miércoles, 20 de marzo de 2013

WoW (8): Famous Last Words - Jennifer Salvato Doktorski

Waiting on Wednesday es una sección hecho por Jill en su Blog, Breaking The SpineSe trata de enseñar aquellos libros próximos a salir a la venta (o ya en venta) que queremos tener en nuestras manos.


Famous Last Words - Jennifer Salvato Doktorski (2 de julio de 2013)



Samantha D’Angelo, de diesiceis años, tiene la muerte en el cerebro. Su pasantía de verano en el periódico loca la tiene escribiendo obituarios en lugar de absorbiendo el sol en la playa. Entre Shelby, la mejor amiga loca-por-los-chicos de Sam; su jefe Harry, un leal hombre de periódico; y AJ, su compañero “interno imbecil” (más conocido como el lindo baterista de una banda llamada Love Gas), Sam tiene sus manos llenas. Pero una vez descubra qué, o quién, es la mejor parte de su verano, ¿lo arruinará todo?

Mientras Sam aprende a apañárselas entre la sala de redacción y el mundo real, empieza a tener algunos momentos de comprensión trascendentales sobre política, ética, su familia, romance, y lo más importante, sobre sí misma.


                                                            




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Reseña: Things I Can't Forget - Miranda Kenneally

Título: Things I Can't Forget
Autora: Miranda Kenneally
Editorial: Sourcebooks Fire
Género: Young Adult
Fecha de Publicación: 1 de marzo de 2013
Sinopsis: Kate siempre ha sido la chica buena. Demasiado buena, de acuerdo con algunas personas en la escuela… sin embargo, ellos no tienen idea del secreto culpable que ella carga. Pero este verano, todo es diferente…
Este verano ella es consejera en el campamento de verano Cumberland Creek, y quiere dejar el pasado atrás. Este verano Matt también está de regreso como consejero. Él fue el primer chico que alguna vez la besó, y pasó de compositor geek que adoraba a The Hardy Boys a salvavidas entusiasta que adora coquetear… con ella.
Kate solía pensar que el mundo era blanco y negro, bueno y malo. Resulta que, la vida no es fácil…

Kate es una chica cristiana muy devota a Dios. Va a misa todos los domingos, reza todos los días, y vive bajo las leyes cristianas. Pero Kate cometió un gran error: ayudó a su mejor amiga a abortar. Ahora Kate hace todo lo posible para que Dios la perdone y vuelva a amarla, para no ser una pecadora. Pero entonces aparece Matt en su vida, el chico que le dio su primer beso y el que le hace sentir cosas que ella no creía poder sentir. Matt la tienta y Kate ya no sabe qué creer. Su fe y su forma de ser y pensar son puestas a prueba.


El libro anterior hacía énfasis en temas religiosos, y nuevamente tenemos lo mismo en este. Kate va a la misma iglesia a la que asistía Parker, así que ya desde el principio sabes cómo será esta chica: completamente devota a su iglesia, intransigente, y como sabiamente la nombra la propia escritora, una judgmental bitch perra moralista. 

Me he encontrado en mi vida con personas así, chicas cristianas devotas que creen que la única verdad es la que conocen ellas por las enseñanzas de su iglesia. Y Kate es así, cree que todo lo que hacen los demás (ir de fiesta, que chicos y chicas duerman en un mismo cuarto, besarse hasta el cansancio, pertenecer a una fraternidad, beber cerveza, etc.,etc.) es pecado porque en su iglesia le han enseñado de esa manera. Pero en su trabajo como consejera de campamento, conociendo a otros chicos de su edad que actúan completamente diferente a ella y que también hacen parte de una iglesia cristiana, se da cuenta que las cosas no son tan blancas o negras como ella cree.

