miércoles, 30 de mayo de 2012

Ciática

Servidora, que es una ignorante de la vida, se pensaba que la ciática sólo afectaba a "personas mayores" y no ha gente joven. ¡Meeeec, error! Esto le puede pasar a cualquiera que haga esfuerzos fisicos (no, no os asustéis, que este no es mi caso), a gente tiene algún disco dañado en la espalda o una hernía, y a gente que pasa muchas horas sentada. Yo pertenezco a este último colectivo.

Antes de que me echéis a los leones, aclarar, que aparte de hacer el tonto con le ordenar y daros la chapa con entradas más o menos interesantes, una servidora trabaja, y además estudia. Vamos, que me paso un montón de horas al día sentada.

En la universidad las sillas son standard y con esta altura que Gott me ha dado mis pequeños pies (son pequeños de verdad, que tengo un 34 de número) cuelgan y no pueden apoyarse en el suelo. Al de cierto rato, las piernas duelen...

En casa a pesar de no tener una super silla anatómica, no tengo problemas porque la silla es cómoda, y sobre todo porque tengo un apaño para apoyar los piesesillos.

En la oficina, ya es otro cantar. Los viernes trabajo 6 horas y siempre me acaba doliendo la parte baja de la espalda, hasta que este viernes me dio dolor de ciática. ¡Vaya 5 días que he pasado!

Ayer, con más miedo que vergüenza fui al ortopeda, que aparte de retorcerme para todos ados me dio un pinchazo en mi lindo y hermoso (lo de hermoso lo digo por el tamaño) culete. Hoy ya estoy mejor, así que aprovecharé estos dos días de reposo para daros más lata si cabe aún y para ponerme al día con los comentarios, ¡Sí, hay nuevos comentarios!

miércoles, 23 de mayo de 2012

Adultos que molestan

Hace unas semanas escribí medio preguntando si los niños molestan o no, y si lo hacen mucho o poco. Esta vez va de algo parecido pero distinto, incluso la interpretanción del título es distinta. Del otro post, se podía deducir algo según la situación y el contexto, esta vez es distinto. Es una afirmación rotunda, esta vez os doy la lata con los adultos que molestan.

Hay veces en las que los niños molestan, o bien por motivos ajenos a ellos, vease están cansados/malos, y otras veces molestan por molestar, por puro aburrimiento. Casi como queriendo descubrir hasta que punto pueden llegar esta vez.

La sutil diferencia entre adultos y niños, es que los segundos están en proceso de aprendizaje y de ser educados, los adultos en cambio se supone deben haber pasado ese proceso de aprendizaje.

En los últimos días me he topado con tal cantidad de adultos molestones-sin modales-ni respeto ninguno-porque yo lo valgo, que de verdad me he quedado muy sorprendida de hasta que punto vemos la paja en ojo ajeno pero no la viga en el propio.

Se supone que a los niños les enseñamos a tratar de hablar en un tono que no moleste a los demás, a ser educado, a dejar salir primero a la gente del tren/bus y luego subir. Se supone que les enseñamos a mirar por los demás, a no ser tan tremendamente egoísta de ir arrollando y apabullando a los demás; pues como sigamos por este camino, van a ser los niños los que les tengan que recordar a los adultos cómo se deben hacer las cosas, porque hay cada uno suelto por ahí que da verdadero miedito....

domingo, 20 de mayo de 2012

Radiodays in Barcelona


Radiodays Europe is the meeting point for all radio in Europe, bringing together private and public radios in Europe. The 2012 conference in Barcelona had nearly 750 participants from 45 countries. As I was a member of the organization I could make this video about the event.  

