miércoles, 18 de julio de 2012

Un robo a mano armada (políticamente)

El gobierno dice que está recortando de donde dicen poder hacerlo, y es más, dicen hacerlo muy a su pesar. Para ver que las cosas en España están mal no hace falta ser político, ni economista. Hay tanta podredumbre acumulada, que apesta, se huele desde lejos.

Dicen recortar porque la "herencia recibida del gobierno anterior" les obliga a ello, dicen que ellos no quieren hacerlo. Dicen incluso, que si las cosas fueran bien hasta bajarían los impuestos. ¡Ja! permitanme que me ría a mandíbula batiente.

No se trata de la herencia recibida o no, se trata de voluntad política. Sí es cierto que desde Europa están aprentando las tuercas, y mucho. Sí es verdad que "nos van a prestar" una cantidad ingente de dinero para salvar a la banca, mientras el país se hunde.

Señores del gobierno, como ya he dicho, se trata de voluntad política. Uds. están vapuleando y machacando a quien menos lo merece, a la clase baja. Diría que están maltratando a la clase media, pero de esa ya apenas hay, casi todos forman ya parte de la clase baja. Clase mal llamada baja, porque señores del gobierno, no olviden que esta es la clase que levanta el país, esta es la clase que más trabaja, más impuestos paga y más gasta en España. Señores del gobierno, Uds. no están demostrando ser inteligentes al zarandear a esta clase, ya que al hacerlo zarandean al país entero.

Uds. dicen estar bajando la prestación social de desempleo para estimular la búsqueda activa de trabajo, ahora yo me pregunto, ¿qué trabajo? ¿pero es que hay trabajo en España y resulta que la gente no encuentra porque no busca?

Uds. dicen estar subiendo el IVA porque las circunstancias así lo requieren. De esto deduzco yo, humilde estudiante expatriada y bastante lega en lo que a macroeconomía se refiere, pero bastante docta en cuanto a la micro-microeconomía se refiere, la economía de mi casa, vamos, que Uds. no se han dado mucha cuenta de lo siguiente: Si alguien tiene poco dinero, presupongamos que posiblemente esté en paro o su sueldo se haya visto reducido, si esa persona que ya per se tiene poco para gastar, ve que con lo que dispone económicamente puede comprar ahora mucho menos que antes, deduzco yo, que esa persona gastará menos. El que quiera vender, venderá menos y muy posiblemente se pare el flujo económico-creo que se llama.

Si el que antes compraba 3, ahora compra 2, y si el que antes vendía 6 ahora vende sólo 4, viendo así reducido su margen de beneficios, muy posiblemente alguno de los que venden, se quedaran sin vender y se irán al paro.

Cuanta más gente en el paro haya más gasto social a cargo de las arcas del estado.  Y así vuelta a empezar.

Ocúpense de que todos aquellos ladrones carentes de escrúpulos y sin conciencia, también llamados políticos, devuelvan todo lo que han robado. Empezar por la Comunidad Valenciana sería una idea bastante acertada. Reduzcan la bajada de impuestos a las grandes fortunas, es más, súbanles los impuestos a los que más tienen, reduzcan gastos en política, que ningún diputado merece ganar más que un ciudadano de a pie. Ser politico y representar a un país debe ser un honor y no un negocio.

Y si después de hacer todo eso nos siguen faltando millones, pueden ustedes empezar a reflexionar dónde recortar.

martes, 17 de julio de 2012

Mejor váyase

Señora Fabra, lo de señora lo digo refiriéndome a usted como persona de genero femenino, y no porque haya hecho usted uso de modales de una señora,- sólo quería a usted decirle que mejor váyase. Si le queda un ápice de vergüenza y si tiene usted algo de conciencia- esto lo escribo como dubitativa, ya que no me queda claro que Ud. tenga esas virtudes,- mejor váyase. Recoja sus cosas y desaparezca.

Si Ud. se tratara de una persona normal, de a pie, me preocuparía que se quedara sin trabajo, pero siendo Ud. hija de quien es, pues no me preocupa lo más mínimo. Es más, me atrevo a aventurar que "la suerte" y "el azar" le regalaran a su progenitor un par de cientos de euros más, venidos en forma de boleto de lotería y/o cupón.