Sabía lo que se supone que debía creer: Dios es genial. Dios me ama. No quiero ir al Infierno. Sé que algunas personas se preguntan si el Cielo y el Infierno existen verdaderamente, ¿pero esas personas se preguntan si la gravedad existe? ¿O el oxígeno? Tampoco puedes verlos a simple vista. No puedo ver la colonia en el cuerpo de un chico, pero puedo olerla. No puedo ser capaz de ver el Cielo, pero muy dentro de mí, puedo sentirlo.
Creo que esta es la parte que más me gustó del libro, aunque no suelo disfrutar mucho las referencias religiosas. Lo mejor del libro es leer sobre cómo Kate comprende poco a poco que está un poco equivocada, que su fe es suya y no tiene por qué imponersela a nadie ni medir los actos de nadie por lo que ella cree que es correcto o no. Kate pasa por una etapa de entendimiento y descubrimiento, y aún sin abandonar su fe, logra ser menos moralista y más tolerante.

Aún así, creo que algunas cosas no quederon lo suficientemente claras ni tuvieron el cierre que yo quería. El principal punto crítico de la historia es el aborto de Emily, la amiga de Kate, es ese acto el que da comienzo a toda la historia y creo que no tuvo el cierre esperado. Yo esperaba una conversación más profunda entre Kate y Emily, un verdadero entendimiento que las llevara a cerrar esa situación tan dolorosa que compartieron.

En cuanto al interés amoroso de esta historia, Matt, nuevamente se llega a una perfección que se me hace muy difícil de creer. Matt es un chico cristiano, alegre, divertido, simpático y muy guapo (sip, demasiado perfecto para mi gusto), con una historia de vida que quiere pasar por trágica pero que a mi parecer se queda corta y es un poco débil.

La relación de estos dos es demasiado amor-al-instante para mí gusto. Todo pasa en un lapso de tiempo corto y sencillamente no puedo creer que sentimientos tan fuertes puedan nacer tan rápido (ni siquiera habiéndose conocido hace cerca de siete años). Aunque debo decir que la autora manejó de muy buena manera todo lo sexual que pasó entre ellos y las profundas creencias de Kate hacia las relaciones de este tipo antes del matrimonio.
No sé qué me hace sentir más culpable: que ame cómo me tocó cuando debería odiarlo, cuando debería haberlo alejado, o cómo no pude escuchar las advertencias de Dios por la manera en la que Matt me hizo sentir.
Nuevamente tenemos padres ausentes, y aunque estos sí son buenos padres, no están en esos momentos de duda que tiene Kate. Aunque hay una conservación significativa con su padre, donde él deja en claro su posición frente a la iglesia, jamás se deja en claro la posición de la madre, quien tiene una relación más cercana con su iglesia. Aunque sé que el tema de Dios y la iglesia es algo muy personal, creo que si Kate fue criada en una familia tan cristiana, al menos sus padres debieron saber por qué cosas estaba pasando ella (igual con el tema del aborto, sus padres jamás se enteran; creo que los padres no debieron ser una figura tan alejada).

Recuerdo esa vez cuando era pequeña, papi y yo estábamos escuchando un CD de los Beatles. Él me contó sobre cómo John Lennon había dicho una vez: "Somos más grandes que Jesús". Y cuando le pregunté a papi cómo es que John Lennon podía decir algo tan malo, él se aclaró la garganta y dijo: "Bueno, era un poco cierto en esa época. Los Beatles eran más populares que Jesús."
Por primera vez en mi vida, estoy empezanndo a sentir que algo -alguien- es más importante que cualquier otra cosa.


En cuanto a demás personajes secundarios, hay una gran variedad que hace que la lectura sea más llevadera. Parker y Will, del libro anterior, se convierten poco a poco en los amigos que Kate necesitaba, y junto con los otros consejeros cristianos del campamento hacen que ella se sienta menos sola y que poco a poco empiece a abrirse y a ser más comprensiva.

En general, es una historia fácil de leer, que involucra mucho el tema religioso, así que si no eres partidari@ de éste, mejor no lo leas. La protagonista es una cristiana devota que poco a poco se da cuenta que la vida no es tan fácil como siempre creyó, y que a veces las cosas no son solo negras o blancas. Se deja leer con facilidad, aunque tiene varios fallos que me impiden darle una calificación más alta.


3/5




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martes, 19 de marzo de 2013

Top Ten Tuesday (3): Libros que tenía que comprar... pero que aún no he leído


Top Ten Tuesday es una sección hecho por el Blog The Broke and the BookishSe trata de una sección donde dicho blog propone un tema todos los martes y se realiza un conteo de diez libros, autores o cosas que se relacionen con el tema. 