Music by Johnny Ripper, released under a Creative Commons. Directed by María Crespo mariacrespo.prensa@gmail.com

Also published in Radiodays Europe 2012 (Offical site) or Scoop.it

viernes, 18 de mayo de 2012

Acerca de las profecías de defunción del movimiento 15-M: un año después de lo imprevisible




Para tratarse de un “muerto” -tal como los profetas mediáticos y gubernamentales se apresuran a señalar- habrá que reconocer que el movimiento 15-M se comporta de un modo bastante extraño. No parece haberse dado por enterado, mostrando una vivacidad e inquietud renovadas. Incluso cuando ha logrado encadenar cuatro días consecutivos de protestas multitudinarias y caceroladas en diversos puntos del país, las condolencias se han multiplicado: movimiento en declive, moribundo, debilitado por la disminución de su aceptación social, desinflado por el control que ejercen en su interior “radicales” y “antisistemas”, cuando no “vándalos organizados”, etc. Poco importa que, desde una cierta izquierda escéptica, se le reproche más bien lo contrario, esto es, no haber ido demasiado lejos en la crítica al capitalismo y en la apuesta por la transformación del presente. Mientras el discurso hegemónico quiere matar simbólicamente al movimiento de indignados por “radical”, desde un polo contrario se le cuestiona por contra su falta de “radicalidad”. Por derecha y por izquierda, ambos discursos coinciden en algo fundamental; a saber, que se trata de un movimiento social indeseable que, para bien de la “democracia” o la “revolución”, está muerto o agonizante, incluso si para ello fuera necesario empujarlo al precipicio, realizando así la profecía de su defunción.

Sin embargo, pese al aparato propagandístico que certifica dicha defunción y de una auténtica arremetida por parte de las autoridades públicas contra los derechos cívicos de los manifestantes (que esas mismas autoridades deberían garantizar), pese a la persecución de la que muchos de sus miembros son víctimas (sufriendo detenciones arbitrarias y una auténtica judicialización de sus reivindicaciones políticas), pese a la política del miedo que quieren imponer los gendarmes del orden y del asedio constante que padecen diferentes activistas, un año después de esa irrupción de lo imprevisible, el 15-M no sólo sigue vivo, sino afianzado en sus demandas de justicia, ligadas tanto a un reclamo de cambio en el sistema político como a la exigencia de una transformación profunda en una dimensión institucional y económico-financiera. La politización radical que este movimiento propició a nivel colectivo -en un contexto cultural adverso marcado por la resignación, cuando no el conformismo- es signo de su relevancia en la vida pública. Insistir en que se trata de una mera reacción social defensiva, entroncada a un ciudadanismo progresista pero falto de miras revolucionarias, es simplista, como lo es juzgar de forma homogénea un movimiento heterogéneo.

Nada de ello es óbice para indagar en sus limitaciones, a condición de tomarse el trabajo de buscar respuestas más allá de los propios prejuicios, de “salir a la calle” también con el pensamiento. Más aún, lo que habitualmente se le recrimina puede que no sea sino aquello que merece más bien destacarse como modalidades de una práctica política diferenciada y cualitativamente novedosa: un movimiento sin líderes, marcado por la horizontalidad y la organización policéntrica, así como por su negativa a inscribirse en el sistema de partidos políticos, su distancia con los sindicatos mayoritarios, su heterogeneidad constitutiva, su crítica radical a los medios (por momentos indiscriminada y reductiva), su rebasamiento político de las instituciones, etc. Todo ello, lejos de ser obstáculo para su devenir, parece ser más bien su andamiaje singular.

Quizás sus limitaciones estén en puntos menos señalados: una cierta discontinuidad en sus acciones colectivas de protesta (aunque sin desconocer las acciones específicas realizadas contra los desahucios, los CIE, las redadas policiales, entre otras cosas); una dinámica asamblearia valiosa pero a menudo ralentizada por el desencuentro entre posturas; ciertas divisiones entre diferentes grupos participantes; la multiplicación excesiva de convocatorias (con el efecto de dispersión y desgaste que suele producir entre los convocados); la multiplicación de frentes de acción sin escalonamientos estratégicos; la dificultad para articular respuestas eficaces ante la escalada autoritaria del estado policial; la proliferación de propuestas sin una elaboración suficiente como proyecto político común; la carencia de una estrategia comunicacional (sin excluir una estrategia mediática) unificada que de notoriedad pública a los puntos nodales reivindicados por el 15-M…