Ah, por cierto, no nos desee Ud. que nos jodamos más, que ya estamos bien jodidos, y lo que nos queda aún por estar jodidos...

domingo, 15 de julio de 2012

El verde mortal de la soja: El mundo según Monsanto


Pasé prácticamente toda mi infancia en una localidad de la pampa húmeda argentina con su inmensa llanura, cielos omnipresentes y aquellos matices cromáticos que iba adquiriendo el campo a cada momento: verdes en toda su gama, dorados, marrones, grises... paisaje radicalmente horizontal que Ortega y Gassetdescribió en uno de sus viajes por el interior del país: “De este modo la vista, sin llegar a fijarse en nada, es despedida hacia los confines del curvo horizonte. En estos confines, allá lejos, están los boscajes ―y allí la tierra se envaguece, abre sus poros, pierde peso, se vaporiza, se nubifica, se aproxima al cielo y recibe por contaminación las capacidades de plasticidad y alusión que hay en la nube. Estos boscajes de la lejanía pueden ser todo: ciudades, castillos de placer, sotos, islas a la deriva ―son materia blanca seducida por toda posible forma, son metáfora universal. Son la constante y omnímoda promesa” (La Pampa... promesas). 




Lamentablemente, aquel paisaje se ha ido transfigurando en las últimos años hasta mostrar un único verde mortal: el verde de la soja que Argentina (y muchos otros países de América Latina) producen a ritmo creciente cada año y que con su promesa de rentabilidad hace que desaparezcan grandes extensiones de monte, selva y bosque, extenuando la tierra y minando la salud de quienes viven en entornos rurales.

“En la Argentina se impuso una forma de producción agraria donde las grandes extensiones de monocultivos se protegen utilizando fumigaciones sistemáticas con mezclas de plaguicidas. Pero no hay fumigación controlable desde el punto de vista ambiental y sanitario. Solo el 1% de los plaguicidas utilizados llegan a la planta del cultivo, el resto queda en el ambiente, la tierra y el agua. La volatilización del veneno (máxima en fumigación aérea) es llevada por la brisa hacia las zonas pobladas; además, la reversión térmica del atardecer genera que se volatilice nuevamente el veneno, se eleve a menos de 30 metros de altura, se vuelva a desplazar, para volver a caer sobre los pueblos cercanos. Posteriormente estos productos adheridos al polvo se mantendrán alrededor, dentro y sobre las casas vecinas a los cultivos, como el endosulfán y el glifosato que el fiscal Carlos Matheu encontró en el polvo del patio de las casas de Bº. Ituzaingo en la ciudad de Córdoba en el año 2008”





La sospecha

hace un tiempo aquí hubo caballos,
los mensuales cruzaban, por la ruta,
cargando la carne dorada
de las perdices,
las adolescentes escribíamos, con trozos de velas,
mensajes pornográficos en los vidrios de la gruta
de santa rosa de lima

ahora manejo por la 36 y sólo se escucha
el frufrú de la soja
los aviones cargados de roundup
que se desplazan con un sonido antiguo de dirigible
emanando una neblina tornasol que arrastra
el mismo viento que silba en las taperas

no sé si esto sea el estrago
la podredumbre

sé que cuando miro, algo sospechoso y sombrío
ingresa a la zona de mis huesos
como la verde mosca
que corrompe la pulpa de los potros

Elena Annibali (de Tabaco Mariposa, 2009)


Compartimos un excelente documental: El mundo según Monsanto, realizado en el año 2008 por Marie Monique Robin. Conducido por Arte France, Image et Campagnie, Producctions Thalie, Office national du Canadá, WDR, con una duración de 108 minutos.
El mundo según Monsanto es también un libro de investigación escrito por la misma autora el 6 marzo del 2008, traducido a 11 lenguas. Marie Monique Robin es ganadora del premio Noruego "Rachel Carson Prize" de 2009 dedicado a mujeres ambientalistas.
La multinacional ha incursionado a lo largo de su más de cien años de vida, en la fabricación de múltiples productos: en sus inicios, allá por 1901, vendían sacarina (Coca-cola era uno de sus principales clientes); a finales de los años 30 tenían negocios de plásticos y resinas y a partir de 1976 incursionaron en el negocio de los herbicidas y las semillas modificadas genéticamente (alimentos transgénicos). La empresa factura sólo en EE.UU unos $ 10.502 millones (año fiscal 2010) y su actuación ha estado acompañada de múltiples denuncias.