Hola :D

Otra nueva semana y otro nuevo martes! Les dejo mi top ten de hoy :D

Libros que tenía que comprar... pero que aún no he leído



1. La Húesped (Stephanie Meyer). Espero que este desaparezca de mi lista esta semana o.O
2. Un Beso en París (Stephanie Perkins). Este lo leí en inglés hace un par de años, pero apenas supe que estaba en mi país es su versión en español, TENÍA que tenerlo *-*
3. Nevermore (Kelly Creagh). Este también lo leí hace más de dos años y me encantó (*-*). Lo quería tener en papel y hasta ahora no lo he releído.


4. Enshadowed (Kelly Creagh). Este es la continuación del número 3. También tengo que ponerme con él pronto.
5. Choque de Reyes (George R. R. Martin). Con este aún no me decido porque no he podido comprar el tercero, así que me niego a seguir la saga por ahora (y la serie de tv también está parada :C)
6. La Historiadora (Elizabeth Kostova). Este es de mi fase estoy-loca-por-los-vampiros, superada hace muuucho tiempo (y el libro se quedó guardado sin ser leído).


7. Crescendo (Becca Fitzpatrick). Este lo compré súper emocionada con muchísimas ganas de leerlo, y ya completa buen tiempo sin ser tocado :O.
8. Cuentos (Edgar Allan Poe). No me acordaba de la existencia de este libro :O
9. Cincuenta Sombras de Grey (E.L. James). Este no lo compré yo pero fue un regalo que aún no me preocupo por leer.
10. Muerto Hasta el Anochecer (Charlaine Harris). También de mi etapa vampírica o.O



¿Cuáles son tus libros olvidados?

Nos leemos ;)

...a mis amigos...








…hay veces en las que muero un poco por dentro…me debilito de manera progresiva hasta quedarme con apenas un hilo de energía…momentos en los que me siento acorralada sin salida…momentos de silencio eterno…me apago y, reconozco, soy de difícil acceso…me sumerjo en mis pensamientos enfundada en un traje de neopreno en el que resbala tanto lo bueno como lo malo…allí me quedo como un bebé que se niega a salir del vientre materno, flotando…casi como un ser inerte…puede que me paralice el miedo a mi misma…intento buscar alivio entre notas musicales…me pierdo entre las letras de los libros que atesoro…pero solo hay un modo de romper los muros en los que me encarcelo…solo hay un modo de romper la pecera en la que no paro de dar vueltas…solo hay un modo de deshacerme de esta camisa de fuerzas que me hace enloquecer más…MIS AMIGOS…esos amigos que me hacen descubrir lugares con vistas infinitas…esos que aparecen en casa con una botella de vino y queso…los que me hacen cantar a gritos canciones de los 80…los que saltan conmigo en los conciertos en directo…los que me arrastran hasta el cine…los que invaden nuestra casa y nos dejan okupar la suya…los que siempre parece que vi ayer y hace meses que no vi…los que me hacen reír…los que me sorprenden…los que me hacen una marioneta de Sandman para ahuyentar mi tristeza…los que me llaman “tata”…los que evolucionan y terminan siendo mi pareja…los que se emparejaron conmigo y terminaron siendo mis amigos…los que tienen tantas cosas en común conmigo que parecemos almas gemelas…los que conocí surfeando por internet y forman parte de mi vida…los que viven en otro país pero habitan mi luna…los que tuvieron la libertad de irse y los que decidieron quedarse…los que consiguen hacerme sentir que su familia es la mía…los que me cortan el pelo o me lo toman…los que juegan al trivial hasta altas horas de la madrugada…los mejores compañeros de viaje…los que me suben a su moto y convierten un domingo cualquiera en inolvidable…quienes me llevan de pesca en piragua…los que me dejan hacer el jabalí arrastrando el culo montaña abajo…quieres me protegen con su barandilla de la caída al vacío…quienes me enseñan que todo es posible…quienes me cogieron de la mano un día y nunca más la soltaron…quienes lloran conmigo y respetan mi silencio…quienes me enamoraron desde el primer día…quienes, a pesar de morir, decidieron vivir en mi…quienes saltan charcos conmigo en días de lluvia…los que beben más que los peces en el río…los que consiguieron hacerme apreciar cosas que nunca imagine…los que me quieren de manera incondicional…los que me aman libremente y a los que adoro con locura...mis amigos personas inigualables…insustituibles…imprescindibles…

