aunque admite la existencia eventual de “conspiraciones” (que podrían redescribirse de forma más plausible como planes estratégicos), no sitúa al sujeto como origen de dichas prácticas sino a un modo de producción cultural. Evita, por tanto,  las aporías del «conspiracionismo», especialmente la creencia en un gran Otro, un Genio maligno, más o menos omnipotente, que conocería desde el principio los planes y actuaría desde una voluntad unificada. Negar esta clave de inteligibilidad no equivale, sin embargo, a desconocer la existencia de proyectos que escapan al dominio público, elaborados y gestionados desde centros de poder diversos (3). Dicho lo cual, señalemos que la dinámica del capitalismo no se explica, en primera instancia, sobre la base exclusiva de unas decisiones centralizadas, sino por una formación discursiva hegemónica que produce identificaciones colectivas con respecto a la actual configuración política, económica y social. Que no exista un único «plan maestro» que tendría previsto cada paso, en suma, no evita el cruce de prácticas económicas planificadas racionalmente ni mucho menos un potencial de efectos que a menudo implican la producción de un daño sistémico. Incluso si aceptáramos -de forma eventual- la involuntariedad de ese daño sistémico en determinadas situaciones, no por ello el daño dejaría de ser la contracara necesaria de unas relaciones sociales marcadas por el «racionalismo económico».
 
 
La referencia a una «conciencia moral» no altera, en este sentido, las cosas. Desde Max Weber sabemos que la separación entre lo “doméstico” y lo “industrial” es una de las especificidades del capitalismo occidental, con su consiguiente contabilidad racional (4), posibilitada por la técnica. Dichaseparación permite la formación de un ethos económico (que Weber relaciona de forma primigenia con la «ética protestante») que no sólo no invalida la obtención de riqueza, sino que la plantea como un fin profesional legítimo (5). A nuestros fines, lo decisivo reside en la formación de una ética que “(…) destruía los frenos que la ética tradicional ponía a la aspiración de la riqueza, rompía las cadenas del afán de lucro desde el momento que no sólo lo legalizaba, sino que lo consideraba como precepto divino (…)” (Weber, 1999: 211-212).   

 
Retrospectivamente, podríamos radicalizar la tesis de partida de Weber: lo que desde hace algunas décadas se está destruyendo no es ya la “ética tradicional” sino la “ética industrial” en nombre de una nueva práctica empresarial ligada al mundo financiero: la desvinculación primaria del lucro de la actividad productiva. El nuevo dios juega a los dados: convierte el mundo en un casino planetario. Es un salto, sin embargo, dentro de una continuidad estructural: la práctica capitalista se produce con el objetivo primordial de obtención metódica de un beneficio o una plusvalía. Forma parte de sus principios constitutivos utilizar cualquier estrategia racional (con arreglo a fines) que, en las condiciones de la sociedad actual, incluye la planificación de catástrofes y la incitación infinita al consumo como promesa de protección ante la fragilidad humana.
 
 
Así, se trata de una práctica que excede (sin excluir) toda intencionalidad y, simultáneamente, presupone una conciencia moral que legitima la obtención de riqueza ilimitada en función de una profesión. Más allá incluso de Weber, podríamos intentar conceptualizar esa práctica como la compleja resultante no sólo de «intereses» deliberados sino, primariamente, de unas identificaciones colectivas (o unos imaginarios) que hacen que unos sujetos actúen en sentido compartido. Tomando distancia de una filosofía de la conciencia que plantea los actos como transparentes para los propios agentes, lo que necesitamos explicar es cómo una específica trama de relaciones sociales produce un régimen de saber que no sólo no funciona como impedimento ético de determinadas prácticas, sino que sostiene una racionalidad que las dota, a nivel interno, de cierta legitimidad (incluso si para ello necesita apelar a fórmulas eufemísticas).
 
 
La tercera confusión es la que liga «hipocresía» y «cinismo». El cinismo no se avergüenza de sí mismo, en tanto pone la causa en el exterior: el robo sistemático, la explotación continua, el saqueo legal, el holocausto diario, el estado de excepción en el que vivimos, son transformados en una retórica eufemística como rentabilidad, flexibilización, saneamiento, pacificación, democracia. La hipocresía todavía mantiene la idea de que hay actos que hay que ocultar porque quiebran los códigos. El cinismo no excluye la hipocresía, pero la subsume bajo una estrategia en la que la supuesta “mala conciencia” es la máscara del beneficio sin código. Si simula “escándalos” y admite “excesos” se debe ante todo como forma de hacerse admisible ante los otros y ante sí mismo. El cinismo atempera la hipocresía, no en nombre de una ética superior, sino en función de una radical indiferencia ética. Tal es su obscenidad. Estos desplazamientos, con todo, no suprimen sin más toda codificación moral: ésta sobrevive en su ruina, mantiene una vigencia local, porque a pesar de su impulso intrínseco, hay experiencias antagónicas (revueltas, protestas públicas, movimientos contestatarios, resistencias dispersas).
 
 
No es difícil advertir esta lógica cultural en los diversos campos de la vida social, incluyendo un plano político-económico: puesto que no hay decisión inocente, ampararse en un supuesto no-saber (esto es, en una suerte de ignorancia primera con respecto a las consecuencias de determinadas acciones) no deja de ser una forma de desentendimiento. No es que no se sepa del monto de sufrimiento diseminado a escala planetaria o de las masacres cometidas en nombre de valores como la “libertad”, la “democracia” o la “justicia”. Lo que está en juego es una auténtica indiferencia práctica, que implica y rebasa las conciencias individuales.
 