Laura Giordani
Julio 2012



lunes, 9 de julio de 2012

Una poética de la revuelta: aforismos sobre el presente


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Un fantasma recorre el mundo. Aunque los poderes constituidos quieran conjurarlo, lo imprevisible está aconteciendo: el espectro de la revuelta sobrevuela los escombros que el capitalismo deja a su paso.
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A pesar del mortífero consenso mediático, la fuerza de acontecimientos de otro signo político ha estallado. Sobra la benevolencia paternalista de los discursos mediáticos: la revuelta no es ninguna travesura de juventud. Al periodismo de la desinformación, nosotros replicamos construyendo otra actualidad.

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A cada paso, el sistema estalla por dentro, dejando un ejército de harapientos. El diagnóstico sobre un presente globalitario resulta desolador, pero las grietas no dejan de multiplicarse. Sólo nosotros podemos ensancharlas.

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Los saqueadores son encumbrados, los desahuciados olvidados. En el orden criminal en el que sobrevivimos, nada es lo que parece. Y sin embargo, el saqueo oculto es cada vez más visible.

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La revuelta late en el corazón de quienes añoramos otro mundo. Si indignarse es resistirse a perder la dignidad, la rebelión es su acto más genuino: la esperanza política de los condenados.

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Buscarán restaurar las jaulas, asfixiar cualquier atisbo de revuelta, ocultar el peligro en el que asienta todo lo habitual. Contra esa voluntad infame, nuestra indignación apuesta a que la normalidad del crimen ya no sea posible.

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El fracaso de la política del miedo se refleja en el fracaso del miedo a la política, poniendo en entredicho una sociedad reducida a espectáculo. Al desprecio que sienten las clases dominantes por la democracia, nosotros respondemos con la exigencia de una democratización radical.

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Lo que nos une en la pluralidad no es la uniformidad sino el espanto ante un sistema que sacrifica cada día miles de vidas para salvarse. Contra la clausura del presente, una multitud sostiene la promesa de lo diferente.

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Sobran razones para indignarse. La repetición de la «catástrofe» (ecológica y social) como imagen de nuestra época forma parte de los efectos no previstos (aunque previsibles) de las políticas de devastación planetaria que gobiernan el mundo.

 
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En el nuevo (des)orden mundial, luchar por otro mundo posible no es un lujo sino una cuestión de supervivencia. Entre un deseo revolucionario y una sociedad revolucionada hay una distancia radical que sólo la práctica política puede mitigar: en esa brecha nacemos.

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Desde la conocida injusticia presente nos movemos hacia la incertidumbre del porvenir. La promesa de otra vida en común es apuesta por lo desconocido.

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En diversos puntos del planeta, de manera subrepticia, fuera de cámara, se alza el anhelo de un mundo social donde el sacrificio de los otros no sea la moneda de cambio.

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Contra quienes cosifican lo humano y humanizan las cosas no basta gritar si nadie escucha. Cada situación en la que se perpetra esa inversión reclama de nuestra parte una demanda de justicia que no se detenga hasta su consumación.

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Devenir-revolucionario no es una fatalidad. Al optimismo de la voluntad hay que contrapesarle el recuerdo perturbador de un capitalismo que se reproduce incluso si ello significa la ruina continua de sus promesas.

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Ante el espectáculo siniestro de nuestros amos, no se trata de escenificar nada. Lo político como ejercicio del disenso es negación del teatro de la representación que por demasiado tiempo consentimos.

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No sabemos hasta dónde llegaremos. Vivimos en riesgo. Insisten en que nuestra probabilidad de naufragar es alta. Pero ¿qué es naufragar sino desistir de transformar este paisaje del desastre en que han convertido al mundo?

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Seguirán planificando el engaño para que aceptemos nuestra muerte sin resistencia. En este punto de no retorno se juega sin más nuestra forma de existencia: el proyecto de una sociedad en el que la autonomía no sea la mera pantalla de una sociedad administrada.

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Quieren imponer el miedo en los cuerpos, mientras insisten –a fuerza de palos- con su discurso redentor. La razón delirante del estado hace manifiesta la locura homicida del sistema.

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Más que resignarse ante la crisis, tenemos que poner en crisis la resignación. Al hundimiento de las esperanzas hay que contraponerle el deseo lúcido de soñar. Nuestro derecho al sueño parte de la pesadilla a la que este sistema quiere condenarnos.

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A la par que quedan eximidos de culpa los auténticos agentes criminales, la amenaza se cierne sobre los que no nos resignamos. Ante una democracia ensombrecida por la dictadura del lucro, la promesa de otro mundo posible brilla.