...piezas que forman este puzle que soy yo…


…infinitos besos para vuestros bolsillos…

domingo, 17 de marzo de 2013

Ser un quejica

En mi familia he oído muchas veces eso, de quien no llora, no mama, que muchas veces venía acompañado de un ¡ayyyyyy que malito estoy y que poco me quejooo!. Vamos, como podéis ver en mi familia somos muy de refranes y muy de tocar las bolas las narices.

Es verdad que si alguien tiene algún dolor, debe hacérselo saber a las personas más cercanas de su entorno, para que se tenga en cuenta y se tome a la persona en especial consideración, si ella no pudiera hacer las cosas que hace normalmente, o si la persona estuviera de peor humor que normalmente.

Yo, que soy más bruta que un arado, en lo que los dolores se refiere; más chula que un ocho, porque yo lo valgo; y lo hago como lo hago, porque yo vengo de Baskenland. Hace que no diga constantemente qué me duele, dónde me duele o cuánto me duele, y esa falta de información hace que a la gente de mi alrededor se les olvide que me duele.

Si bien es cierto que no hay que ser un quejica, yo tengo que aprender a hacer ver que me duele. Me parece que me toca practicar las frase "¡¡¡Joeee, es que me dueleeee!!", o alguna similar, pero sin conventirme en una quejica tocacojones tocanarices.

viernes, 15 de marzo de 2013

Instantáneas del cinismo: obscenidad y resignación



  

-I-

            La repetición de lo obsceno tiende a instalarlo como cosa natural: lo que en un momento indigna en otro puede provocar resignación. A condición –claro- que se desmonte nuestra capacidad crítica. No es tarea fácil, pero se empeñan en hacerlo.
Difícil no recordar las imágenes de un político (implicado en una de las tramas corruptas más importantes que asedian el sistema político español) doctorándose hace un tiempo en una universidad pública con lauden, secundado por un séquito académico reverencial y obsecuente, mientras la policía cargaba contra algunos estudiantes que le espetaban. La afrenta moral de entonces es la misma que nos sigue hiriendo hoy; me refiero a aquella que producen algunos personajes siniestros ironizando sobre quienes no aceptan callar ante lo inaceptable. Que se manchen la boca con el “estado de derecho” (contribuyendo a erosionar más la ya devaluada credibilidad del sistema judicial español) no cambia nada.
Esa instantánea revela un rasgo cínico por excelencia: la obscenidad. No es simple hipocresía, en la que el acto inmoral se oculta por ser considerado públicamente reprobable. Es ir más allá de la máscara hipócrita: el gesto obsceno desafía un orden moral previo en el que tanto el robo o las prebendas como la mentira o el abuso de poder son socialmente reprobados. La primacía de lo obsceno se convierte en prepotencia de una práctica delictiva que se ampara en la impunidad; una práctica que, por si fuera poco, atraviesa instituciones políticas y económicas como el parlamento, los partidos políticos, la monarquía, las grandes empresas o la banca. Elgesto es una muestra desquiciada de fuerza: “soy un corrupto ¿y qué?” podría ser el subtexto de aquella instantánea en la que un político, en el momento de su mayor alarde, estaba anunciando al mismo tiempo su entierro como parte del pasado.
El problema, como siempre, es que aunque pueda barrerse con alguno de estos sujetos, la obscenidad persiste, se multiplica, encarna en otros dispuestos a llevarla más al extremo. Es cierto que, en determinadas coyunturas históricas, debe dosificarse con una retórica eufemística que construye el saqueo privado como beneficio público. Pero nada que se asemeje a una autolimitación ética: es una cuestión de estados de ánimo y relaciones de fuerza. Se sabe: son tiempos de indignación colectiva y apelar a la pantomima de la moderación –antes que a la provocación descarada- es un asunto de supervivencia. Lo que cuenta, sin embargo, es que siguen haciéndolo.