Puede que el porvenir de este movimiento esté indisociablemente unido a la gestión que haga de esas supuestas limitaciones. Sin embargo, resulta ilegítimo reclamar que un movimiento de estas características resuelva en pocos meses lo que las fuerzas de izquierda no han resuelto en décadas. No son pocas las intervenciones valiosas que ha efectuado en un año de existencia; entre ellas, impedir múltiples desahucios, impulsar las huelgas de consumo, boicotear las redadas, denunciar los CIE, participar en acciones directas contra los bancos, exigir la dación en pago, presionar para la reducción del gasto político y la sanción de la ley de transparencia, visibilizar otras plataformas ciudadanas, exigir cambios en la ley electoral, apoyar otros movimientos, coordinar acciones de protesta a escala internacional, por mencionar algunas cuestiones. Más allá de esta enumeración incompleta, quizás lo más relevante sea su incidencia en la reconfiguración parcial del debate intelectual y político -incluyendo los términos en que se formula- y el cuestionamiento que ha propiciado con respecto al sistema económico-financiero, político e institucional hegemónico. Desde una perspectiva crítica, no parece exagerado sostener que a escala nacional, en la última década, no ha habido ningún otro acontecimiento político equivalente en magnitud. Dicho en términos positivos: la irrupción del movimiento 15-M no tiene precedentes inmediatos y aunque sus logros son pírricos por el momento, eso no resta en lo más mínimo su importancia como acontecimiento de primer orden.

Nada de ello implica desconocer una multiplicidad de luchas sociales preexistentes. La historia del 15-M es la historia de una confluencia entre diversas plataformas ciudadanas y movimientos sociales disidentes y de ahí su peculiar fuerza. Que esa confluencia no esté exenta de tensiones y conflictos forma parte de su misma constitución plural. Dicha pluralidad, lejos de ser un obstáculo, ha sido uno de los rasgos que más ha facilitado la coordinación y articulación a nivel nacional e internacional con otros movimientos afines (algo que no se había conseguido desde las movilizaciones altermundistas de Rostock en Alemania en 2007). Tampoco debería inducir a engaño la merma real de adhesiones sociales: cualquier discurso político que reduzca sus ambigüedades necesariamente implica una divisoria de aguas. Razonablemente, la radicalización de un cuestionamiento al orden existente producirá un paulatino distanciamiento del sentido común hegemónico. Por lo demás, ni siquiera cabe descartar que esas irrupciones súbitas y discontinuas del 15-M en los espacios públicos no sean sino su peculiar modo de supervivencia: evitando estabilizarse; invisibilizándose cuando su aparición misma amenaza con convertirse en costumbre, parte del paisaje arrasado de un «capitalismo del desastre».

Los señalamientos anteriores, pues, no niegan la vigencia de un movimiento que se nutre de una indignación inlocalizable. Su ímpetu resiste las profecías de su extinción. El respaldo que cuenta a nivel social supera con creces la de cualquier partido político e, inversamente, los partidos que más han crecido están ligados a la recuperación (selectiva) de algunos de sus planteamientos. Sabemos que eso también puede ser un arma de doble filo. Pero esas tensiones e irresoluciones sólo pueden afrontarse en la historia efectiva. Razones para indignarse sobran ante un sistema político-económico que en plena crisis transfiere recursos públicos a la banca privada mientras, en una ofensiva brutal contra las clases populares, da el tiro de gracia a servicios públicos como la sanidad y la educación, prosigue un proceso de privatizaciones que beneficia a los responsables de la crisis o desmonta cualquier protección social. Estas políticas públicas regresivas, sin embargo, son apenas la punta del iceberg: condensan un proyecto social que apunta a consolidar las desigualdades estructurales, incrementar la rentabilidad de los poderes económico-financieros globales, reestablecer la legitimidad cultural del capitalismo y reorganizar el campo político de modo autoritario, a efectos de domesticar ese excedente de sentido que podría amenazarlo. En esa dirección, resulta claro que las políticas de criminalización de la protesta social no persiguen garantizar el efectivo cumplimiento de un supuesto “estado de derecho” que brilla por su ausencia, sino disciplinar a las clases sociales subalternas, esto es, amarrarlas a un modo de producción que las condena no sólo al paro o el empleo precario, sino también a la pobreza, la marginalidad y la restricción de las oportunidades vitales. Ante la debilidad de la hegemonía neoconservadora, la alianza  entre capital y estado tiene que echar mano a la coerción directa ante aquellos que la desafían.