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En vez de aceptar una (pseudo)democracia tutelada por los saqueadores, se trata de agrietar este muro blanco que nos acorrala. Nuestra esperanza se forja en la multitud que desea despertar de este mal sueño en el que nos han sumido.

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El empeño que ponen para matar los movimientos disidentes es un indicio de que algo valioso se nos juega ahí. Y si logran asesinarlos quedará todavía el espectro de una revuelta que seguirá rondando las ruinas del presente.

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Lo imposible vuelve a hacerse posible. Del trabajo de la imaginación utópica, nutrida de la memoria de las derrotas, depende la reescritura práctica de la historia.

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Quieren convencernos de que la vida es mera supervivencia y el dolor inevitable. Insisten en que no hay otros caminos mientras intentan borrar las huellas del sueño que nos lleva a otro sitio.

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El porvenir se juega en la revuelta que no acepta vivir de rodillas. Ante la certeza del desastre al que nos precipitamos, sólo nuestra apuesta por el cambio puede sostenernos en al aire.

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La indignación tiene la edad de la injusticia.

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En el desamparo de nuestro tiempo, está todo por hacer. En cualquier parte donde late un deseo emancipado que abraza a quien sufre, hay una grieta que se abre, desafiando la desesperanza que traen.

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Mientras ellos se apresuran a enterrar estas luchas en el pasado, una multitud -a veces sin saberlo- va escribiendo la historia del presente. Nuestro grito, como el de Durruti,  sigue en pie: "Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones; y ese mundo está creciendo en este instante".



Arturo Borra

jueves, 28 de junio de 2012







Hoy es un día importante para los gays, lesbianas, transexuales, queer y bisexuales, hoy ellos pueden celebrar una fiesta en su honor. Pueden salir a la calle y expresarse cómo sienten que son. Hace 20 años esto era impensable, así que aunque sea lentamente y a tracan y barrancas, vemos que hay cosas que en la sociedad española cambian.

Hoy, no es sólo especial para un colectivo concreto de personas, es especial para todos aquellos que estamos de acuerdo en que cada persona tiene derecho a expresar qué siente, cómo se siente, y a estar con quien le de la real gana.

Hoy, también es un día especial para mí, quizás no sea tan importante como la fiesta del orgullo, pero para mí y un par de personas sí que lo es. ¡Hoy es mi cumple!

martes, 19 de junio de 2012

La economía política del sacrificio (II): los suicidados de la sociedad



En 1968 Antonin Artaud lanzó una piedra sobre la moral colectiva con su Van Gogh, el suicidado de la sociedad (1). Era su peculiar modo de tejer una rebelión subterránea, también emprendida contra una mera «revolución externa» tal como la defendían algunos miembros surrealistas, pertenecientes al partido comunista (2). Apenas sabemos del impacto general que ese libro-estocada pudiera infligir entre sus lectores. Pero sí podemos reconstruir el deseo de Artaud de reconstruir, a través del pintor holandés, una salida al laberinto: aclarar lo oscuro, abrigar el desamparo que circunda todo lo humano, no como abstracta «naturaleza humana» sino en específicas condiciones históricas.

En su reivindicación de la vida, se topó con las fosas en que la sociedad arroja a los que repudia: aquellos que son acorralados en su existencia por unas condiciones completamente asfixiantes. Ante esas fuerzas expulsoras -la máscara hipócrita y la mentira- Artaud procuró elaborar como réplica un teatro de la crueldad que las expusiera en su farsa. Lejos de la ideología de la desesperación que suele atribuírsele, Artaud partía de ella para rebasarla, liberando su potencia creadora. Nacido del dolor, luchó como tantos otros contra las causas evitables del sufrimiento. En su referencia al pintor dice:

pues [Vicent Van Gogh] no es para este mundo, nunca es para esta tierra, que todos hemos siempre trabajado, luchado, aullado el horror de hambre, de miseria, de odio, de escándalo y de asco, aunque todo eso nos haya embrujado, hasta que por fin nos hemos suicidado, ¡pues acaso no somos todos, como el mísero Van Gogh, suicidados por la sociedad! (Artaud, 2007: 108).

Como el mísero Van Gogh muchos de nosotros aullamos. Puede que la mayoría evitemos el irreversible “pasaje al acto”, pero ¿hacia adónde, si no a la muerte, se está conduciendo a los acorralados de la “sociedad”? ¿qué fosa están cavando para enterrar ese montón de huesos sacrificados en nombre de la salvación (privada), mientras los hipócritas y mentirosos compulsivos –entre los que cuentan, desde luego, multitud de periodistas, políticos, clérigos, empresarios, agentes financieros, juristas, economistas, profesores y profesionales de todas las calañas…- se conduelen con un gesto consternado?