-II-

Aunque nada los salve del escarnio público, el prontuario de sujetos de esta calaña puede “limpiarse” (es decir: olvidarse) por un sistema judicial políticamente conservador y con remanentes franquistas (piénsese en los homenajes funerarios a antiguos miembros del gobierno militar, las prácticas medievales de algunos miembros destacados del TSJ o los hábitos suntuarios de esta nobleza extemporánea).
Lo cierto es que las instantáneas del cinismo proliferan. Son innumerables: la aprobación por decreto de la peor reforma laboral en la historia contemporánea de España (afirmando de forma inverosímil que dicha reforma es imprescindible para crear empleo, cuando no ha hecho más que destruirlo); las dificultades estructurales para erosionar la impunidad monárquica; el retroceso legal iniciado contra los derechos de la mujer y de la ciudadanía en general; la arremetida presupuestaria e ideológica contra la educación, la sanidad y la investigación públicas (en simultáneo a la reivindicación de las fiestas taurinas como patrimonio cultural); la política de reducción de déficit empeñada en desmontar lo que queda de un estado de bienestar ya endeble, sin siquiera revisar la financiación millonaria de instituciones como la iglesia católica, las fuerzas armadas y policiales o la corona; la disminución de la presión fiscal sobre los niveles de renta más elevados y el aumento sobre las franjas sociales mayoritarias (reafirmando un sistema tributario regresivo); la escandalosa “tolerancia” del fraude fiscal, la economía sumergida y los paraísos fiscales, junto a medidas destinadas a salvar el sistema financiero a expensas del erario público; el recorte de ayudas a dependientes; la supresión ministerial de cualquier referencia a la inmigración; la reducción de una ya escuálida partida a “cooperación y desarrollo”; la criminalización y represión policial de las protestas sociales; el asalto a los medios de comunicación públicos por parte del partido gobernante; la vergonzante política de desahucios; la creación de nuevas tasas judiciales; las restricciones crecientes en el acceso a las prestaciones sociales… La enumeración no es exhaustiva; se trata apenas de algunas instantáneas que van delineando un cuadro deplorable que describe una España en recesión, asediada por la pobreza, la desigualdad, la corrupción impune, el paro y la precariedad laboral.

-III-

Que las políticas del actual gobierno neoconservador no sean sorprendentes no les resta su gravedad. En ese sentido, el tradicionalismo cultural, el autoritarismo político y el neoconservadurismo económicoconstituyen tres claves interrelacionadas para pensar las condiciones del presente en España, en la que el gobierno ha consolidado su alianza con la gran burguesía empresarial y financiera, con una cúpula eclesiástica retrógrada que encarna lo peor del catolicismo y una monarquía decadente. Sería un error, sin embargo, subestimar la capacidad del gobierno para legitimar un paquete de cambios de carácter reaccionario. Si por un lado es de prever que las luchas sociales no cesarán de multiplicarse, por otro lado, necesitamos reflexionar sobre los modos en que la actual fuerza dominante se propone construir hegemonía, esto es, producir consensos sociales en torno a las medidas centrales que ha puesto en curso. Es a partir de esa comprensión como podemos elaborar herramientas críticas no sólo para desmontar un discurso político marcado por el cinismo, sino para articular intervenciones que subviertan el actual estado de cosas.
En esa dirección, los varios inventarios de eufemismos al uso que circulan en la red señalan la dirección por la que pretende legitimarse el actual bloque gobernante: “regularización fiscal” en vez de “amnistía fiscal”; “ampliación de retenciones en el impuesto al valor” en vez de “aumento del IVA”; “reestructuración del sector público”  en vez de “destrucción del estado de bienestar”, “tercerización” en vez de “privatizaciones”, “ayuda financiera” a la banca en vez de “intervención bancaria”, “reformas estructurales” en vez de “recortes”, “desaceleración en la destrucción de empleo” en vez de “aumento de parados”; “ejecución hipotecaria” en vez de “desahucios”, “flexibilidad” en vez de “precarización” laboral; “nuevas facilidades para la contratación” en vez de “abaratamiento del despido”, “competitividad” en vez de “reducción salarial”, “ticket moderador” en vez de “repago”, son algunos de esos términos acuñados por una derecha obstinada en aplicar un recetario que ya ha fracasado estrepitosamente en América Latina, empeorando radicalmente las condiciones de vida mayoritarias. El inventario no deja de ampliarse: en general, apunta a presentar como “economía de libre mercado” una «economía oligopólica» que agrava las desigualdades socioeconómicas y la concentración obscena de la riqueza.