 
La referencia permanente a una supuesta “falta de alternativas” tiene como finalidad la justificación de lo injustificable: el abatimiento colectivo, la concentración de poder, la marginación sistémica, la destrucción de nuestro hábitat... En esa máquina están enganchados, sin dudas, no sólo sujetos políticos y empresariales, sino también economistas, agentes financieros, sindicales y clericales, así como un ejército de profesionales de lo más diverso (desde periodistas y abogados hasta profesores y jueces). Son partícipes necesarios de la ingeniería social del expolio.
 
 
Por más declaraciones en sentido contrario que hagan, son conscientes de lo que están haciendo: la explotación no es un efecto indeseado, la plusvalía no es un error de cálculo, la pobreza y marginalidad no son efectos residuales de un pasado premoderno, el desempleo no es un accidente coyuntural, la distribución desigual de los ingresos y la propiedad no es un asunto de méritos individuales, el sistema tributario regresivo no es un producto del azar, el neocolonialismo belicista no es una necesidad de la paz ni la represión un espontáneo exceso policial, la destrucción del proyecto de estado de bienestar no es una consecuencia secundaria indeseada ni la criminalización de los movimientos sociales disidentes un imprevisto. Son mandatos explícitos de nuestros amos sin rostro.
 
 
 No necesitamos invocar la “mala conciencia” como fundamento del cinismo. La estratagema de situar la responsabilidad en una exterioridad puesta como impedimento evita, por parte de sus principales operadores, formularse siquiera algún cuestionamiento moral. La retórica de la libertad se manifiesta como suprema servidumbre: puesto que no hay alternativas, sólo resta la masacre generalizada, la elevación individual en el hundimiento colectivo, la guerra como relación con el otro, la sustracción colectiva como única vía de la supervivencia individual.
 
 
 Lo antedicho no implica arribar a conclusiones peculiarmente pesimistas. La hegemonía del cinismo coexiste con antagonismos sociales que no cesan de proliferar, cuestionando y alterando las decisiones de los grupos dominantes. La emergencia y persistencia de determinados «movimientos sociales» críticos es ejemplo de ello. Ante una máquina cínica que produce, simultáneamente, excedente y devastación, la resignación o el conformismo no constituyen ni mucho menos respuestas colectivas indiscutidas. Por el contrario, esa máquina tropieza con límites externos, más o menos potentes, incluso si la propia dinámica sistémica procura borrar esos límites, bajo la falsa promesa de una inclusión universal (en el caso de la socialdemocracia) o bajo la criminalización de la disidencia (en el caso del neoconservadurismo).
 
 
 En esa apertura histórica, el sabotaje a esa máquina no está garantizada por ninguna ley de desarrollo histórico. La “toma de conciencia”, por su parte, no es consecuencia suficiente para la articulación de una práctica subversiva. Como proceso abierto, las luchas sociales introducen indeterminación en esta dinámica. En esa dimensión antagónica de lo social se juega, sin más, nuestro porvenir compartido.
 
 

 Arturo Borra
 

(1)     Weber, Max (1999): La ética protestante, Albor, Madrid, pp. 31 y ss. 
 
2)     “Desde que la filosofía, sólo de forma hipócrita, es capaz de vivir lo que dice, le corresponde a la insolencia decir lo que se vive. En una cultura en la que los idealismos endurecidos convierten las mentiras en «formas de vida», el proceso de verdad depende de si hay personas que sean suficientemente agresivas y libres («desvergonzadas») para decir la verdad. (…) (Y cuando los poderosos, por su parte, empiezan a pensar quínicamente; cuando conocen la verdad sobre sí mismos y, a pesar de ello, «continúan» obrando de igual manera, entonces completan de una manera perfecta la definición moderna de cinismo” (Sloterdijk, Peter (2003): Crítica de la razón cínica, Siruela, España: 177). 
 
(3)     He desarrollado esta cuestión en “La economía política del sacrificio (V): el signo de la catástrofe”, disponible en versión electrónica en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=158693.
 
(4)     Weber, Max (1999): op.cit., p. 29.
 
(5)     En este contexto argumentativo, no tenemos que asumir plenamente esa conexión histórica con una religión determinada -que conduciría a unos debates eruditos diferentes- para reconocer en este giro ético una de las claves centrales de la modernidad capitalista.

jueves, 6 de junio de 2013

El que espera...

...desespera, que dice el refrán. Y así estoy yo, desesperaíta perdía. Para ciertas cosas tengo mucha paciencia y mucho aguante, pero para otras, como diría mi madre, soy una caga prisas. Entre que yo quiero saberlo ya, y que mi mitad teutona, con toda su buena voluntad, me pregunta que si ya lo sé, pues estamos los dos, hechos unos manojos de nervios. Claro, que a mí con mi gracia vasca, que en comparación con la teutona es muy mucha, pues se me nota un pelín más. Bueno, se me notan los nervios infinito más que él.

Claro, es que la que se la juega soy yo. Hay ratos en los que el positivismo me invade, y creo que sí, que la tendré. Hay ratos en los que, mi parte negativa vuelve, y me hunde. Y así vamos, a ratos mal y a ratos peor. Y lo que es más insufrible aún, sin saber si sí o si no.

¿Quién decía que los estudiantes tenemos una vida fácil?