Los suicidados rompen cualquier cifra (3). La autodestrucción no es una mera especulación apocalíptica: forma parte de las posibilidades -¿mediatas?- de nuestra autonomía. Los suicidados de la sociedad crecen; son legión. En España, Grecia, Japón, Lituania, Hungría..., en cada rincón donde un proyecto vital se autocancela. A cada momento alguien es arrojado a esa situación desesperada en la que ya no hay punto de retorno, en la que la decisión humana se confunde con la imposibilidad de tomar una nueva decisión, acercándose a un umbral de irreversibilidad. A cada momento se acorrala a muchos contra el precipicio; luego alguien dirá que se tiraron. Sus testimonios no cuentan. Como no cuentan en tanto fenómeno «noticiable», a menos que ocurra en algún país preferentemente lo más distante posible, no sea caso que nos demos cuenta que estamos asistiendo a un holocausto silencioso producido por quienes iban a evitarlo. A nivel mediático, la omisión es justificada con el pretexto de no incitar a que otros repitan el mismo acto. Pero con la misma lógica, ¿por qué mostrar guerras, estafas, crímenes y una vasta tipología de males humanos? ¿No incitan con ello a su repetición?

Diremos, aunque más no sea para no parecer locos, que el testimonio incómodo de un cuerpo suicidado sólo puede acogerlo quien, a pesar de todo, sigue vivo. El cuerpo sigue siendo del otro. Nuestros cuerpos siguen aquí. No tenemos más remedio que replicar: ¿no muere en cada una de esas muertes, de forma quizás irreparable, algo de nuestra dignidad, si es que estuvo alguna vez? ¿No somos todos suicidados por la sociedad? ¿No se suicida algo en nosotros cada vez que hay un suicidio -no importa de quién-? Alguna vez lo dijo lapidariamente Chantal Maillard: “Quien se suicida inculpando deja a alguien inhabilitado para la redención” (Maillard, 2006: 70 [4]). ¿Y no es cada suicidado de la sociedad una inculpación colectiva que cancela toda promesa redentora?

A través de ese señalamiento mudo, ellos reafirman la locura colectiva –aunque esa locura sea “normalizada”, rigurosamente administrada, convertida en pauta mayoritaria-.  Locura de permanecer incólumes frente al corral. De seguir permitiendo –aunque fuera a regañadientes- el acorralamiento. De dejarnos empujar y que otros empujen, de fingir que no nos damos cuenta, que al fin y al cabo podría haber hecho otra cosa, que el suicidado se tiró libremente desde un séptimo piso, o libremente se pegó un tiro en la cabeza.

Claro que uno aprende a vivir con esta patología. Aprende a vivir en la indiferencia, ese peso muerto de la historia como decía Gramsci. Uno aprende casi todo: a mirar para otro lado, a pedir una manta para cubrir a quien, según dictan las denegaciones al uso, no fue empujado sino que optó, con toda la libertad del mundo, arrojarse al vacío. Y, en efecto, puede incluso que tras esa ironía haya algo muy serio: que también el suicidio puede ser producto de una decisión libre, por más prohibición que corra en sentido contrario. Con Camus o Cioran, podríamos argumentar en ese sentido. Pero sin temor a la contradicción, ese reconocimiento también supone reivindicar el derecho a no suicidarse, el derecho a no tener que arrojarse al vacío, a no encontrarse acorralado, aullando “el horror de hambre, de miseria, de odio, de escándalo y de asco”.

Llegados a este punto, cabría preguntarnos si lo que mata no es, más que la «anomia» durkheimiana, la sobre-codificación de una sociedad donde sus flujos maquínicos ya no se rigen por ninguna codificación moral: unas normas completamente arruinadas pero que siguen apareciendo como vinculantes. Llámese «trabajo», «éxito», «familia», «calidad de vida»… estereotipos identitarios que apuntan a regular una máquina social descontrolada, fuera de quicio, que ha estallado hace rato, derramando su miseria por todas partes.

¿Qué queda ante este sin-salida? ¿Qué podríamos hacer, al fin y al cabo, ante este acorralamiento que padecemos? ¿Y quiénes somos nosotros para indicar el camino, si también los nuestros se han interrumpido, si es que estuvieron abiertos alguna vez, si es que no se trató simplemente de una ilusión óptica anunciada por las llamadas “sociedades opulentas”?