-IV-

El «discurso» no es un mero medio de reproducción de poder. Como ha estudiado Foucault, el «poder» se produce también ahí: en los modos de inteligibilidad y legitimidad que genera. El análisis de los discursos políticos abre camino a una política crítica del discurso. Desmontar la retórica eufemística sobre la que se sostiene la estrategia del neoconservadurismo, en este sentido, es insuficiente e imprescindible a la vez. Sibien identificar esa terminología aséptica no alcanza para transformar nuestra formación social, es sobre la base de esa crítica donde mejor podemos vislumbrar cómo lo obsceno se legitima evitando cualquier referencia a sus (funestos) efectos sociales.
¿Hace falta señalar que a nivel internacional la estrategia retórica del bloque dominante es similar? Si las intervenciones neocoloniales a nivel mundial son llamadas “misiones de paz”, tampoco sorprende que invoquen la “democracia” para la implantación de gobiernos corruptos que incumplen con los derechos humanos más básicos (como ocurre en Afganistán, Pakistán o Irak), celebren como “amigos de la libertad” a países teocráticos como Arabia Saudí o planteen como “legítima defensa” los ataques indiscriminados del estado israelí a la población palestina.
En cualquier caso, no basta denunciar lo obsceno si seguimos acuñando unas categorías del discurso que reintroducen subrepticiamente lo que querían expulsar. En una época marcada por el descreimiento radical acerca de las posibilidades de cambiar el mundo, necesitamos poner en crisis una cultura política hegemónica que juzga como cosa ilusoria –cuando no peligrosa y totalitaria- cualquier voluntad de cambio. Si en un plano político no se cansarán de recordar las experiencias totalitarias del siglo XX, a nivel económico enfatizarán la economía de libre mercado como el menos malo de todos los sistemas económicos conocidos y en una dimensión antropológica no cesarán de repetir la tesis de la naturaleza egoísta del ser humano. La insistencia en la “lógica del mal menor” (mientras intentan bloquear cualquier disidencia que permita imaginar otros mundos posibles) es signo de un dogmatismo inaceptable. La complicidad con lo ya-conocido no deja de suscitar incómodos interrogantes: ¿en qué sentido constituye un “mal menor” un sistema que arrasa diariamente millones de vidas, mientras proclama la utopía del mercado como única posibilidad realizable? ¿En qué consiste esta “lógica” que en nombre de la libertad (de mercado) produce holocaustos a diferentes escalas (1)? ¿Puede hablarse con un mínimo de seriedad de “economía de libre mercado” cuando lo que constatamos a diario es la concentración de las decisiones en unas elites económico-financieras globalizadas? ¿No sería infinitamente más preciso referirnos a la «dictadura de los mercados» y a las «servidumbres del estado»? Y ¿hasta qué punto puede seguir sosteniéndose el presupuesto de una «naturaleza humana» invariante, cuando histórica y culturalmente las prácticas sociales no sólo son diversas sino también divergentes?
A pesar de las evidencias lapidarias de un capitalismo de la catástrofe, la resignación sigue haciendo su trabajo. Puesto que la alteridad está jaqueada por los poderes dominantes, la coartada ideológica se hace nítida: no queda más alternativa que entregarse al goce en el lugar que se pueda dentro de este mundo social.
El deber del goce (2) significa hacerse un lugar en el no-lugar del presente, incluso si ello supone saltarse las normas más básicas de convivencia interhumana. ¿No deberíamos poner en crisis, precisamente, este discurso del goce que tiene como contrapartida lo obsceno, esto es, la exhibición de la potencia, incluso si ello supone avasallar a los otros? No es preciso tener convicciones profundas en el sistema para sostenerlo: el hedonismo, encerrado en su infinita incitación al goce, es la forma por excelencia de nuestra época de inmunizarse ante la obscenidad y postergar indefinidamente nuestras demandas de justicia.
En un mundo desdichado la instauración de un goce sacrificial no es una fatalidad sino un subterfugio individualista para aceptar lo inaceptable. En vez de eternizar lo histórico, como saben los materialistas, nuestra opción es historizar lo eternizado. Puede que entonces esa historización radical nos permita imaginar otras instantáneas de lo social, en las que lo obsceno no sea ya la política de la impunidad en la que malvivimos.  