Bajo esos imperativos, en una escala nacional, el Ministerio del Interior afronta un callejón sin salida. Por un lado, tiene que hacer el ridículo aportando cifras claramente falseadas de las manifestaciones del 12-M a efectos de minimizar la magnitud de la protesta y crear las condiciones para su deslegitimación. Por otro, tiene que ceder parcialmente a esos imperativos que pretende imponer, para evitar una situación más explosiva aún. En esa línea entre el autoritarismo y la contención producto de su debilidad, el gobierno procura atenazar al movimiento estableciendo constantes restricciones jurídico-policiales a las libertades de reunión y manifestación.  Ni siquiera así ha logrado detener la marea humana que sigue inundando las calles. Precisamente porque el gobierno nacional sabe de esa indignación creciente continúa con su plan de criminalización, ordenando unos desalojos violentos, unas detenciones aleatorias y unas imputaciones falsas que no tienen más objetivo que el amedrentamiento basado en el castigo ejemplar (en simultáneo al blindaje de impunidad de las clases dominantes, responsables del saqueo sistémico). A la par que quedan eximidos de culpa los verdaderos agentes criminales -corrompidos y corruptores-, la amenaza cernida sobre los manifestantes se intensifica: hasta cuatro años de cárcel por ejercer el derecho constitucional a manifestarse, inclusive si ese derecho es transfigurado ante la “opinión pública” como “resistencia y atentado a la autoridad” o alguna farsa semejante. La fachada democrática de un sistema así, más pronto que tarde, se derrumba con estrépito, no bien uno se niega a someterse a los mandatos del mercado, esto es, no bien la ciudadanía considerada de segunda mano ejerce su disidencia democrática.

Estamos, en efecto, ante una democracia secuestrada por el capitalismo globalitario. Aún si hubiera que ir más allá del movimiento de indignados, si en el camino hubiera que convertirlo en algo diferente, aún en esas condiciones de aceptación condicional, constituye un punto de arranque ante un sistema injusto que está triturando nuestras vidas. En su marcha por momentos subterránea alza la promesa de otro mundo posible. Como promesa, no podría no estar rodeada de incertidumbres (esas mismas que un cierto dogmatismo pretende clausurar con certezas perimidas, incapaces de elaborar el duelo que supone toda derrota histórica). Al menos quienes sabemos de la impostergabilidad de esa promesa, deberíamos proteger estos gérmenes que anticipan otra forma de existencia social, cuidándonos de llenar lo incierto con nuestros temores.

Un año después de este movimiento social emergente es difícil anticipar cuáles serán sus derroteros, pero en ningún caso deberíamos olvidar desde dónde partió. La evidencia multitudinaria de las plazas está ahí, aunque su significación siga resultando opaca. No sabemos siquiera si habrá en su seno un «devenir-revolucionario» o una «asimilación sistémica» que disuelva su potencial subversivo. El empeño que las autoridades gubernamentales ponen para matar al 15-M debería ser de mínima tomado como un indicio de que algo significativo se juega ahí: un acontecer político tan promisorio como incontrolable. Y si logran asesinarlo, desde luego, quedará todavía el espectro de una revuelta que seguirá rondando las ruinas del presente. Esa memoria de las derrotas también ayuda a imaginar nuevas intervenciones históricas que hagan posible lo (vivido tantas veces como) imposible.

En el umbral en el que estamos no sobran los debates, pero mucho menos los combates cuerpo a cuerpo, por simbólicos que sean, capaces de abrir grietas en el presente. En esa frontera, necesitamos desplegar todas nuestras armas intelectuales y políticas para consolidar un frente de lucha amenazado por todas partes. Tanto las descalificaciones de una derecha reaccionaria que desprecia cualquier vestigio de democracia participativa como un falso radicalismo que denosta aquello que no encaja con sus modelos prefabricados de acción política, son síntomas de la incomodidad que produce un movimiento que no se ajusta al imaginario político heredado. Mientras ellos se apresuran a enterrar estas luchas emergentes en el pasado, una multitud -a veces sin saberlo- va escribiendo la historia del presente.