Quizás no seamos nadie. Pero desde ese anonimato, precisamente, se trata de volver a interrogar estas ruinas, de sacudir la aporía en la que se nos va una vida que no sea mera supervivencia. En esas condiciones, ¿qué podría significar hoy lo político en su sentido radical sino esa posibilidad de construcción de una salida al sin-salida en el que el capitalismo nos ha encerrado? Y puesto que somos suicidados por la sociedad, ¿no deberíamos más que nunca erigir la promesa de otra vida?


 Arturo Borra



(1) Artaud, Antonin (2007): Van Gogh, el suicidado por la sociedad, Argonauta, Buenos Aires.

(2) Artaud, Antonin: En plena noche o el bluff surrealista en http://www.katarsis-webzine.blogspot.com.

(3) El suicidio no forma parte del debate público. Es una noticia fugaz que se pierde tan rápido como la vida de la que habla. Es un asunto político de primer orden: incluso si fuera una opción legítima, ¿qué determinantes de nuestra formación social inciden en esta decisión y, especialmente, qué relación se plantea entre las crisis sistémicas y la tasa de suicidio?  Alegar que el número de suicidios apenas se incrementó en los últimos cinco años de los que se tienen registro (http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=22015&;id_seccion=8) no cambia las cosas. Eso sólo podría ser tranquilizador si cada día, solamente en España, no se quitaran la vida 10 personas, según las últimas estimaciones del INE del 2009. 3.429 víctimas al año no pueden consolar a nadie. Que Grecia e Irlanda hayan incrementado las tasas de suicidio en período de crisis (hasta alcanzar un 17% y un 13%, respectivamente, por cada 100.000 habitantes), aunque lejos aun de Lituania, Letonia o Hungría, es síntoma suficiente de este drama desaparecido de los medios masivos de comunicación. ¿Deberíamos consolarnos con que los miles de suicidados no se multipliquen?

(4) Maillard, Chantal (2006): Husos, Pretextos, Valencia.

lunes, 18 de junio de 2012

Así fregaba, así, así....

El la última entrada os contaba que los alemanes lavan los platos de manera diferente, hoy quiero contaros cómo lo hacen exactamente. Hay tres variantes de la variable "lavar los platos".

Variante A: Un poco cochinada.
Variante B: Bastante cochinada.
Variante C: Ascazo de morir.

Empecemos por la variante más sencilla, la variante A o también conocida como la variante "un poco cochinada". Esta variante es la más light de las tres y consiste en acumular durante todo un día tooodos los platos y vasos que se hayan usado, ponerlos en el fregadero, llenar el mismo de agua y dejarlo ahí todo juntito. Cuando todo ha estado bien en remojo, con poco jabón claro, que el jabón es tóxico, van sacando cosa por cosa y la aclaran brevemente bajo el chorro del agua. Normalmente para quitar los restos que hayan quedado aderidos a los platos y demás utensilios, suelen utilizar un cepillo. Los teutones no son muy amigos del estropajo.
Variante B, o variante " bastante cochinada": Esta variante es aquella con la que uno ahorra bastante agua y bastante jabón. Consiste en acumular toodo en el fregadero, dejarlo todo a mojo, evidentemente con poco poco jabón, (no olvidemos que el jabón es tóxico) y cuando los utensilios ya han sido bañados durante bastante tiempo, abrir el grifo del agua y dejar caer agua sobre los mismo. Quiero aclarar este último punto, se trata de dejar caer agua, no mucha tampoco, sobre todos los cacharros juntos, estando estos en el fregadero, y hayandose el mismo lleno de restos de comida.
Agarrense que vienen curvas, aquí viene la variante C o más bien conocida como "ascazo de morir". En esta variante repetimos el proceso de acumular y poner a remojo en agua todo, esta vez, eso sí, con menos jabón si cabe aún ( recordemos, el jabón, puede matar) y cuando todo ello haya estado bien a remojo, sacar utensilio por utensilio y SIN aclarar, repito, SIN aclarar, dejarlo secar, ahí....al aire.

Yo he tenido la suerte o desgracia de ver las tres variantes en vivo y en directo. Evidentemente en Alemania, hay de todo, no digo yo que no haya alemanes que friegen los platos como Dios manda, pero hasta ahora no los he visto....