Arturo Borra


(1) Ante la falsa armonía entre democracia y mercado que ese discurso plantea, deberíamos recordar las dictaduras militares latinoamericanas de los 70 como experimentos políticos precursores en la implantación de “economías de mercado”, así como las experiencias posteriores de empobrecimiento generalizado que advinieron tras las presuntas panaceas neoliberales de los 90. El fetiche de la globalización no hace más que derramar miseria. Conviene entonces invertir la premisa: un mercado global des-regulado, en la medida en que conduce a la concentración y centralización de la propiedad y de los ingresos, instala la distopía antidemocrática del capitalismo.

(2) “La gran paradoja es que el deber de nuestros días no impone la obediencia y el sacrificio, sino más bien el goce y la buena vida. Y quizá se trate de un mandato mucho más cruel. Probablemente el discurso psicoanalítico es el único que hoy propone la máxima: “gozar no es obligatorio, te está permitido no gozar”. La paradoja de la sociedad permisiva es que nos regula como nunca antes” (Zîzêck, Slajov (2003): “Contra el goce”, entrevista realizada a S. Z. en diario “Clarín”, 29-11-2003, Versión digital en  http://old.clarin.com/suplementos/cultura/2003/11/29/u-666509.htm.

Y tú, ¿cómo vistes? I

Me visto guapa, o al menos lo intento, porque yo quiero. Porque cuando me veo reflejada en algún espejo o cristal, (sí, lo sé; es muy presuntuoso ir mirándose en los cristales que vemos en nuestro camino. A mí plin, lo hago porque quiero.) quiero verme bien.

Para mí verme bien, no es ir siempre despampanante, maquillada super peinada y subida a unos tacones. Para mí ir bien es, ir limpia, vestida adecuadamente para la ocasión, y vistiendo ropa con la que yo me sienta comoda. No necesito que venga nadie a decirme cómo tengo que vestirme. Nunca he hecho caso de esos comentarios y, espero no hacerlo nunca.

Cuando salía con mis amigas de marcha, ellas e incluso mi madre, me decían que enseñara algo más de cuerpo, que podía lucirme, que tengo buen tipo y soy relativamente guapa. Mi respuesta era, que yo me vestía como yo quería y porque yo lo quería así, en el momento en el que cambiara mi opinión al respecto, me vestiría acorde a mis pensamientos y opiniones.

Yo no creo que haya que ir enseñando cacho para atraer a los hombres. Desde luego,  a mí nunca me ha resultado necesario para atraer el tipo de hombre que quiero a mi lado. Cada uno que vista como quiera, yo lo respeto aunque no lo comparta; pero creo que nosotras mismas tenemos que empezar por respetarnos y querernos a nosotras mismas tal y como somos, en vez de tratar de vestir de determinada manera, para parecer tal cosa.

Si vas insultando a la gente por la calle, ¿es esperas que no te insulten? habrá alguien que responderá a tu ataque con otro ataque. Si no quieres que te tratan como a algo barato y sin valor, ¿por qué te vistes dando a entender que eres así?

Yo no puedo cambiar el mundo, pero sí puedo controlar en gran manera la percepción que el mundo tiene de mí. Y de mí no quiero, ni necesito que piensen si mis tetas son bonitas o no, quiero que piensen que soy una mujer inteligente y que vale. Y son esa valía y esa inteligencia las que me hacen bella.