Arturo Borra

miércoles, 16 de mayo de 2012

Vivir sin tele

Yo nunca he sido de ver mucho la tele, sí que la ponía un rato, pero al de poco tiempo me aburría y prefería hacer otra cosa. Cuando la tele está ahí, para mi por lo menos, era como una especia de tentación, si está ahí, en los ratos muerto solía ponerla. En principio esos ratos muertos eran breves, pero había veces que por consancio o pereza se iban alargando más de lo que yo quería en un principio.

Desde que vivo con mi maromen no hay tele y noto que tengo más tiempo. No es que antes estuviera horas delante de a caja tonta, ni siquiera todos los días, pero sí que había ratillos por aquí y ratillos por allá

Lo mejor de no tener tele no es solo rescatar algo de tiempo, que de otra manera hubiera perdido, si no dejar de ver basura, pero basura de la mala mala. La verdad es que la programación, tanto en la tele española como en la alemana, deja mucho que desear. No sólo dan porquería, si no muchas veces dan  cosas sin sentido y que son incorrectas.

No digo que haya que ver siempre los archiconocidos documentales de la 2 o entrevistas con Punset (ambas cosas están geniales), pero reconozco que hay veces que lo que quiero es relajarme, y para ello no necesito  ver basura, pero tampoco puedo ver cosas "intelectuales" necesito cosas que me entretengan. La mejor opción que he encontrado es hacerme con series, tanto en inglés como en alemán, y verlas por las noches hasta que caigo rendida y me duermo.

¿Véis vosotros mucho la tele?

domingo, 13 de mayo de 2012

El 12-M en Valencia

Mientras el Ministerio del Interior vuelve a hacer el ridículo dando cifras absurdas sobre el número de asistentes -mintiendo de forma descarada para minimizar el 12-M- aquí compartimos unas fotos de la verdadera magnitud de la protesta social del 12-M en Valencia. Las columnas de manifestantes eran interminables y si queremos tener una mínima noción de este acontecimiento popular, tenemos que buscar información fuera de los dispositivos de la propaganda oficial.

Al menos 100.000 personas se manifestaron ayer en Valencia. Lo relevante, sin embargo, no son tanto las cifras como la convicción de que el 15-M es un movimiento que sigue su marcha, por momentos subterránea, con la promesa de otro mundo posible. 

 
















Al llegar la plaza, un vallado impedía el paso. Por extrañas razones, habían decidido trasladar a último momento la mascletá que suelen disparar desde el antiguo cauce a la plaza del ayuntamiento.







Poco tiempo duró el vallado. Muchos de nosotros comenzamos a gritar: "La plaza es del pueblo" y poco a poco, la gente se fue animando. Algunos comenzaron a tumbar las vallas, desafiando el cordón policial. De forma imprevista para la policía, una marea humana anegó la plaza, saltando la prohibición, arrancando las mascletás que ocupaban su centro.



Fue quizás el momento con más carga simbólica: la plaza como espacio público fue recuperada, a pesar de la estrategia del gobierno para impedirlo. 






Ellos seguirán mintiendo y criminalizando la protesta social. Mientras tanto, sin saberlo, una multitud va escribiendo la historia del presente.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Por la internacionalización de la revuelta



No hay nada que esperar. La devastación planificada no se detendrá a sí misma. El arrase es la consecuencia necesaria de una voluntad ilimitada de lucro, en el que millones de vidas humanas se han tornado desechables. Al proyecto de un mundo como mercancía sólo lo frenará la propia humanidad -a menos que acepte resignada ser arrasada por este delirio genocida.

Como decía Gramsci: "la indiferencia es el peso muerto de la historia". En la lucha contra ese pulso indiferente está nuestra promesa de vida. La de todos aquellos que cada día procuran construir otro mundo posible.

Molestan los ninnos?

Ayer leí una entrada de uno de los varios blogs que sigo. En ella la escritora contaba lo que le había sucedido en el avión al volar con sus hijos. Después de leer la entrada estuve pensando sobre si los ninnos molestan o no.

Hay gente que opina que los ninnos molestan siempre. Yo, particularmente, no creo que esto sea así. Hay (muchas) veces en las que los ninnos molestan, y mucho, pero no podemos decir que toooodooos los ninnos molesten siempre. Eso sería una exageración y una generalización absurda, de igual manera es también un absurdo decir que toodos los ninnos son monísimos y da gusto verlos. No nos pasemos, ni toodo de lo uno, ni toooodo de lo otro.

Hay ninnos que tienen por naturaleza la habilidad de darporculete siempre que la situación requiera un comportamiento específico. Es decir, si tienen que ir tranquilos, se moverán, y si tienen que estar participativos y receptivos para algo, misteriosamente se abstraeran en su mundo interior.

Lo curioso de esta habilidad es que, no solo es propia de los ninnos. Hay muchos adultos porculeros, que hablan cuando deben callar, y gritan cuando deben ser silenciosos.

Que vaya por delante que me gustan mucho los ninnos, pero si me preguntan si los ninnos molestan en un avión, pues muy posiblemente responda que sí. Es verdad que hay muchos adultos insoportables que molestan también, pero lo que yo no voy a tolerar es que un ninno me de un mal vuelo mientras sus padres le ríen las gracias, de igual manera que llegado el caso me dirijiré a un adulto para decirle lo que estime oportuno.

Viajar con ninnos es una prueba de estrés brutal, los que no tenemos ninnos debemos tratar de ser tolerantes con ciertos comportamientos de ninno, vease un bebé que llorá porque le duelen los oídos o está cansado, un ninno que de vez en cuando alza la voz más de lo deseable. Los que son padres/madres/tutores de esos ninnos deben tratar de hacer todo lo posible por no molestar a los demás, y si eso requiere algún método de distracción, vease gusanitos, juguetes etc. deben utilizarlo.

Yo creo tener mucha empatía, pero lo que nunca hare será mirar con una sonrisa de oreja a oreja a la madre/padre/tutor de los ninnos que me acaban de dar en vuelo horrible, de igual manera que no sonreiré al adulto que me haya dado un vuelo horrible.

jueves, 3 de mayo de 2012

Me voy a Berlín a trabajar de lo que sea, a buscarme la vida. ¡Con dos cojones!

A continuación viene la versión ampliada de la frase de marras. Me voy a Berlín, con 500 euros, sin papa de alemán pero con buen nivel de inglés. Voy a trabajar de lo que sea y con dos cojones me me voy a comer Berlín. 

 Hay mucha gente que se quiere venir a Berlín, sin saber alemán y con un "buen nivel de ingles", a buscarse la vida (cosa que en principio no me parece mal), a trabajar de lo que sea. Para todo esto le echan "muchos cojones" que dicen ellos tener. Como ya he puesto entre paréntesis, en principio no me parece mal.

El problema viene, cuando este gente llega aquí con su "buen nivel de inglés" (lo pongo entre comillas porque este tema da de por sí mucho para hablar) y pretenden comerse el mundo, cuando en realidad tienen todos los boletos para comerse una buena hostia, así como suena.

La Alemania de ahora, no es la Alemania de los años 60, del "vente pa'Alemania Pepe". Ahora es más bien un "si te viene p'Alemania Pepe te vamos a dar bien por cule...." Si eres Pepe, y no tienes una ingeniería hecha, ni estudios informáticos, ni dominas el alemán y/o el inglés, es posible que te lleves una gran decepción con este país.

En España están las cosas mal no, lo siguiente a mal, multiplicado por dos. Pero esperar a que tu prestación de paro esté a punto de acabarse, y que sea este momento justo cuando decidas irte, no  es que sea una decisión muy inteligente que digamos.  Yo me vine para acá cuando me olí que todo se iba a poner muy mal, y de eso hacen casi tres años. Sabía alemán y me vine con una ocupación para varios meses, con alojamiento, seguro y comida, y aún así las pase putas.

Si tienes veintipocos, cero responsabiliades en España, vease, sin hipoteca ni hijos, pues bueno, juégatela si quieres. Pero, sinceramente, no esperes que "sin alemán y trabajando de lo que sea," muy posiblemente sin seguro ni cotizando, te vaya a ir muy bien por aquí.

Si a los que se plantean venirse tratando de hacer las cosas bien, les surgen dudas, que no duden en preguntar, que en tanto en cuanto yo pueda echar una mano, lo hago encantada